Impuestos

Juanma Moreno, a medias

¿Por qué deflactar el IRPF sólo hasta 40.000 euros? El PP debería pensar si apuesta por mantener o bajar algunos impuestos a las rentas bajas o por rebajas generales para permitir el florecimiento económico

Juan Manuel Moreno Bonilla ha anunciado que eliminará el Impuesto al Patrimonio y que deflactará la tarifa del IRPF por debajo de 40.000 euros de ingreso. Se trata de una buena noticia por dos razones. Por un lado, porque Andalucía se convierte así en la segunda autonomía española sin Impuesto de Patrimonio (después de Madrid): se trata éste de un tributo extinto en la mayor parte del mundo desarrollado y que, por tanto, constituye una notable anormalidad internacional dentro de nuestro sistema tributario. Bienvenida sea, pues, la iniciativa de que la riqueza de los andaluces no sea confiscada por el mero hecho de existir. Por otro, porque deflactar el IRPF en momentos de alta inflación es especialmente importante para que las administraciones públicas no aprovechen la subida de precios como vía de incrementar la tributación por la puerta de atrás.

Recordemos a este respecto que deflactar el IRPF no equivale a bajar este impuesto, sino más bien a no subirlo: a no subirlo a lomos de la inflación (si los salarios reales de los españoles caen, entonces el tipo efectivo que abonan debería también bajar y sin deflactación no lo hará). Pero precisamente porque deflactar el IRPF no implica bajar impuestos sino no subirlos, la propuesta de Moreno (que es a su vez la de Feijóo pero afortunadamente no la de Ayuso) resulta insuficiente.

¿Por qué deflactar el IRPF sólo hasta 40.000 euros? ¿Es que Moreno apuesta por subir efectivamente el IRPF a quienes ganan más de 40.000 euros? ¿La política fiscal del Partido Popular consiste en mantener la presión fiscal sobre las rentas medias y bajas al tiempo que se la incrementa a las altas? Si eso es así, ¿entonces qué lógica tiene la supresión del Impuesto sobre el Patrimonio que evidentemente grava la alta riqueza que suelen tener (no necesariamente, pero existe obvia correlación) aquellas personas con ingresos elevados.

El PP debería repensar seriamente los principios bajo los que determina su política fiscal: si apuesta por una tibia socialdemocracia consistente en mantener o bajar algunos impuestos a las rentas bajas (de carácter casi testimonial, para diferenciarse electoralmente del PSOE) o si apuesta por rebajas generales en todos los impuestos para permitir el florecimiento económico de la sociedad civil. Por desgracia, los antecedentes del PP en esta materia no son especialmente ilusionantes.