Deuda pública
Trump, a favor de la deuda
El presidente de Estados Unidos repite el mismo patrón de incoherencia de muchos otros políticos y propone ahora suprimir el techo de deuda para tener un cheque en blanco para gastar
Donald Trump ha decidido abrazar una de las propuestas más irresponsables de la izquierda progresista estadounidense: la eliminación del techo de deuda. Una medida que hasta ahora solo defendían figuras como Elizabeth Warren y el ala más radical del Partido Demócrata, y que ahora cuenta con el respaldo explícito del presidente republicano. La sorpresa ha sido mayúscula, sobre todo entre quienes lo apoyaron creyendo que abanderaría la causa de la disciplina fiscal y el control del gasto público. La propuesta no es un simple tecnicismo presupuestario, sino una cesión de poder en favor del Ejecutivo para endeudar al país sin límite alguno.
El techo de deuda ha funcionado históricamente como una palanca legislativa que permitía condicionar el incremento del endeudamiento público a ciertas reformas estructurales. Su mera existencia obligaba al Gobierno y al Congreso a sentarse a negociar medidas de contención fiscal cada vez que se alcanzaba el límite legal de deuda. En 2011, por ejemplo, la mayoría republicana en el Congreso se negó a elevar sin más el techo de deuda a la administración Obama, y sólo lo hizo a cambio de un ajuste del gasto público superior al importe autorizado de nueva deuda.
Pero ahora Trump propone suprimir este mecanismo bajo el argumento de que podría desencadenarse una crisis financiera si no se eleva a tiempo, como si la catástrofe no fuera precisamente la emisión ilimitada de deuda sin ningún contrapeso institucional. Argumenta Trump que el techo es una “herramienta peligrosa en manos de políticos irresponsables”, cuando lo cierto es que su eliminación entrega un cheque en blanco al Ejecutivo, sea republicano o demócrata.
Lo más llamativo del caso no es que lo proponga Warren, sino que sea Trump quien haga suya esa misma posición. El mismo Trump, que en 2011 pedía a los republicanos endurecerse frente a Obama y usar el techo de deuda como palanca de negociación, ahora lo desprecia porque limita su propia capacidad de gasto. Es decir, repite el mismo patrón de incoherencia que ha caracterizado y caracteriza a muchísimos otros políticos.
Lo que debería llamar poderosamente la atención es el silencio de muchos de quienes, durante la campaña, confiaron en que Trump restauraría la cordura fiscal en Washington. El giro de Trump no es solo una claudicación ideológica, sino la confirmación de que el populismo presupuestario no conoce colores partidistas.