Opinión
Diez razones por las que un demócrata elegiría a Trump
Biden ha caído en brazos de la ideología «woke» y arruinado a la clase media
Un desastre de proporciones bíblicas. El debate entre Biden y Trump se gestó como una maniobra para fortalecer al presidente y despejar dudas sobre su capacidad y la reacción de la prensa mundial ha sido casi unánime. Un cataclismo. Biden estaba confundido, perdido, titubeó, se equivocó en multitud de cifras y hasta afirmó que “finalmente, vencimos a Medicare”.
Lo que el partido demócrata está haciendo a Biden es inhumano. El presidente no se merece una humillación de ese calibre solo porque el partido es incapaz de encontrar a un candidato relativamente decente. Pensaban que solo con la presencia del presidente y un guion bien estudiado sería suficiente para parar a la apisonadora de Trump. Y fallaron.
Lo curioso es que la prensa se centra en que Trump mintió en el debate. Que yo sepa, las mentiras de Biden fueron alucinantes. La economía que más crece del mundo es una mentira que nos recuerda a cierto presidente cercano. Mintió cuando dijo que las grandes empresas y multimillonarios pagan un 1-2 % de impuestos y, además, se confundió con todas las cifras de empleo.
La animadversión a Trump en los medios y partidos tradicionales europeos es notoria. En Europa no hay partidos que se identifiquen claramente con los candidatos republicanos y suele haber más apoyo hacia los demócratas. Es cierto que Trump es una figura que polariza, pero yo recuerdo todavía con sorpresa las salvajadas que se decían en Europa sobre Reagan o los dos Bush.
Usted que lee los medios europeos probablemente no entenderá qué hace que más de setenta y cuatro millones de personas voten a Trump, dado que las noticias que le llegan le harán pensar que es imposible.
Déjenme darle diez posibles razones por las que un votante demócrata tradicional votaría a Trump:
1. El partido demócrata ha dejado de ser liberal, si algún día lo fue. En la segunda legislatura de Obama, y especialmente tras perder Hillary Clinton contra Trump, el partido demócrata empezó a comprar sin complejos la mercancía averiada del socialismo. Ya no se trataba solo de ser un partido socialdemócrata defensor de la libertad económica, sino de atacar la libre empresa, ir contra el libre mercado y defender las peores políticas fiscales, animado por el ruido generado por activistas neomarxistas en universidades y parte de la academia, que vieron la oportunidad de imponer el intervencionismo ante un partido que perdía referentes moderados. Un Biden, histórico defensor del centro liberal, pero ahora avejentado y debilitado, generó la ocasión perfecta para avanzar la ingeniería social que adora el marxismo cultural.
2. El partido demócrata pasó de defender a Israel y los valores de Occidente a abrazar el antisemitismo y la equidistancia entre teocracias liberticidas que difunden el odio a Estados Unidos y la única democracia de Oriente Medio. El partido demócrata ha sido tristemente un valedor de la ola antisemita que ha tomado las universidades antaño más prestigiosas del mundo, sea por inacción o por apoyo a grupos de activismo radical.
3. El partido demócrata no solo ha defendido sino difundido ese aberrante concepto de la ideología “woke”, incitando a la cancelación y el veto del disidente y atacando la base de la democracia liberal, la libertad de expresión y la familia. La ingeniería social, la destrucción de la identidad y la ideología totalitaria e identitaria que reduce a los individuos libres a ser una pieza de ajedrez en un colectivo predeterminado asfixian una sociedad que se vanagloriaba de ser libre y abierta y ya amordaza hasta a los comediantes. La imposición, la censura y el amedrentamiento impuestos por la secta de la nueva inquisición del pensamiento único.
4. La política inflacionista ha asfixiado a la clase media y las pequeñas empresas. La injustificada política mal llamada expansiva ha llevado a Estados Unidos a un nivel de inflación que ha ahogado a las familias, disparado el déficit y los impuestos. La cuña fiscal a los norteamericanos ha aumentado en dos puntos, el impuesto inflacionario ha hecho que los salarios reales se estancaran y Biden deja una deuda sin precedentes en tiempos de bonanza y un déficit inmoral de casi dos billones de dólares con ingresos fiscales récord.
