Coronavirus
La esperanza de un Rey que se gana el trono
Felipe VI ha pronunciado su segundo discurso extraordinario en seies años de reinado. Y en ambas ocasiones siempre ha estado rodeado de unas circunstancias que señalan directamente a la Corona en cada pronunciamiento. Si el 3 de octubre de 2017 el golpe de estado en Cataluña pretendía la abolición de la propia monarquía del 78, el discurso de ayer fue contestado por algunos con una cacerolada amparada por Puigdemont en Cataluña y Teresa Rodríguez en Andalucía. Las razones son el comunicado hecho público el domingo pasado por Zarzuela en el que rechazaba la herencia de su padre don Juan Carlos –por ser de dudosa procedencia– y le privaba del salario que le correspondía de los presupuestos generales del Estado: casi 200.000 euros. Este es el contexto, doloroso contexto, en el que se producía su discurso de ayer. No es fácil rechazar a un padre Rey y mucho menos si durante años ha servido a España con ejemplaridad. Pero parece como si el destino hubiera ido privando al actual soberano de todas aquellas personas en las que un día se apoyó: su hermana Cristina, su cuñado, y ahora su padre. Solo le queda su madre, la reina doña Sofía y su esposa, doña Letizia. Duro está siendo su ejercicio del trono. Por lo demás, la intervención de ayer estaba pactada con el Gobierno que la retrasó a la vista de la escalada de infectados y fallecidos. La aparición de don Felipe se emitía cuatro horas después de una reunión en el Palacio de La Zarzuela con el Presidente del Gobierno y, entre otros, los cuatro ministros que integran el Comité de Gestión del Coronavirus (Salvador Illa, Margarita Robles, Fernando Grande-Marlaska y José Luis Ábalos). Rehuía así don Felipe el protagonismo y daba continuidad a las tareas que está llevando a cabo el Gobierno. Pero sobre todo su aparición se producía en un contexto duro, adelantado esa misma mañana por Sánchez cuando dijo que lo peor estaba aun por llegar. Por cierto que ayer por la mañana, en la rueda de prensa telemática que ofreció Pedro Sánchez se refirió al comunicado de Zarzuela: «un asunto que ha sobresaltado al conjunto de la opinión pública»; y aprovechó para mostrar su apoyo a Felipe VI, no solo como Presidente –dijo– sino también a título personal, y calificó su decisión de «necesaria y coherente con el compromiso de transparencia y ejemplaridad» que ha impulsado en su reinado.Quizá sea este apoyo de Sánchez lo más llamativo en el ámbito de la Casa Real. No suele ser muy pródigo el Presidente del Gobierno en sus alabanzas al Jefe del Estado, y por eso su respaldo a las medidas tomadas resultó decisivo. De la misma forma que lo fue el no apoyo del PSOE a la comisión de investigación que pretendía analizar en el Congreso los negocios de don Juan Carlos en el extranjero. Pero en el mensaje de don Felipe no hubo ninguna alusión a este asunto. No era el día ni el momento, aunque algunos –muy pocos– se empeñaran en las caceroladas. El discurso fue positivo, lleno de esperanza y agradecimiento. Estaba grabado con antelación, pues la reunión con el Comité de Gestión podía alargarse como así ocurrió. «Esta es una crisis temporal. Un paréntesis en nuestras vidas. Volveremos a la normalidad. Sin duda. Y lo haremos más temprano que tarde: si no bajamos la guardia, si todos unimos nuestras fuerzas y colaboramos desde nuestras respectivas responsabilidades». Una nueva llamada a la unidad y a seguir adelante. Repitió la palabra hasta cinco veces. Es la clave de todo.
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