Análisis
El euro digital: un peligro para la privacidad y el futuro del dinero
Los ciudadanos y bancos europeos están preocupados, ya que puede ser un arma de vigilancia disfrazada y pocos dudan que los gobiernos harán todo lo posible por utilizarlo como tal
El Banco Central Europeo ha acelerado su plan para un euro digital y recientemente ha contratado a las principales empresas tecnológicas globales para desarrollar su arquitectura. Sin embargo, los ciudadanos y bancos europeos están, con razón, preocupados, ya que una moneda digital de banco central supone riesgos importantes para la privacidad, la libertad y una grave erosión de la capacidad del sector bancario de prestar y operar adecuadamente.
Las monedas digitales de bancos centrales (CBDCs) no son dinero electrónico. Significa tener tu dinero en el banco central y, además, en su arquitectura se crea como moneda fungible y programable. El BCE ha confirmado en informes y aclaraciones que el euro digital incluirá, “de manera opcional y limitada”, capacidades de pago programable.
La arquitectura y documentos sobre el euro digital incluye la posibilidad de pagos condicionados, dinero programable y caducidad, aunque el BCE insiste en que solo se permitirían, si se desarrollan, para usos empresariales y “nunca” para limitar, directa o indirectamente, la libertad de los particulares. Sin embargo, su mera existencia abre la puerta a implementar restricciones como la caducidad de saldo o pagos restringidos por motivos regulatorios o excepcionales que existe en el nivel técnico y podría emplearse, cómo no, argumentando periodos de crisis o supuesta urgencia, como siempre ocurre. En Estados Unidos, la administración Trump ha emitido una orden ejecutiva prohibiendo el uso de estos instrumentos, calificándolos de “tiranía monetaria”.
El BCE ha cedido reiteradamente a presiones políticas para aplicar herramientas expansivas en favor de la financiación pública
A diferencia de los pagos electrónicos actuales, una moneda digital de banco central otorga a las autoridades monetarias acceso total y directo a cada transacción y cuenta de ahorros. Esto permitiría monitorizar, controlar o incluso penalizar comportamientos financieros considerados indeseables por las autoridades. Argumentar que no se hará no sirve, dada la historia de incumplimientos de mandato ante situaciones denominadas excepcionales.
Además, una CBDC eliminaría los límites actuales en el sistema financiero que evitan un aumento excesivo de la cantidad de moneda en el sistema. Al saltarse a los bancos comerciales y los mecanismos de crédito, los bancos centrales pueden aumentar instantáneamente la oferta monetaria y financiar cualquier exceso gubernamental, destruyendo los límites tradicionales. Eliminar la intermediación de los bancos comerciales desestabiliza la creación de crédito e incrementa el riesgo de desplazamiento del sector privado.
Los principales argumentos a favor de un euro digital, como la eficiencia, comodidad y la mejora de la transmisión de la política monetaria no resisten un análisis serio. Ninguno de esos supuestos beneficios requiere una moneda centralizada y mucho menos un monopolio monetario por ley impuesto desde el banco central. Si esos fueran los verdaderos objetivos, los responsables políticos fomentarían una mayor descentralización y competencia, no más centralización.
No es extraño que preocupe la prisa y obstinación del banco central en crear un instrumento que supone mayor centralización cuando no hay necesidad de su existencia. Afirmar que el euro digital ya existe para los bancos comerciales y, por lo tanto, solo se pretende ofrecerlo a los ciudadanos no tiene sentido. No es lo mismo un mecanismo de provisión de liquidez que un sistema de pago centralizado sin alternativa. Es más, si fuera solo “ofrecer” la opción, no se estaría insistiendo en una prisa legislativa que no tiene nadie.
Lagarde ha mostrado su frustración ante el retraso del euro digital por la “lentitud de los sistemas democráticos”, y afirmaba: “la democracia es algo de lo que los europeos nos enorgullecemos, pero puede ser demasiado lenta cuando la rapidez es esencial”. Sin embargo, la rapidez y la prisa no son esenciales ni evidentes.
Una moneda digital de banco central otorga a las autoridades monetarias acceso total y directo a cada transacción y cuenta de ahorros
No podemos olvidar que la afirmación de que los riesgos antes mencionados no van a darse es fácilmente rebatible tras años de sobrepasar límites con la excusa de emergencias y excepciones. Tampoco se sostiene el argumento de que el euro se tiene que preparar ante la competencia de criptomonedas o monedas fiduciarias extranjeras. Si el BCE cumple su mandato como hizo durante años, no tiene nada que temer. La única razón para temer esa competencia es si el BCE es consciente de que vas a destruir el poder adquisitivo de la moneda más que sus comparables.
Teniendo en cuenta que ya se han sobrepasado los limites de la política monetaria varias veces con incumplimientos de mandato por supuestas urgencias excepcionales, es normal que se tema que este instrumento solo sirva para mayor control estatal y una rápida financiación monetaria de los constantes excesos de gasto gubernamental.
La obsesión por acelerar el proceso de introducción del euro digital hace sospechar que el banco central no busca fortalecer el uso de la moneda haciéndola atractiva, sino imponiendo su uso a cualquier costa justo cuando Europa se enfrenta a una crisis de deuda en Francia y los países miembros de la eurozona se niegan a reducir gasto público para controlar sus déficits.
El euro es el proyecto monetario más exitoso de la historia moderna. Ese éxito no ha venido por centralización e imposición, sino porque ha supuesto un freno a los excesos fiscales e inflacionarios de los gobiernos y ha permitido que los ciudadanos de la zona euro mejorasen en riqueza y acceso a crédito barato comparado con el infierno inflacionario que eran sus monedas nacionales, excepto el marco. Tras años de éxito incuestionable, las dudas sobre la independencia del banco central aumentaron al errar constantemente a favor de mantener los excesos fiscales de los estados miembros. Parece que el banco central teme a la competencia, algo que no tiene sentido si su objetivo es realmente controlar la inflación.
El euro ha sido un éxito porque ha supuesto un freno a los excesos fiscales e inflacionarios de los gobiernos
Los bancos comerciales europeos, que ya sufrieron la aberración de los tipos nominales negativos, tendrán un impacto negativo. El euro digital empujará inevitablemente a los bancos comerciales a un papel marginal y subsidiario. Un euro digital considerado legalmente libre de riesgo extraería fondos del sistema financiero privado, dificultando el crédito y priorizando el financiamiento a gobiernos sobre préstamos a familias o empresas. Esto elimina restricciones clave a la inflación y somete directamente la política monetaria a las prioridades de gasto político.
La centralización siempre es una amenaza, y esas leyes y supuesta independencia se ponen en duda cuando el banco central ha cedido reiteradamente a presiones políticas para aplicar herramientas monetarias expansivas en favor de la financiación pública. Es más, casi nadie se cree la garantía de privacidad y libertad cuando el espejo es un sistema de control social represivo como el de China.
Un euro digital puede ser un arma de vigilancia disfrazada de dinero, y pocos dudan que los gobiernos harán todo lo posible por utilizarlo como tal. Por ello, muy pocos creen en el efecto tranquilizador de esa regulación y leyes que se solicitan con tanta urgencia.
Si el banco central realmente quiere más eficiencia, tecnología y una moneda sólida y apreciada globalmente, debería fomentar la descentralización y la competencia, no lo contrario.