5. Biden ha empobrecido a una enorme parte de la población en medio de la recuperación. Biden llegó con la recuperación a toda marcha en enero de 2021. No tuvo que lidiar con el encierro ni con el impacto económico de la pandemia. Estados Unidos se recuperó más rápido y mejor que Europa a pesar de no haber utilizado un nivel de gasto público tan obsceno como el europeo, y Biden ya llegó con una economía en rebote espectacular. El PIB cayó menos en 2020 y se recuperó antes. Biden ha tenido todo el viento de cola de la recuperación post-covid, todo el impulso fiscal y un gigantesco estímulo monetario a su disposición y, sin embargo, la deuda está a máximos históricos, los impuestos han subido, la ratio de empleo sobre población no se ha recuperado a niveles pre-covid y la ratio de participación laboral tampoco y encima los ciudadanos sufren una inflación creada por el exceso monetario y fiscal. El paro es muy bajo, pero el empleo a tiempo completo lleva doce meses estancado. Los salarios reales crecen por debajo del 1 % anual en su mandato, casi un tercio del periodo previo. La deuda por tarjetas de crédito se ha disparado a un récord y las familias sufren el impuesto inflacionario y las subidas de impuestos, que recayeron en su gran parte en la clase media (como siempre con el socialismo), según la Tax Foundation.
6. Biden criticó la política exterior de Trump y lo ha hecho peor. No es solo su falta de compromiso con la libertad y con Israel o su posición débil con Irán. Es que Biden pasó años atacando la mal llamada “guerra comercial” de Trump y la ha acelerado.
7. Una política con respecto a la inmigración ilegal que no contenta a nadie. Es curioso ver a Biden presentarse como el que ha sido más duro contra la inmigración ilegal cuando debate con Trump y a la vez verle a él y a su vicepresidenta defender lo contrario.
8. Fracaso de la vicepresidenta. El efecto Kamala Harris ha sido uno de los mayores fiascos de la maquinaria demócrata. El nivel de popularidad de la vicepresidenta es atroz, y además muy bajo entre la comunidad afroamericana. Maneras forzadas y un palmarés de intervenciones desafortunadas que obligan a que Biden siga como candidato a pesar de sus evidentes problemas y a la vez sabotean la llegada de una alternativa ilusionante. Que las alternativas a Biden y Harris sean todavía más woke y más socialistas es desesperante.
9. Crisis de opioides. Viajar a Estados Unidos y ver las calles de Los Ángeles, San Francisco, y tantos otros baluartes demócratas repletas de zombis vivientes, de miseria, delincuencia y drogadicción, demuestran cómo las políticas socialistas pueden hundir hasta un paraíso como era California. Las políticas importan y si una de las alternativas a Biden y Harris es Gavin Newsom, que ha hundido California en un erial, imagina qué haría como presidente.
10. Una política orientada a la agenda de los multimillonarios olvidando los problemas de la clase media. Atacar a la independencia energética de Estados Unidos, poner como prioridad las políticas impuestas por multimillonarios enamorados de la ingeniería social y olvidarse de las clases medias y las pymes es una constante entre el socialismo global de las dos últimas décadas. Anteponer la ingeniería social y el dirigismo a la prosperidad y la libertad.
Usted pensará que estos diez puntos no son tan importantes ante un posible segundo mandato de Trump, pero millones de ciudadanos norteamericanos no recuerdan al Trump que usted lee, sino al que consiguió el menor desempleo entre afroamericanos y latinos en décadas y mayor aumento de salarios reales (hablar en términos nominales solo se le ocurre a un socialista).
Usted pensará que la guerra comercial es un riesgo, pero es que Biden no ha parado, ha acelerado esa guerra. Usted pensará que la política exterior es un riesgo, pero es que ignorar la amenaza de Irán y abandonar la lucha por los valores de la libertad es un riesgo ya evidente. Por supuesto que Trump no es perfecto, pero hay algo que no le dicen. Trump es una consecuencia, no una causa. Trump es la consecuencia de asaltar las libertades individuales, la libertad de expresión, la libertad económica y todo lo que hizo de los Estados Unidos de América el país más envidiado del mundo.
Usted pensará que estos diez puntos no son tan importantes como otros factores políticos y personales de Trump que no le gustan a la prensa o al consenso, pero eso, mis queridos amigos, es un lujo de ricos. La inmensa mayoría de los norteamericanos no se pueden permitir las prioridades que algunos intelectuales imponen. Tienen que poner en marcha su negocio y pagar las facturas de su familia. Y quieren un país libre con todas sus consecuencias, no un campo de pruebas de ingeniería social.
Estados Unidos no se creó para contentar a académicos y burócratas, sino para defender a los ciudadanos de los excesos gubernamentales. Si el partido demócrata hubiese defendido sin complejos los valores de la libertad económica y de expresión y un gobierno facilitador, no habrían llegado al desastre que vimos en vivo la noche del jueves.
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