Editorial

Hacia la legislatura de los separatismos

Lo más preocupante es que sean las minorías separatistas, que entre todas ellas apenas suman el 6,5 por ciento de los votos, quienes tengan en sus manos la estabilidad del país al que quieren trocear.

Hemiciclo del Congreso de los Diputados. © Jesús G. Feria.
Hemiciclo del Congreso de los Diputados.© Jesús G. Feria.Jesus G. FeriaFotógrafos

Hoy, se constituyen las Cortes de la decimoquinta legislatura y la elección de la presidencia del Congreso y de los vicepresidentes y secretarios de la Mesa, lo que proporcionará a los ciudadanos los primeros indicios fiables sobre el inmediato futuro político de la Nación. Que, a estas alturas, no se hayan despejado las dudas sobre el alineamiento de los partidos en liza responde a una anómala realidad, puesto que en una democracia representativa digna de ese nombre la opinión pública suele ser informada del desarrollo de los acuerdos y las alianzas que determinarán no sólo la composición del órgano rector del Parlamento, sino la elección del presidente del Gobierno.

Por supuesto, ha primado la reserva y el secretismo, que la propaganda gubernamental denomina «discreción», que conduce a sospechar que las condiciones impuestas por las formaciones cortejadas desde el PSOE no iban a ser bien recibidas por la mayoría de los españoles. Desafortunadamente, la seguridad con la que el actual presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, da por hecho que repetirá en La Moncloa invita a pensar en lo peor. Hay más anomalías en este comienzo de curso político, como la alta probabilidad de que no sea un diputado del partido que ha ganado las elecciones quien presida el Congreso, hecho inédito en la democracia española, pero, con todo, lo más preocupante es que sean las minorías separatistas, que entre todas ellas apenas suman el 6,5 por ciento de los votos, quienes tengan en sus manos la estabilidad del país al que quieren trocear.

Se nos dirá que los resultados electorales son los que son y que una coalición de gobierno sostenida por una veintena de partidos tiene toda la legitimidad democrática y, por supuesto, así es. Pero, también lo es que los españoles eligieron como ganador al Partido Popular, con 16 escaños de ventaja sobre un candidato socialista que había marcado públicamente a lo largo de la campaña electoral graves y claras distancias con Bildu y Junts, los dos partidos que, según todos los indicios, tienen es sus manos el futuro de Pedro Sánchez.

Que a casi la mitad de los españoles, el 48,7 de los votantes, para ser exactos, sólo les quepa agarrarse a la posibilidad de que la inveterada inclinación del líder socialista a no cumplir su palabra pueda reducir los daños para la unidad de la Nación y la igualdad de todos los ciudadanos que traerá la inevitable ofensiva de los nacionalistas es magro consuelo. Porque parece claro, hoy se verá en la elección de la Mesa, que nos encaminamos hacia esa legislatura de los separatismos, en los que se pondrá a prueba las costuras del sistema democrático español y su fortaleza institucional. Una labor, que descansará fundamentalmente sobre el ganador de las elecciones, Núñez Feijóo, al frente de un partido que tiene mucho que decir desde el poder territorial y el Senado.