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Coronavirus

La rebelión de las canas: “Saldremos a la calle aunque nos los impidan"

Ante la posibilidad de que se alargue el confinamiento de los mayores “sine die”, ellos contraatacan: «Que no se les ocurra, nos están tratando como inútiles, nos sentimos estigmatizados. Le recuerdo al presidente que nosotros también votamos»

Félix, Carmen, Adelina, Paco, Mabel, Fátima, Ricardo y Ana, posan para LA RAZÓN Cipriano PastranoLa Razón

Los mayores están que trinan. Desesperados y muy cabreados. Son el sector de la población más castigado por el coronavirus, no solo por el azote de la enfermedad que se ha llevado por medio a miles de ellos, sino también porque se consideran los grandes olvidados, el último derecho a la salvación, la criba por partida de nacimiento que ellos consideran intolerable. Y, ahora (para más inri) que comienza a hablarse del desconfinamiento, se plantea la opción de que los mayores de 65 años sean los últimos a los que se les permita salir de casa. En países como Francia, la medida planteada por el presidente Emmanuel Macron produjo un revuelo tan grande que el propio mandatario ha tenido que retirarla en cuestión de horas.

En Italia y Portugal esta posibilidad también ha provocado la indignación e, incluso, al otro lado del Atlántico, en Argentina se abortó lo que para muchos era una premisa discriminatoria que atentaba contra los Derechos Humanos. En España, ni el ministro de Sanidad, Salvador Illa, ni el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, se han querido «mojar» con el asunto (de momento). Eso sí «son medidas que siempre están sobre la mesa», aseguraron durante una de sus ruedas de prensa. Unas palabras que han encolerizado a los ciudadanos sénior y que prometen dar la batalla si esto finalmente se materializa. El economista galo Alain Minc ya advirtió de que la «rebelión de las canas» era una realidad si no se daba marcha atrás, y, en un país en donde la revolución está impresa en el ADN de sus ciudadanos, el órdago puso a los gobernantes entre la espada y la pared.

Félix González, 72 años. «Si nos dejan confinados más tiempo que al resto de la población, saldremos a la calle a manifestarnos, y que se atrevan a arrestarnos. Les recuerdo que los mayores también votamos»Cipriano Pastrano DelgadoLa Razón

Aquí, nuestros mayores ya han empezado a jugar de igual modo sus cartas y nos reunimos con varios de ellos para conocer su plan de acción en caso de que el Gobierno les deje encerrados en casa sine die. «Yo les digo una cosa a los políticos: los mayores también votamos. Que se lo piensen un poco antes de hacer tonterías, porque lo de dejarnos confinados a nosotros más tiempo es algo irracional», advierte Félix González, de 72 años. Nos cuenta por teléfono que le cuesta creer que el Ejecutivo de Pedro Sánchez sea «tan torpe como para hacer esto, aunque después de lo que he visto con lo de dejar salir a los niños, no me extrañaría que hicieran un fiasco similar y luego recularan».

Él está dispuesto a rebelarse contra el ministro Illa, contra Sánchez y contra los que haga falta para que de una vez por todas traten a los mayores con respeto: «El estar tanto tiempo en casa provoca perjuicios para la salud física y mental. La vida sedentaria, y más para los mayores, afecta a las articulaciones y no te digo para aquellos que tienen problemas de corazón, que tienen la prescripción médica de realizar varias caminatas al día. Si hablamos de la soledad en la que viven muchos ancianos, la situación es aún más tremenda, y si se prolonga mucho más puede conducir a la depresión», pronostica.

«Guardia Pretoriana»

Según este economista ya jubilado «somos bastante mayorcitos como para saber que tenemos que ir con precaución cuando salgamos a la calle, que no nos traten como si fuéramos tontos». Y advierte: «Hemos tragado demasiado, que no nos machaquen más a los mayores, porque si siguen así, saldremos a la calle y no para pasear sino para protestar contra un Gobierno que no nos cuida».

