Opinión

El sinsentido de topar los precios

Los agricultores han avisado de que si se pone un tope podrían exportar toda la producción. La distribución está menos concentrada que en Europa

El IPC sube una décima en enero pese a la rebaja del IVA de los alimentos
El consumo de marcas blancas se ha disparadoEl IPC sube una décima en enero pese a la rebaja del IVA de los alimentos

Llevamos semanas oyendo hablar de poner un tope a los alimentos básicos, pero sin tener muy claro la postura del Gobierno y sin saber muy bien cómo se puede aplicar. El foco se ha puesto en el sector de la distribución, que ya no puede más y ha advertido al Gobierno sobre las consecuencias de intervenir el sector de la alimentación.

Las tres grandes asociaciones del sector –Asedas, Anged y Aces– comparten la preocupación por el incremento de los precios y también son conscientes de que si no derivan el alza de costes a los clientes, la situación podría llevarlos a pérdidas en semanas. Por ello abogan por tener paciencia hasta que se estabilicen los precios o que empiecen a remitir.

Hay que recordar que el sector lleva meses haciendo cábalas para sortear esta inflación que también les afecta. Así, muchas empresas de distribución tardaron en aplicar las subidas de precios por el transporte, energía e incluso materias primas desde origen a los consumidores y esto les ha llevado a reducir los márgenes en toda la cadena de valor. Sin olvidar que la cadena alimentaria ha mantenido los precios de la alimentación estables en los últimos 20 años.

Pero las consecuencias negativas también repercutirían en la variedad de los lineales: somos uno de los primeros productores y exportadores de alimentos del mundo y la fijación de precios podría derivar en una pérdida de rentabilidad y desabastecimiento, tanto en la distribución como en la producción.

La asociación agraria COAG apuntaba que, si se imponía un tope al precio en el mercado español, los productores podrían decidir exportar su producción. Y, por si fuera poco, se ha intentado presentar a la distribución como un oligopolio, cuando el sector en España se encuentra menos concentrado que en Europa y nuestra oferta es muy superior para los consumidores.

Las autoridades de competencia han explicado, en varias ocasiones, la oportunidad de elección: el 40% del producto fresco se compra en comercio tradicional y los precios se conforman de manera eficaz. Todo ello nos lleva a pensar el sinsentido de esta medida, con más efectos negativos que positivos.

Luis Losantos es profesor del EAE Business School