
Editorial
El daño a la nación es ya irreparable
El argumento de que no puede paralizar el país con unos comicios podría suscribirlo cualquier régimen autoritario

Llevaba Pedro Sánchez un año entero sin conceder una entrevista a un medio de comunicación público o privado, pese a que, como comentó a Pepa Bueno, siempre ha estado accesible y a disposición de los periodistas. Sentido del humor no le falta. Eligió los canales de RTVE para romper su récord y abrir el curso entrando en la casa de los españoles que eligieron seguir en directo sus reflexiones, que no fueron, seguro, los que Moncloa esperaba. En cualquier caso, y tras lo visto y lo oído de la entrevistadora y el entrevistado, bien puede el presidente prolongar su mutismo otros doce meses más. Nada nuevo aportó a todo lo que ya conocemos sobre su persona, sus ideas, sus convicciones, sus planes y, sobre todo, su ética personal. Absolutamente nada. Si acaso, las imágenes nos ofrecieron una demacrada versión política y relatora de Pedro Sánchez, agotada, sin lugar a dudas, por siete años de mandato y especialmente por los escándalos que los jalonan. Como es marca de la casa, timbre de su liderazgo, no hubo el más mínimo resquicio para la autocrítica, ni siquiera en el ámbito de los casos de corrupción que afectan a su esposa, su hermano y sus más estrechos colaboradores y amigos. Al contrario, se reivindicó, como ha venido haciendo, como una suerte de campeón de la honradez y la limpieza que arrancó las malas hierbas. Así que, en resumidas cuentas, nada de lo que se investiga en varios juzgados de este país, con el Tribunal Supremo al frente, además de la Fiscalía Anticorrupción y la Guardia Civil, responde a la verdad, sino que todo es el fruto de la conspiración de unos jueces facinerosos que se han organizado para prevaricar a partir de la nada, o sea, de conductas e individuos irreprochables. El ensañamiento de Sánchez con la judicatura, que ayer redobló la portavoz del Ejecutivo y buena parte de los ministros –que son reincidentes–, no es menos deplorable por ser contumaz, y describe por sí solo a un régimen incompatible con la Europa de las libertades. Sánchez comunicó a los españoles que bajo ningún concepto abandonará el poder de manera voluntaria. Fue casi explícito cuando dio por hecho que no sacará adelante los Presupuestos Generales del Estado por tercer año consecutivo, circunstancia que ni le distrae ni le perturba. La Constitución, que le obliga, es hoy en sus manos y en las de Conde-Pumpido, papel mojado. El presidente se rige por su propia lógica, no por la del Estado de Derecho, la Ley o el interés general, pero sobre todo por el pánico a su horizonte penal. Estamos convencidos de que los riesgos futuros para este país son exponenciales con un presidente que no necesita Presupuestos ni al Parlamento y que considera que las elecciones son un riesgo que debe evitar porque no cuenta con la mayoría social. Sánchez es un no demócrata de manual que ha hecho un daño a la nación casi irreparable. El argumento de que no puede paralizar el país con unos comicios podría suscribirlo cualquier régimen autoritario.
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