Fátima Senante, 70 años: «Nos quitarán años de vida si nos alargan la cuarentena. Me pregunto qué hemos hecho para merecer esto. Somos personas disciplinadas, respetuosas y sabemos cuidarnos »Cipriano Pastrano DelgadoLa Razón

Félix pone fecha al fin de su encierro: finales de mayo. Si para entonces no les han dejado abrir la puerta de su domicilio, «que se preparen, no lo admitiré, y si quieren detenernos por salir a la calle, que lo intenten. No nos pueden tener confinados con la excusa de nuestra seguridad», asevera. Es más, él, que vive en la zona de Valdebebas, en Madrid, argumenta que hay muchas zonas verdes por las que poder dar un paseo sin cruzarse con nadie. «Más riesgo tendremos si vamos al supermercado que a una caminata», sentencia.

Fátima Senante, de 70 años, secunda a Félix y está dispuesta a sumarse a la revolución de las canas porque «qué hemos hecho para merecer esto», espeta nada más responder a nuestra llamada. «Somos un segmento de la población muy disciplinado, llevamos muchos años a la espalda, hemos visto de todo y sabemos distinguir lo urgente de lo importante, y esto es algo que podemos sopesarlo y ver hasta qué punto el esfuerzo va en el sentido de solucionar cosas. Lo que no entienden los gobernantes es que si nos dejan más tiempo en casa que al resto de ciudadanos, nos estarán quitando años de vida. El daño que nos provocaría sería incuantificable», explica esta jubilada que ha trabajado toda su vida en el sector de la Educación, primero como profesora durante 20 años y más tarde en una editorial de libros de texto.

Fátima piensa que la criba por edad está injustificada, ya que no todas las personas son iguales. «Hay quien a los 80 años está fenomenal y quien a los 50 está fatal. A nosotros es a los primeros que nos preocupa nuestra salud, y no solo por el tema del Covid-19. Yo desde que me jubilé he tratado de mantenerme activa, voy al cine, conduzco, camino, leo y me defiendo con las nuevas tecnologías. Pero hay otros mayores que no tienen este tipo de ocio y tenerles tanto tiempo encerrados acabará con ellos».

Adelaida Morales, 76 años. «Dicen que estamos en una democracia, pero la gente de mi edad nos sentimos anulados, estigmatizados, como si fuéramos ciudadanos inútiles. Es una vergüenza»Cipriano PastranoLa Razón

Dice, incluso, que la gente de su edad tiene detrás una «Guardia Pretoriana» que les vigilará en cada paso que den: «Son nuestros hijos los que más nos cuidan y los primeros que evitarán que nos expongamos a cualquier riesgo. Nosotros también por ellos tomamos todas las medidas de prevención posibles, es un compromiso que tenemos con nuestra descendencia, no nos vamos a escapar». Para Fátima también son muy importantes los gestos de cariño, el sentirse acompañado «y no solo a través de videollamadas». Por eso reivindica hasta la saciedad que a los mayores no les den lado ni les aparten de la sociedad en un confinamiento eterno.

Como ya se ha visto en ocasiones anteriores, por ejemplo, con el asunto de las pensiones, nuestros mayores son sagrados, nuestra memoria histórica, nuestro oro más preciado. Pobre del Gobierno que ose inmiscuirse en su bienestar. Es más, en un país como España, uno de los más envejecidos de Europa, suponen el 19,4% de la población, es decir, suman 9.118.000 habitantes. Es más, representan uno de cada cinco ciudadanos, frente a los uno de cada diez que eran hace 40 años. Conscientes de su fuerza, nuestros «chicos de oro» están dispuestos a plantarse en caso de que se les estigmatice con un encierro más prolongado.

Otro de los ejemplos de esta potencial rebelión es Adelaida Morales, de 76 años y con una energía que ya quisieran muchos jóvenes. También habla sin tapujos de su «indignación». Para ella, lo que ocurrió el 15-M no sería nada en comparación con lo que pasaría si les echan el cerrojo. «Si hacen eso no les haré ni caso, no hay derecho. No paro de escuchar que nos van a dejar en casa más tiempo que al resto de la población y me entra una rabia... Cada vez que veo al presidente hablar, me entran escalofríos», reconoce.

