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Macroeconomía

Una crisis de deuda, ¿de temor a realidad?

Pedro Sánchez se enfrenta al reto de deducir la deuda, algo difícil si desea aumentar el gasto público/REUTERS
Pedro Sánchez se enfrenta al reto de deducir la deuda, algo difícil si desea aumentar el gasto público/REUTERSlarazon

El endeudamiento, tanto público como privado, ha registrado recientemente su máximo histórico. Algunas voces sostienen que ése será el motivo de la próxima recesión.

La recuperación económica no nos ha dejado tranquilos ni mucho menos. La alegría ha durado muy poco, ya que son bastantes las voces que ya avisan de los peligros de nuevas crisis. Una de las causas más señaladas es la elevada deuda que mantienen las economías desde la pasada recesión, que se añade a la que acumula el sector privado. En todo el mundo, la suma ha crecido un 60% desde 2007, según el Fondo Monetario Internacional, alcanzando la cifra récord de 182 billones de dólares. Y cabe preguntarse lo que realmente ocurriría si esta situación se enquista.

Está claro que en España una crisis de deuda no pasaría desapercibida, ya que la nuestra es bastante elevada, y seríamos más vulnerables que otras naciones más saneadas en este sentido. De hecho, el FMI señala que cerraremos 2018 con una deuda del 97,2% del PIB (un 97% según el Gobierno), mientras que la zona euro lo hará con un 84,4%. En 2007, la misma cifra solo era del 65%. Es decir, aún queda mucho para que los países del euro puedan presumir de haber recuperado los niveles previos a la crisis.

Estados Unidos

Aunque al otro lado del charco les queda todavía más que remontar. La economía estadounidense salió milagrosamente de la crisis, antes que Europa. Sin embargo, su deuda pública supera el 106% del PIB, cuando en 2007 era del 64,8%. Y en lugar de reducirse, seguirá aumentando hasta el 117%, según el FMI. Pero no parece que de momento, haya riesgos para caer en una recesión por este motivo. Tanto la zona euro como EE UU parecen que pueden pagar sus deudas sin ningún problema, y los tipos de interés de los bonos soberanos no son tan elevados como para que a un país le cueste pagar su deuda, como le ocurrió a Islandia en 2008.

No obstante, hay que tener cuidado con las políticas económicas, pues en situación de deuda elevada se puede contagiar fácilmente a otros puntos del sistema. En este sentido, el profesor de Esade Pedro Aznar explica que, para naciones con un alto débito como Italia o España, presentar presupuestos con un alto gasto público puede tener sus consecuencias: «Creo que se han aprendido lecciones del pasado pero, como el caso italiano está mostrando, los mercados reaccionan ante dudas sobre la sostenibilidad de la deuda pública. Por tanto presupuestos muy expansivos o en los que el déficit final se aleje del presupuestado pueden impactar sobre todo en el sector financiero».

Salir de la crisis

Además, aunque la próxima crisis no sea de deuda, entrar en ella con una excesiva podría hacer el agujero de la recesión más hondo que del que hemos salido hace poco, y que abandonamos gracias, precisamente, al endeudamiento. «En la anterior crisis, España tuvo capacidad de endeudamiento público porque la deuda pública estaba en el 60% del PIB pero hoy en día estamos en el 100% del PIB. Para la siguiente, fomentar el crecimiento vía deuda pública no va a ser factible fácilmente», afirma el profesor de Economía de la Universidad CEU San Pablo Roberto Carrasco.

Y quienes tendrán que resolver ese problema no son los políticos actuales, sino los que quieran ser los responsables de la economía nacional el día de mañana. Los jóvenes tendrán que apretarse los bolsillos incluso más que en la anterior experiencia recesiva: «Creo que el desenlace de esa reducción irremediable de deuda pública no será bueno para las generaciones futuras por lo que es vital prepararles para que sean más austeros y frugales de lo que lo han sido los diversos gobiernos de sus padres, que figurarán como últimos culpables del fallo del sistema económico basado en el sostenimiento de la economía por parte del Estado», explica Carrasco.

Esos padres, cuando sus hijos sean los encargados de mantener saneadas las cuentas, serán ya jubilados. Y serán tantos que supondrán un verdadero escollo para que la deuda pública se pueda sostener a unos niveles razonables. Las estimaciones demográficas de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) auguran que en 2050 la población española mayor de 67 años sea superior a los 15 millones de personas, casi duplicando la cifra actual. Por otro lado, la población disponible para trabajar descenderá en casi un millón de personas hasta poco más de 30 millones.

En resumen, el gasto público en pensiones y sanidad aumentará considerablemente debido al envejecimiento de la población. Sin embargo, será complicado lograr ingresos suficientes de los trabajadores y empresas, lo que conlleva a un inevitable aumento de la deuda pública. Por eso urge rebajarla lo máximo posible antes de que las estimaciones demográficas comiencen a cumplirse y a tener sus efectos en la sostenibilidad del sistema. La fórmula, según Carrasco, es «buscar medidas para contener el gasto público y fomentar el consumo y la inversión privada para recuperar niveles de empleo previos a la crisis. El estado no crea el trabajo necesario para incentivar cotizaciones sociales que hagan más viable el sistema de pensiones ni es eficiente en el gasto, como hoy en día lo son nuestras empresas. Es necesario fomentar la expansión del sector privado y del sector exterior, que tantas alegrías nos está dando».

Deuda privada

En nuestro país, lo que más aleja los fantasmas de una crisis de deuda es que la privada ha descendido hasta el 136% del PIB a cierre del mes de julio, después de alcanzar su máximo en 2010 con un 215,7% del PIB, según los datos del Banco de España. Donde residen posibilidades de que la deuda privada no financiera se convierta en un serio problema para la economía es en países emergentes como Brasil, que acumulaba menos de un 50% respecto al PIB en 2007 y ya en 2016 sumaba un 66,45%, sostiene el FMI. India (que en el mismo periodo pasó de un 50,04% a un 55,4%) o Rusia (de un 45,51% a un 70,67%) deben vigilar que las empresas y las familias adquieran un compromiso que luego no puedan enfrentar y haga temblar los bancos, como ocurrió en Estados Unidos y Europa hace una década.

La respuesta de Bruselas

Por mucho que Pedro Sánchez y Unidos Podemos hayan acordado unos Presupuestos expansivos, la última decisión la tomará Bruselas. La Comisión Europea ya está valorando el documento enviado por el Gobierno el lunes de esta misma semana, para comprobar que se cumple con los objetivos de estabilidad marcados para España. El miércoles, saltaba la primera noticia a este respecto. Fuentes de Moncloa afirmaban rotundamente que el presidente de la CE, Jean-Claude Juncker, había dado su visto bueno a los PGE de 2019. Al día siguiente, la novedad era totalmente opuesta. Bruselas observa con recelo las cuentas del Gobierno, ya que duda de los ingresos previstos. Y es que, como explica el profesor Carrasco, «el Estado no puede controlar convenientemente los ingresos pero sí los gastos, a excepción del precio del petróleo y de la evolución del euro/dólar que tiene un impacto bastante relevante en nuestras cuentas públicas».