Opinión

El espejismo de la sostenibilidad de las pensiones

El sistema funciona por decreto porque si es deficitario, no puede ser sostenible

Economía.- El 51% de españoles desconoce cómo se financian las pensiones y la cuantía media, según Funcas
Cada vez hay más pensionistas con pagas más altasEuropa Press

Hay cosas que solo suceden en España, por ejemplo, que gastemos más de lo que ingresamos y lo llamemos sostenibilidad, y lo hacemos con alegría, con convencimiento, incluso con orgullo patriótico y, si alguien osa señalar que los números no cuadran, se le acusa de alarmista o de estar en contra del Estado del bienestar. Pero lo cierto es que el sistema público de pensiones se ha convertido en el único milagro económico que funciona por decreto porque, si analizamos la evolución de los ingresos y gastos de nuestro sistema de pensiones no hay que ser muy listo para darse cuenta que si es deficitario no puede ser sostenible, a pesar de lo que digan muchos de nuestros políticos.

Para algunos, este desequilibrio entre ingresos y gastos es un detalle sin importancia porque los ingresos crecen, es cierto, pero el gasto vuela porque los pensionistas aumentan, las pensiones suben y la esperanza de vida se alarga, lo que supone una combinación estupenda, salvo por el pequeño inconveniente de que nadie ha explicado quién pagará la fiesta. Mientras, la solución oficial es maravillosa, basta con tener más cotizaciones, más impuestos y, si hace falta, más deuda, de modo que la economía española, según parece, se sostiene con el mismo principio que la magia, basta con creer. Pero no es magia, son tus impuestos.

Además, tenemos una hucha que nos dicen que está engordando, que alcanza cifras históricas y que simboliza la solidez del sistema donde el Gobierno presume de haberle devuelto la confianza, aunque sea con dinero que no tenemos porque realmente crece a base de préstamos y del exceso de cotizaciones que pagan algunos ciudadanos sin generarles más derechos a futuro. Es decir, que la hucha no es más que un mero espejismo contable de cara a la galería.

Y cada mes, millones de trabajadores pagan religiosamente sus cotizaciones que son repartidas entre los pensionistas con la eficiencia de un reloj suizo hasta que llega la paga extra y el reloj se detiene, la caja está vacía y toca pedir prestado al Estado para poder decir que todo está bajo control. Pero todo sale de la misma cartera, por lo que es como pasarse dinero de un bolsillo a otro y pensar que así estamos mejor, con un matiz, que el sistema de pensiones es, cada vez, menos contributivo y más impositivo, lo que se traduce en que la cuantía de la pensión, cada vez, guarda menos relación con las contribuciones realizadas a lo largo de la vida laboral.

Mientras tanto, la deuda de la Seguridad Social supera los 160.000 millones de euros a pesar de que nos dijeron que, con los nuevos ajustes, el sistema sería sostenible y se pinta todo de color rosa pues basta con decir que, aunque suba el déficit estamos aumentando la protección social, si sube la deuda estamos invirtiendo en bienestar y si faltan cotizantes tenemos una oportunidad demográfica, aunque tengamos varios millones de parados.

Profundas reformas

La consecuencia es una redistribución silenciosa pero profundamente injusta pues los trabajadores actuales soportan una presión creciente, pagan más que nunca y financian con sus cotizaciones y sus impuestos unas pensiones que el sistema no puede sostener por sí solo. Es decir, se trata de una transferencia de renta desde los jóvenes hacia los mayores, que puede ser políticamente rentable a corto plazo, pero que condena a las generaciones futuras a un modelo insostenible, aunque se les promete estabilidad mientras se aplaza el ajuste que tarde o temprano habrá que acometer.

El problema no es coyuntural, sino estructural pues sabemos que la generación del baby boom ya comienza a jubilarse masivamente y el número de cotizantes por pensionista seguirá cayendo. Incluso con una economía en crecimiento, la aritmética es implacable pues habrá menos trabajadores para financiar más pensiones y de mayor cuantía y ningún sistema de reparto puede soportar eso sin reformas profundas. Sin embargo, se ha optado por la vía fácil, subir cotizaciones, endeudarse y confiar en que el futuro se resuelva solo.

Quizá dentro de unos años descubramos que los milagros, cuando se financian con deuda, tienen fecha de caducidad, pero para entonces ya habrá otro ministro, otro plan de equilibrio y otra hucha que llenar, porque en España la sostenibilidad no se calcula, se decreta.