Paco González, 71 años. «Lo que ha ocurrido en las residencias de ancianos demuestra que aunque estés encerrado puedes contagiarte. La solución no es solo el confinamiento sino aislar a los que están infectados»Cipriano Pastrano DelgadoLa Razón

«No somos niños»

Ella está acostumbrada a sus paseos diarios, «que mis piernas necesitan», y también a coger su coche para ir a visitar a sus hijos y nietos, que tiene tres. «No me considero una anciana y nos tienen sometidos a una incertidumbre que no es buena. Nos vamos a morir de angustia, no de coronavirus. A lo largo de nuestra vida, los más mayores hemos vivido de todo, pero nada como lo que estamos viendo ahora. Es complicado ver la luz al final del túnel», explica.

Reclama a Sánchez y a su comité de expertos «claridad, porque no somos niños pequeños, no nos vamos a asustar si nos cuentan la verdad», reclama. «Dicen que estamos en una democracia, pero la gente de mi edad nos sentimos anulados, estigmatizados, como si fuéramos ciudadanos inútiles. Es una vergüenza», argumenta.

Por su parte, Mabel Arias, de 73, confiesa entender que «las medidas de los expertos vayan en función de las posibilidades que tenemos unos y otros, pero dentro de la población mayor hay gente sana y con patologías, al igual que en el resto de adultos. Sin embargo, también tenemos unas necesidades que los más jóvenes no tienen, como por ejemplo caminar o hacer algo de ejercicio». Para esta enfermera jubilada lo más justo sería hacer una salida progresiva, no en función de la edad sino de las necesidades de la sociedad: «Por ejemplo, los trabajadores deberían de ser los primeros. El hecho de ser los últimos por tener más de 65 años sería injusto, no se nos puede meter a todos en el mismo saco, ya no hay tercera edad, sino también cuarta y quinta. No se nos puede catalogar de este modo».

Mabel Arias, 73 años, «Nosotros necesitamos más movimiento, pasear, ejercitar las articulaciones. Además, somos un sector de la población con mayor riesgo a las bajadas de ánimo, a la depresión»Cipriano Pastrano DelgadoLa Razón

Amortización y rentabilidad

Mabel es honesta cuando reconoce que nunca ha sido muy deportista y que esta cuarentena no la va a cambiar, y que aunque ella es más de leer, ver películas o coser en casa, también le gusta disfrutar del aire libre. «Yo sé entretenerme bien. Ahora solo salgo cada cuatro días para ir al supermercado. Voy en coche, para evitar el mayor contacto con la gente posible y, por supuesto, con la mascarilla y los guantes. Luego en casa me lavo mucho las manos, entre otras cosas porque me gusta mucho cocinar y estoy todo el rato con las manos debajo del grifo. En la cocina, ya se sabe...», relata. Lo que ha ocurrido en las residencias de ancianos sí que le preocupa y se acuerda de aquellos que han perdido a algún familiar.

«Es muy duro, pero a pesar de todo, yo no tengo miedo en salir a la calle, lo que siento es resignación y he asumido que lo que nos toca es aguantarnos. Parece que no hay otra. Evidentemente nadie quiere morir, pero no debemos pensar en la muerte todo el tiempo. Lo que sí podemos hacer es protegernos lo más que podamos», recomienda.

Antes de concluir nuestra conversación, Mabel saca a colación una frase que siempre le dice su hermano: «Mira, a nuestra edad debemos de estar agradecidos por lo que hemos vivido y lo bien que hemos estado, el resto es propina. Vamos que ya estamos amortizados y que el resto es rentabilidad». Pero añade: «Eso sí, lo que nos quede que nos lo dejen disfrutar con los nuestros y no encerrados en casa».

