Editorial

Ni convivencia ni concordia, referéndum

Que se haya sacrificado el bien común por siete escaños en el peor acto de corrupción de la democracia hace creer que, en efecto, el referéndum de autodeterminación se encuentra encima de la mesa, como anuncian ERC y Junts

Varias personas sujetan una bandera estelada durante la manifestación organizada por la Izquierda Independentista.
Varias personas sujetan una bandera estelada durante la manifestación organizada por la Izquierda Independentista.Kike RincónEuropa Press

La voracidad de los independentistas ha sido una constante en estos años de historia democrática. Su relación con los gobiernos del Estado se ha cimentado en sacar provecho de la sesgada aritmética parlamentaria para enriquecer sus privilegios. Y así han seguido siempre que el poder central se lo ha permitido, que ha sido la pauta. Con Pedro Sánchez, sin embargo, el nivel de sometimiento ha alcanzado cotas inimaginables, paradójicamente además, en los peores años del separatismo con una caída en apoyo popular acelerada fruto del desprestigio de la nomenclatura y la decadencia del Principado. La engañifa del España nos roba, de la crueldad del estado, del victimismo antropológico, funcionó hasta que la mascarada se vino abajo. Moncloa se ha encargado de resucitar a un moribundo con una compraventa que ha convertido el revés de las generales en nuevo mandato. Sedición, indultos, malversación, condonación de la deuda, inversiones millonarias, amnistía... han mudado la faz de la derrota tras el golpe contra el orden constitucional en una victoria frente a la legalidad.

Más aún, Sánchez ha hecho suyo el relato mendaz del procés para oficializar que hubo represión contra delitos que no eran delitos, que la democracia que se comportó como dictadura persiguió a disidentes políticos en el ejercicio de derechos legítimos, que quienes vulneraron las leyes fueron los jueces, los fiscales y las fuerzas de seguridad del estado y que los condenados resultaron las víctimas de una injusticia colosal para frenar los anhelos mayoritarios del pueblo catalán. El presidente ha sellado con su timbre de autoridad política y legal este monumental fraude, esta deslealtad manifiesta. Y lo ha hecho después de prometer a los españoles justo lo contrario, que hubo rebelión y corrupción, que sentaría en el banquillo a Puigdemont, que el 155 fue ajustado y legítimo y que ni gracia ni perdón.

La ambición y el ansia de poder del inquilino de La Moncloa han empujado al país y a su gente a la desprotección frente a los independentistas, que lo volverán a hacer. Ha vaciado el Código Penal para desguarnecer y las defensas del estado de derecho. El presente y el futuro está en manos de los enemigos de la España constitucional asociados con el sanchismo. No habrá concordia ni convivencia ni diálogo, ni nueva etapa para Cataluña, sino el retorno a la más oscura.

Que se haya sacrificado el bien común por siete escaños en el peor acto de corrupción de la democracia hace creer que, en efecto, el referéndum de autodeterminación se encuentra encima de la mesa, según anuncian ERC y Junts, como la independencia fiscal que los inspectores de Hacienda denuncian por «inconstitucional». El desmentido del PSOE nos recuerda lo que hizo con los indultos y la amnistía... Junqueras habla ya de consulta y de volver a la cárcel si es preciso. Se está jugando con fuego con los pirómanos en el poder.