Estados Unidos

Sin cambios en la política monetaria de Trump

El nuevo presidente de la Reserva Federal de EE UU, Jerome Powell
El nuevo presidente de la Reserva Federal de EE UU, Jerome Powelllarazon

La Reserva Federal, el banco central más poderoso del planeta, cuenta con un nuevo presidente: Jerome Powell. Donald Trump optó por no renovar el mandato de la actual presidenta, Janet Yellen, y depositó su confianza en uno de los actuales miembros del consejo de gobierno de la Fed. La decisión, acaso por coincidir con las expectativas mayoritarias de los inversores, no ha suscitado una gran controversia, pero tal vez sí debería haberlo hecho.

Ni siquiera está claro que Yellen mereciera ser cesada. A simple vista, la economista ha cumplido extraordinariamente bien la triple misión que, según los propios estatutos de la Fed, ha de perseguir el banco central: garantizar la estabilidad de precios y de tipos de interés a largo plazo, así como un bajo nivel de desempleo. Desde que Yellen alcanzara su puesto en 2014, inflación, desempleo y tipos de interés se han mantenido en tasas muy reducidas y han exhibido una notable estabilidad. Bajo tales parámetros, la gestión de Yellen ha sido muy positiva y no existirían argumentos de peso para reemplazarla.

Cabría contraargumentar –y yo mismo suscribiría este contraargumento– que esos no son los parámetros verdaderamente adecuados para enjuiciar a la banquera. El gran reto con que se va a enfrentar la Fed durante los próximos años es el de retirar todos los estímulos monetarios que inyectó en el sistema bancario estadounidense desde el inicio de la crisis, pues en caso contrario se corre el riesgo de formación de nuevas burbujas. Es decir, el reto de la Fed será el de endurecer la política monetaria e incrementar los tipos de interés. Y es sabido que Yellen tenía una actitud excesivamente laxa a este respecto: su postura era que los tipos de interés debían incrementarse con extrema cautela para evitar la preocupación de los mercados financieros.

En este sentido, si Trump se preocupara por los riesgos de un clima de tipos de interés ultrabajos, sería lógico que hubiese buscado a un presidente capaz de ponerle fin. Pero, en tal caso, no habría escogido a Jerome Powell, sino a otro de los candidatos con los que incluso llegó a reunirse: John Taylor. Taylor es uno de los más afamados especialistas en teoría monetaria de la actualidad y, de acuerdo con su conocida regla para la determinación de los tipos de interés, éstos deberían ubicarse ya en el 3,15%, muy lejos del actual 1,15%. Pero Trump no escogió a Taylor, sino a Powell. Y escogió a Powell justamente porque éste último se ha mostrado partidario de continuar con el laxo enfoque de política monetaria apadrinado por Yellen.

En definitiva, Trump quiere mantener la política monetaria de bajos tipos de interés de Yellen pero sin Yellen. ¿Y por qué? ¿Para qué cambiar de jinete mientras se continúa cruzando el río si, en última instancia, se cree que el jinete ya está cabalgando correctamente? Pues por la hipoteca discursiva con la que carga el actual presidente de EE UU: antes siquiera de ser nombrado candidato republicano a la Casa Blanca, Trump cargó en diversas ocasiones contra Yellen no por un desacuerdo profundo con su política monetaria, sino por el mero hecho de haber sido elegida por Obama. Por mera coherencia formal, pues, el magnate neoyorquino no podía permitirse ahora mantener a Yellen en su cargo. Su sustitución por Powell es un mero recambio formal, no de criterios.

Así pues, todo hace prever que la política monetaria de EE UU no variará su rumbo actual: incrementos suaves y progresivos de tipos de interés que, en consecuencia, no despejarán el riesgo de que se alimente un nuevo ciclo de sobreendeudamiento y de burbujas de activos. Powell es la nueva Yellen.

EL desempleo sube en Cataluña

Aunque todavía es muy temprano para evaluar el impacto económico que la incertidumbre institucional generada por el «procés» independentista ha podido tener en Cataluña, los primeros indicadores que vamos conociendo no son particularmente alentadores. Y es que este viernes se divulgó que el paro registrado había aumentado en toda España durante el mes de octubre, concretamente, en 56.844 personas. Semejante repunte no es sorprendente, dado que suele acaecer todos los años durante esta época. De hecho, en octubre de 2016 también creció en 44.685 personas. Mucho más llamativo, sin embargo, es que Cataluña haya liderado este incremento del desempleo: 14.698 personas más, el doble que el mismo mes de 2016. Todavía peor; en términos relativos, el aumento del paro más que duplica el del resto de España, cuando habitualmente era inferior. Como decimos, todavía es pronto para extraer conclusiones definitivas, pero los primeros datos que vamos recibiendo parecen confirmar los temores de que la crisis política ha impactado negativamente sobre la economía catalana.

Engaño a los autónomos

El BOE ha publicado recientemente la Ley de Reformas Urgentes del Trabajo Autónomo, donde se contienen una serie de provisiones fiscales y regulatorias dirigidas a facilitar la actividad profesional de los trabajadores autónomos. La legislación era imprescindible por cuanto este colectivo constituye uno de los pilares sobre los que descansa la generación de riqueza en España y, pese a ello, sufren un profundo maltrato por parte de la Administración. En líneas generales, la reforma contiene buenas medidas que abaratarán el coste de ejercer como autónomo en nuestro país. En un punto, empero, los legisladores nos han engañado a todos: se les prometió a aquellos autónomos que trabajaran desde su hogar que podrían deducirse el 30% de sus gastos en suministros (agua, luz o internet) y finalmente no será el 30%, sino el 30% de aquella porción de la vivienda que los autónomos destinen a su actividad. En la práctica, pues, estamos hablando de un porcentaje muy inferior al anunciado: por ejemplo, un autónomo que destine el 20% de su vivienda a su profesión sólo podrá deducirse un 6% de los gastos.

Venezuela, en quiebra

Solía decir la primera ministra británica, Margaret Thatcher, que el socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero... de los demás. Y en el caso de la autocracia venezolana, eso es justo lo que ha sucedido. El país lleva varios años sumido en el caso económico más absoluto: hiperinflación, desabastecimiento, caída de los salarios reales y hundimiento de la producción. A todos estos desastres, se les suma ahora la quiebra del sector público y, más en concreto, de la petrolera estatal PDVSA, lo que terminará de expulsar al país de los mercados financieros internacionales. Esta semana, el presidente venezolano Nicolás Maduro anunciaba que PDVSA no podría hacer frente al pago de su deuda en dólares, de modo que tendría que someterla a una reestructuración, esto es, a un impago parcial. Tan pronto como los precios del petróleo pincharon desde sus niveles anormalmente elevados desde un punto de vista histórico, el petrosocialismo bolivariano se derrumbó en todos los frentes. Fracaso tras fracaso hasta el desastre final.