Los «no productivos»

Paco González, de 71 años, tiene su propia teoría sobre la situación en la que estamos inmersos y la posibilidad de que a los de su quinta les tengan «enjaulados» unas cuantas semanas más. «Hay que analizarlo desde dos puntos de vista: a nivel personal y a nivel general. En cuanto a lo particular, cada uno vive una situación diferente de confinamiento, a nivel global hay que mirar por el bien de la población. Debemos tener en cuenta que las medidas buenas por motivos sanitarios, son malas para la economía, y no somos conscientes de la que nos va a caer encima», advierte.

Carmen Fernández, 67 años. «El miedo es libre y aquellos mayores que lo tengan, saldrán menos a la calle, pero que no nos quiten nuestro derecho a la libertad»Cipriano Pastrano DelgadoLa Razón

Este publicista retirado, pero muy activo en su día a día y que sigue volcando su talento en internet a través de sus seis blogs y sus redes sociales, no considera que el Gobierno se atreva a dejarles para los últimos: «Más bien creo que son palos de ciego. Puedo entender que argumenten que somos las parte social no productiva y que por eso se planteen dejarnos en casa, pero aun así, no lo veo. Es más, si un mayor vive con gente más joven que sí sale a trabajar o a pasear, su exposición a la enfermedad será la misma», diserta.

Y como ejemplo también utiliza o que ha ocurrido en las residencias ancianos: «A pesar de estar confinados, muchos han muerto, así que demuestra que el encierro no evita totalmente el contagio. El único camino viable para acabar con esto es aislar a las personas que tiene coronarvirus, pero no se hace en España porque no tenemos los recursos», lamenta.

Ricardo Huertas, 81 años. «Lo que creo es que, en el fondo, lo quieren es que nos dé algo en casa y ahorrarse así nuestras pensiones»Cipriano Pastrano DelgadoLa Razón

Mientras en las altas esferas se decide lo que se hará con los más mayores, Ricardo Huertas, de 81 años, ya está organizando la partida de dominó que hasta ahora estaba institucionalizada con sus amigos. «Quedábamos prácticamente todos los días para jugar, así que estamos deseando volver a hacerlo. De hecho he creado un grupo de Whatsapp para ir gestionándolo», cuenta. Se reunirán en el local donde siempre lo hacen, pero en vez de jugar en una mesa unirán dos para estar más separados. «Y he comprado unas fichas grandes por Amazon para poder verlas bien, a ver si me llegan pronto», puntualiza.

Por eso, cuando Ricardo escucha lo de la prórroga en su confinamiento estalla: «Ni hablar, que ni se los ocurra hacerlo. Mira, lo que creo es que en el fondo quieren que nos dé algo en casa y así se ahorren nuestras pensiones. No se nos está tratando mal, sino mucho peor. Si hay que salir a manifestarse a las calles, nos ponemos nuestras mascarillas y guantes y saldremos. No tengo ningún miedo», sentencia. Sobre las pensiones insiste en que «ojito» con lo que harán en los próximos meses, porque como se avecina una fuerte crisis económica, teme que le toquen su «paga». «Que no se les ocurra tocarla, ni un 1%, que si no me planto en el Ministerio de Hacienda y acampo allí mismo», dice en tono muy serio. También protesta por el precio demencial al que han subido a las mascarillas, «el otro día pagué 3,90 euros por una de esas que encima parece que luego no valen para nada. Es todo una pena».

Ricardo, que ejerció como productor de cine en películas como «Doctor Zhivago», «El Cid» o «Rey de reyes», y que domina el inglés, francés e italiano con una soltura admirable, nos cuenta que las calles de Madrid parecen las que mostraba Alejandro Amenábar en «Abre los ojos»: «Fíjate qué fácil hubiera tenido ahora el rodaje, sin nadie en las calles. Ellos tuvieron que hacerlo a las cinco de la mañana para que estuviera vacía», bromea. Si tuviera que poner un título a la película de la que ahora somos todos protagonistas lo tiene claro: «Solos y acompañados». Antes de despedirnos, nos reconoce que aunque es un apasionado del cine, estos días no ha podido ver ninguna película relacionada con virus, «como la de ‘‘Contagio’’ y mira que la han puesto, pero bastante tenemos con lo que tenemos», sentencia.

