Editorial

La agenda social es humo sin amnistía

Sánchez someterá a votación de la militancia socialista únicamente el acuerdo alcanzado con Sumar, pero no la amnistía ni el resto de la transacción con el secesionismo

Pedro S‡nchez se reœne con Yolanda D’az
Pedro Sánchez y Yolanda DiazDavid JarFotógrafos

Una omertá casi siciliana reina en todo lo relacionado a la negociación sobre la amnistía a Carles Puigdemont y todos los encausados por el golpe contra el orden constitucional en Cataluña. Moncloa ha decretado la ley del silencio y la opacidad más absoluta sobre los documentos que se están intercambiando al respecto entre los negociadores. Pedro Sánchez aseguró ayer mismo que su investidura está más cerca. Cabe deducir entonces que el presidente ha decidido pagar a cambio de los «síes» de Junts el borrado de los delitos del prófugo y demás cómplices, el reconocimiento del Principado como una nación, el compromiso con una consulta de autodeterminación, la cancelación de la deuda y la entrega de las millonarias partidas que el separatismo demande para sus políticas de desconexión y clientelismo, entre otras exigencias aún desconocidas. Como nadie da una explicación ni responde una pregunta en el Ejecutivo más oscurantista y tenebroso de la historia de la democracia, interesado exclusivamente en la desinformación, la propaganda y la censura, solo podemos concluir que se aproxima el final feliz para el prófugo de Waterloo y por ende para Pedro Sánchez, que se asegurará otros cuatro años en el poder a cuenta de una terrible factura que costeará España y padecerán los españoles. Ese es el único guion posible en esta opereta en el que el presidente en funciones nos ha embarcado por un interés y un objetivo exclusivamente personales, al poner el futuro de la nación en manos de uno de sus principales enemigos. Como epítome de esa determinación de extender la alfombra roja a un delincuente en busca y captura contra la moral pública, la Constitución, el interés general y la voluntad del pueblo español, Sánchez someterá a votación de la militancia socialista únicamente el acuerdo alcanzado con Sumar, pero no la amnistía ni el resto de la transacción con el secesionismo. Limitar la exposición de la maniobra incluso a la crítica interna, no digamos ya a la externa, es parte de una política de contención de daños que prueba en sí mismo su condición desleal y deshonesta. Porque toda la puesta en escena, toda la teatralidad en la que el acuerdo entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz ha sido otro acto del drama, es a día de hoy humo si a Puigdemont se le antoja bajar el telón. La agenda social que los socialistas de carné votarán con entusiasmo en breve, con aroma peronista, intervencionista y expoliador, tiene como razón de ser que se mejore la situación de la gente, conforme al argumentario oficial. Más allá de que los españoles sepan hasta qué punto el sanchismo ha precarizado sus vidas, el señuelo de lo social es una fallida declaración de intenciones que no distrae ni desvía el foco del mercadeo bilateral que nos aboca a un escenario de excepción democrática.