Pablo Casado

Rentabilizar las crisis y la moderación

Pablo Casado en el acto de aniversario de la muerte de Miguel Ángel Blanco
Pablo Casado en el acto de aniversario de la muerte de Miguel Ángel BlancoRubén mondelo .La razon .

Las dos mayorías absolutas del PP se han dado en circunstancias muy similares a la que nos vamos a encontrar este otoño: nefasta gestión de la crisis económica por los gobiernos socialistas de turno, que en pocos meses dispara el paro. El deterioro de la economía hizo en ambos casos –año 2000 con Aznar y año 2011 con Rajoy–, que una parte importante del electorado del PSOE se abstuviera conscientemente para facilitar el cambio político. La prueba es que en esas dos elecciones se registró el nivel más bajo de participación de la historia en unas elecciones generales, materializándose en un brusco descenso del voto socialista.

Otro elemento que completa el binomio es el de la moderación del PP, de su posicionamiento previo como partido de centro, lo que le permite ser inmune a los ataques del PSOE y fracasa la estrategia socialista de asimilarlos a la extrema derecha. Un cordón sanitario diseñado por el PSOE contra un partido de derecha radical no es efectivo si el PP se posiciona en el centro político.

Por lo tanto, ya hemos identificado las dos circunstancias en las que el PP se crece y aparece ante los ciudadanos en general como el mejor gestor ante una crisis económica y ante la izquierda moderada en particular como una formación centrista a la que hay que dar una oportunidad para arreglar lo que los suyos han estropeado. Con un PP radicalizado, el electorado de la izquierda se mostraría más beligerante y dispuesto a cerrar el paso a la derecha, volviendo a votar a la izquierda y descartando la idea de abstenerse.

Este otoño tendremos la manifestación en toda su dureza de la crisis económica. En pocos meses buena parte de los votantes del PSOE se replantearán volver a votar a los socialistas. Solo con un PP moderado buena parte del electorado socialista permitiría el acceso del PP al Gobierno de España, absteniéndose.

Este comportamiento electoral de parte del electorado de la izquierda, y más concretamente del PSOE, lo vimos en diciembre de 2018 en las elecciones autonómicas de Andalucía. La abstención de los votantes del PSOE permitió que el moderado Moreno Bonilla accediera a la presidencia de la Junta. De nuevo el mismo binomio: crisis (en este caso política, el colapso del socialismo andaluz, precipitado por los ERE) y la percepción, por parte de votantes socialistas, de un PP centrado y moderado y que no es un «peligro» para la libertad ni el Estado de Bienestar.

Cuando Aznar derrotó a Felipe González en las urnas, el PP llevaba cuatro años de renovación, desde el Congreso de septiembre de 1989 en el que Alianza Popular y Don Manuel Fraga Iribarne daban paso a un partido refundado con nuevo nombre y con un candidato a la Presidencia del Gobierno, elegido entre los valores emergentes de los populares, el presidente de la comunidad de Castilla y León. Un político que había ganado unas elecciones a los socialistas. Lo que demostraba que el PSOE era batible.

Con la llegada de José María Aznar, el PP se plantea conquistar la Moncloa en un corto espacio de tiempo, Aznar cambia al PP y especialmente la percepción que los españoles tenían del partido de Fraga; en 1990 la consigna es «Centrados con la libertad»; en 1993 transmiten la idea de que el PP es un «Partido de Gobierno», para finalmente llegar a la Moncloa en 1996 con el lema «Gana el centro». Una imagen moderada construida pacientemente entre 1989 y 1996 que se ganó la confianza de los españoles en general y de parte del electorado socialista, que con su abstención, no se opuso a que Aznar ganase las elecciones de 1996 y 2000.