«Para matarlos»

Su cuñada Ana, de 74 años, que se ha mudado a casa de su hermana para no estar sola, dice que está situación la lleva bien «a ratos». «Estoy agobiada, sinceramente, y cuando escucho que nos quieren tener aquí confinados más tiempo, me dan ganas de matarlos. A ver si lo entienden, no todos los mayores estamos enfermos, podemos salir como cualquiera a la calle con las medidas de protección. Qué se han creído», reivindica.

Ana Morales, 74 años. «No todos los mayores estamos enfermos, podemos salir como cualquiera a la calle con las medidas de protección que sean necesarias»Cipriano Pastrano DelgadoLa Razón

Para ella, los daños colaterales de un confinamiento indefinido no traería más que «más muertes, porque vamos a morir de ansiedad, depresión y tristeza. Somos el sector de la población a la que peor se está tratando. En las residencias se les ha dejado morir y en los hospitales, los últimos para curar. Ahora no nos quieren dejar salir. ¿Qué más nos van a hacer? Como se atrevan a hacerlo, me rebelaré», advierte.

Lo cierto es que en España, el 80% de la población que ha fallecido por coronavirus tenía más de 70 años, un dato que contrasta con el de otros países europeos donde la cifra no supera el 10%. ¿Qué hemos hecho mal aquí?, se preguntan muchos. Ana cree que ha llegado la hora de levantar la voz y exigir respeto a los más mayores. «Sería capaz de todo como hagan esta discriminación por edad para abandonar el encierro. Mira, lo que haría sería decir que estoy haciendo la compra y ya de paso me daría una vueltecita. Es que no es justo lo que nos están haciendo», dice esta mujer que, antes de jubilarse trabajaba en una clínica de rehabilitación. Lo que más desea Ana es volver a ver a sus cuatro nietos, «y a mis tres hijos, por supuesto», matiza. Abrazarlos y darse ese chute de adrenalina que a todos los abuelos les hace olvidar lo negativo. «Los mayores tenemos tendencia a angustiarnos más», reconoce, por eso sueña con que la puerta de su casa se abra de manera definitiva lo antes posible.

Las secuelas

Un buen amigo de la distracción es el ejercicio, por eso, Carmen Fernández, de 67 años, dice que ahora hace zumba casi todas las mañanas para que «esto se haga más llevadero». «No lo había hecho en mi vida, pero oye, no está mal», reconoce. Aunque también subraya que hay gente mayor que está sola y cuya única alegría era salir a jugar la partida con los amigos: «A todos ellos les han robado su vida, y hay que tenerlo muy en cuenta. Es necesario mirar por el bien de todos», puntualiza.

Sobre el encierro indefinido de los sénior, señala que «no se puede catalogar a todos por igua y deberían de salir mañana mismo con los niños. Ahora nos dejan ir a la compra que realmente creo que es mucho más peligroso que darse un paseo por la calle, es todo un sinsentido».

Para Carmen, con este encierro masivo se está conteniendo la expansión del virus, «pero se está generando un mal mayor que vendrá después, las consecuencias del encierro», aventura esta ex trabajadora de la Agencia Tributaria, que lleva ya unos años jubilada. «Conocemos muy poquito sobre este virus, y todo lo que se está haciendo es improvisación. Es cierto que, al parecer, en España, es donde más ancianos están muriendo, pero yo también conozco gente joven que ha fallecido mientras que otros más mayores, después de estar un mes en la UCI, se han recuperado. Entiendo que haya muchas personas de más de 65 años que tengan miedo a salir, y están en su derecho de quedarse en casa. El miedo es libre, pero no pueden privarnos de nuestra libertad y del poder decidir nosotros si nos quedamos en casa o salimos fuera», reflexiona.

Ella, lo que tiene claro es que tiene una meta: vivir los 101 años de mi padre. Por eso, ya piensa en su siguiente clase de zumba para seguir activa hasta que pueda cruzar el umbral de su portal y respirar, por fin, en libertad.

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