Opinión
Dolor y sacrificio
Los inversores no se fían de que los banqueros centrales vayan a seguir priorizando la lucha contra la inflación frente a la lucha contra la recesión en cuanto empiecen a acumularse las colas de parados
El mensaje de los bancos centrales en la conferencia anual de Jackson Hole ha sido unánime: no piensan dar marcha atrás –no al menos de momento– en su senda de subidas de tipos de interés para frenar la históricamente alta inflación que estamos experimentando. Y, además, están dispuestos a asumir –más bien, a hacernos asumir– los quebrantos que ello pueda acarrear. Así, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, alertó de que su lucha contra la inflación durante los próximos meses implicará “algún dolor”, mientras que Isabel Schnabel, del Banco Central Europeo, también pronosticó que serán necesarios “sacrificios” para minorar la inflación. ¿A qué se refieren ambos banqueros centrales? Pues a que están dispuestos a seguir restringiendo su política monetaria para frenar el avance de los precios aun cuando ello conlleve una ralentización económica o incluso una recesión.
¿Y por qué han sido tan rotundos en su mensaje? Pues porque la creciente perspectiva de que las economías occidentales se van a frenar –en parte por la crisis energética y en parte por la subida de tipos– está instalado en los mercados la expectativa de que, a comienzos de 2023, los bancos centrales comenzarán a recortar el coste de financiación. Y si esa expectativa se instala en el mercado, entonces las condiciones financieras hoy no se endurecerán lo suficiente y su política de subida de tipos no será eficaz o no lo será suficientemente. Dicho de otro modo, los bancos centrales están luchando contra su propia falta de credibilidad: los inversores no se fían de que éstos vayan a seguir priorizando la lucha contra la inflación frente a la lucha contra la recesión en cuanto los malos datos económicos empiecen a acumularse (sobre todo si estos afectan a las cifras de desempleo) y, por eso, los banqueros centrales han de salir a la palestra a amenazar con que van muy en serio y con que seguirán hasta el final caiga quien caiga.
Pero, por mucho que hablen, sigue sin estar claro si, llegadas las dificultades, a nuestros cada vez politizados banqueros centrales no les temblará el pulso. De momento, hablar sobre lo que harán o no harán en medio de una recesión resulta relativamente gratis, porque todavía no se están acumulando las colas de desempleados. Pero si esas colas empiezan a alargarse, ¿verdaderamente resistirán la tentación de bajar los tipos aun cuando la inflación no esté bajo control?
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