Coronavirus

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De puerta en puerta con las patrullas ciudadanas de alimentos

Pan, medicinas y el «pinchito» de tortilla. Varios jóvenes se organizan en zonas con población envejecida para llevarles cada día la compra y fármacos. «Tenemos que protegerles», aseguran

Yolanda reparte la compra que ha realizado para los ancianos de Cogeces del Monte, Valladolid
Yolanda reparte la compra que ha realizado para los ancianos de Cogeces del Monte, Valladolidlarazon

Ángel Nieto Lorasque - Madrid

Cada mañana, Yolanda, lo primero que hace nada más despertarse es comprobar su teléfono, los mensajes recibidos y organizar las tareas. Desde que estalló la crisis del coronavirus se ha volcado en abastecer a los vecinos más vulnerables de su pueblo, Cogeces del Monte, en Valladolid. Ella y su marido son una de las «patrullas alimentarias» que sin descanso trabajan en diferentes puntos del país. Aquí, en esta localidad castellana de algo más de 300 residentes (aunque hay 690 censados) esta mujer de 47 años, que regenta el mesón y casa rural Maryobeli, se ha convertido en la esperanza de los más mayores que bien por temor o por incapacidad no pueden acudir a diario a la tienda para comprar comida o a la farmacia.

«Antes de que se decretara el estado de alarma yo ya le vi las orejas al lobo, así que comencé a contactar con las personas necesitadas del pueblo. Tenía que hacer algo para que estuvieran bien así que entre la tienda de alimentación y el Ayuntamiento centralizamos las necesidades y nos pusimos manos a la obra», explica. Modesto, su esposo, y ella toman nota de las medicinas o los alimentos que requieren los ancianos, van a comprarlo, con mascarilla y guantes, y los depositan en el umbral de la puerta de cada vecino. Yolanda, como cocinera, también ofrece platos elaborados. Hoy, en su menú, ofrece lentejas, bacalao a la Lupinia y, de postre, macedonia.

«Además, hemos puesto un extra, porque como uno de nuestros ‘‘usuarios’’ tenía antojo de tortilla de patata, a todo aquel que nos haga pedido le ponemos un ‘‘pinchito’’ de regalo para la merienda», dice con la misma satisfacción que unos padres alimentan a sus hijos. Aunque la situación es complicada, sonríe cuando nos relata las anécdotas vividas estos días, que bien le valdrían para escribir un libro.

Piedad recoge un pedido en la tienda de Luis para llevárselo a una de las personas mayores del barrio de San Justo de Toledo
Piedad recoge un pedido en la tienda de Luis para llevárselo a una de las personas mayores del barrio de San Justo de Toledolarazon

«El otro día, una mujer nos pidió que le lleváramos un café en termo; hay otros ancianos que desinfectan el dinero con el que nos van a pagar, por eso de que en las monedas también se puede contagiar el virus», explica Yolanda. Esta «patrullera» nos cuenta que tiene la licencia que le ha facilitado el consistorio para poder hacer estos repartos a domicilio de manera voluntaria, sin que nadie le eche el alto por «saltarse» la cuarentena. «Suceden cosas muy curiosas, un señor que caminaba por el pueblo me dijo que qué estaba haciendo, yo le enseñé mi documento y ahí quedó la cosa. Esta mañana, durante la entrega de una compra de supermercado a una de las ancianas del pueblo, le ha pedido a mi esposo que le dejara las bolsas en la repisa de la ventana y le ha entregado el dinero sobre una paleta de matamoscas para evitar cualquier contacto», relata.

Yolanda entrega el pan a uno de los vecinos de Cogeces del Monte, en Valladolid
Yolanda entrega el pan a uno de los vecinos de Cogeces del Monte, en Valladolidlarazon

Luis, el «héroe» de San Justo

Pero el caso de Yolanda y Modesto no es el único, lo mismo hacen en el céntrico barrio de San Justo, en Toledo, una de las zonas más envejecidas de la ciudad y en la que los vecinos más jóvenes se han puesto en marcha para que a sus mayores no les falte de nada. Cristina es una de estas voluntarias y la impulsora de un movimiento que han llamado «Los justos de San Justo». «Hemos creado un grupo de Whatsapp a través del cual exponemos las necesidades de la gente mayor o enferma. Preguntamos por el vecino al que hace poco le dio un infarto por si necesita algo; cómo está el que se rompió la pierna, el que estaba con neumonía o si la anciana del edificio de enfrente quiere que la recojamos algún medicamento en la farmacia», describe.

Así, entre ellos se ponen de acuerdo, hacen la lista de la compra y bajan a la tienda de Luis donde hacen acopio de lo necesario. «Él es nuestro héroe, ahí está al pie del cañón abasteciéndonos», dice Cristina. Por su parte, Piedad, enfundada en un chubasquero amarillo, gorro, mascarilla y guantes, acaba de recoger un pedido en la tienda. Previamente, una de las vecinas más mayores le había contado por la ventana lo que necesitaba y le había dado el dinero correspondiente. «A Luis le solemos llamar por teléfono antes de ir a su tienda, para que así él tenga menos riesgos de contraer el virus, imagínate a todos metidos en una tienda tan pequeña. Así, cuando llegamos está todo listo, es solo pagar e irnos», comenta Cristina, maestra de profesión.

Para ella, esta labor de comunidad es algo normal, desde pequeña iba con su abuela casa por casa ayudando a los vecinos que lo necesitaban. «Yo soy de Huelva y allí era algo que se hacía sin pensarlo, cuando me mudé hace años a Toledo con mi marido que es de aquí, noté que las cosas se hacían de otra manera, no sé quizá eran un poco más fríos, así que he impulsado que nos volquemos más los unos con los otros y la gente lo agradece mucho», relata. Muchos se emocionan con los comentarios de cariño que les trasladan los ancianos cuando les lleven la comida. «En el grupo somos ahora como unas 40 personas, de diferentes edades, aunque la mayoría jóvenes, y para cumplir con la cuarentena nos organizamos bien por mensajes», apunta Javier, que ha sido una de las últimas incorporaciones a «Los justos de San Justo». La mirada hacia la población más vulnerable se ha convertido en una prioridad para todos.

Juanjo prepara unas croquetas y unas empanadillas para que los sanitarios que quieran las recojan en su casa al salir del hospital
Juanjo prepara unas croquetas y unas empanadillas para que los sanitarios que quieran las recojan en su casa al salir del hospitalLa Razón

Empanadillas en el felpudo

Otro de los voluntarios que quieren ayudar en una situación tan extrema como la que estamos viviendo es Juanjo, el cual es un gran cocinillas. Por este motivo decidió ofrecer «tuppers» gratuitos a los sanitarios para cuando salen del hospital. Así, a través de su cuenta de Twitter (@jjamorin), ofrece diferentes platos que él guisa a diario y quien desee recogerlos le envía un mensaje directo y quedan a la hora conveniente: “Vivo cerca del Hospital La Paz y viendo como están los sanitarios de saturados, imagino que lo que menos desean es ponerse a cocinar al llegar a casa, así que si lo desean pueden pasar por la mía”, explica. La primera que aceptó la propuesta de Juanjo fue una cirujana la cual le reservó unas empanadillas, él se las dejó en el felpudo de su puerta y ella las recogió. “No hay contacto entre nosotros, solo abro el portal, suben, lo recogen y luego me envían un mensaje para darme las gracias", relata.