
Opinión
¿Cuál es el techo del oro?
Mientras persistan la desconfianza internacional, la guerra comercial y la expectativa de recesión, su precio seguirá al alza
El último año el precio del oro ha subido un 40% y en los últimos años se ha duplicado. La onza ya cotiza por encima de los 3.300 dólares, en máximos. No es una casualidad: algunos de los principales bancos de inversión, como UBS, Goldman Sachs o Deutsche Bank, han revisado al alza sus previsiones para los próximos trimestres. Anticipan que en 2025 o 2026 la onza supere los 3.700 dólares.
¿Qué explica esta tendencia? El detonante principal es la creciente demanda de oro por parte de los bancos centrales, especialmente aquellos de países no alineados con Estados Unidos. Desde que occidente congeló las reservas internacionales del Banco Central de Rusia como represalia por la invasión de Ucrania, muchos bancos centrales han comenzado a reconsiderar su exposición al dólar como activo de reserva. Países como China están diversificando sus carteras internacionales: menos dólares, más oro.
El conflicto comercial entre Estados Unidos y China ha acelerado esta transición. Si Washington impone represalias a los países que mantengan relaciones con Pekín, ¿qué sentido tiene para el Banco Central chino seguir acumulando dólares o deuda estadounidense?
El oro se presenta como una alternativa más segura: es un activo real, líquido, y no depende de la voluntad política de ningún emisor. Es, en definitiva, el dinero internacional por excelencia desde hace siglos.
Pero no solo los estados están comprando oro. También la demanda privada está aumentando. ¿Por qué? Porque se combinan dos factores propicios: alta incertidumbre y tipos de interés reales bajos. En contextos de tensión geopolítica, los activos financieros pierden atractivo. Y si, además, los tipos reales caen -como ya ha empezado a ocurrir en Europa y podría suceder pronto en EE UU-, el coste de oportunidad de mantener oro disminuye.
En suma, mientras persistan la desconfianza internacional, la guerra comercial y la expectativa de recesión, la presión alcista sobre el oro seguirá intacta. Solo una normalización de la geopolítica global y una recuperación económica sostenida -con tipos de interés reales crecientes- podría revertir esta tendencia. Hasta entonces, el oro seguirá desempeñando el papel que históricamente ha ocupado: ser el refugio último cuando el crédito se resquebraja y la confianza se evapora.
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