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Editorial

Un paseante en la cumbre de la OTAN

El inquilino de La Moncloa ha preferido optar por el papel de paseante y factor discordante en una cumbre convocada para ratificar el incremento presupuestario militar.

Pedro Sánchez, apartado en la foto de la familia de la cumbre de la OTAN en La Haya AP

El papel que ha jugado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la cumbre de la OTAN no representa ni la influencia exterior de España ni el eficaz cumplimiento de sus compromisos militares en los más diversos escenarios geopolíticos, reconocido por todos los mandos aliados, ni, por supuesto, el espíritu de solidaridad, concordia y acuerdo que ha presidido la integración y permanencia de nuestro país en la Alianza Atlántica, la organización de defensa multinacional más importante de las que ha habido en la historia mundial.

Ciertamente, factores estratégicos sobrevenidos, como la guerra de Ucrania, o políticos coyunturales, como la presidencia de Donald Trump, están condicionando necesariamente la toma de decisiones y los planteamientos a futuro de la Alianza, pero siempre en el marco de unas negociaciones y unos acuerdos que tienen en cuenta las circunstancias particulares de los socios. Circunstancias que no se limitan, como parecen creer los socios gubernamentales de Sánchez, a las condiciones económicas y financieras de cada país, sino a otras tan importantes como la situación geográfica, la población, los recursos estratégicos y las capacidades industriales. Dicho de otra forma, se puede estar de acuerdo con adaptar la financiación de la OTAN para enfrentar la amenaza de la Rusia de Putin, el rearme, sin que esa asunción tenga que suponer por fuerza el debilitamiento del estado de bienestar.

Hubiera sido suficiente con el compromiso de llegar a los porcentajes de inversión en Defensa pactados entre todos los socios, bajo el supuesto de que los ritmos de crecimiento del gasto tendrán que adecuarse a la situación del país y, también, a las circunstancias que se vayan sucediendo en el futuro, por ejemplo, la mejora significativa de la economía productiva española tras un cambio de signo en el Gobierno. Sin embargo, en lugar de comportarse como el representante de uno de los socios de referencia de la Alianza Atlántica, con unos ejércitos, especialmente la Armada y la Fuerza Aérea, capaces de integrarse operativamente con la principal fuerza aliada, la estadounidense, el inquilino de La Moncloa ha preferido optar por el papel de paseante y factor discordante en una cumbre convocada para ratificar el incremento presupuestario militar.

Ya advertimos al presidente del Gobierno que la OTAN no era Núñez Feijóo y que, en consecuencia, ni las tribulaciones que embargan al líder socialista, acuciado por los casos de corrupción en su partido y en su círculo familiar, ni la necesidad de sostener el delicado equilibrio de la mayoría de investidura iban a condicionar a los países aliados a la hora de tomar decisiones. Lo único que ha conseguido, además de llamar la «atención» de Trump, es popularizar fuera de nuestras fronteras esa forma de entender la política que, en España, llamamos sanchismo.