Partido Popular

Alberto Fernández Díaz: «Pasé tiempo mirando las caras de los que habían querido matarme»

Ha recibido la insignia de las víctimas del terrorismo. Asegura que las elecciones catalanas supondrán una escalada radical aún mayor

Alberto Fernandez
Alberto FernandezMiquel GonzalezShooting

Después de 23 años en la primera línea política, cuatro veces como candidato a la alcaldía de Barcelona y una a la presidencia de la Generalitat, Alberto Fernández Díaz se dedica ahora al sector privado. Sufrió el terrorismo de ETA, y en 2001 la Guardia Civil frenó por horas su intento de asesinato con una maceta bomba al salir de su portal. Por ello, el Rey ha refrendado la petición de Interior y le ha concedido la insignia de reconocimiento civil a las víctimas del terrorismo que se concede también, ahora, según el Real Decreto 107/2018, a quien sufrió la amenaza del terrorismo.

–¿Cómo recuerda la llamada de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad avisándole de que era un objetivo?

–Lamentablemente la esperaba, porque cuando cayó el primer comando de ETA en Cataluña, ya figuraba la matrícula de mi coche y otros seguimientos a mi persona. Llevaba años viviendo con esa posibilidad. Pero mi recuerdo fue siempre para mis compañeros de partido que no tuvieron la misma suerte. Pasé mucho tiempo mirando las caras de los miembros del comando que había querido matarme y me preguntaba cómo alguien puede llegar a querer asesinar a otra. De entonces, me queda el orgullo de los 450 concejales del PP catalán. Salvo dos, todos se mantuvieron en sus cargos con coraje y entereza. En tres meses habían asesinado a dos compañeros en Cataluña: José Luis Ruiz Casado y Francisco Cano. El mismo comando que asesinó a Ernest Lluch, a un agente de la guardia urbana e intentó matar a Luis del Olmo.

–¿Esa insignia conlleva una indemnización?

–Podría tenerla, pero expresamente renuncié a ella porque considero que otras víctimas lo necesitan más que yo.

–¿Por qué ETA se cebó contra el PP catalán?

–Trataban de desestabilizarnos como lo habían intentado, sin conseguirlo, en el País Vasco con la UCD y el propio PP de allí. El PP catalán resistió, se sobrepuso y consiguió que ETA tampoco alcanzara su objetivo en Cataluña.

–Ya no está en política. ¿Siguen las amenazas?

–Siempre existieron en política y continúa cuando estoy fuera de ella, al tener un grado de conocimiento alto en Cataluña y tener una trayectoria muy marcada contra los radicales independentistas, grupos antisistema y okupas. En todos estos años he presentado denuncia contra las amenazas más graves, porque no pueden quedar impunes, y he conseguido alguna condena judicial contra sus autores.

Ahora, voy en moto y eso me permite ir como un paquete de mensajería puerta a puerta (ironiza). No llevar escolta me hace sentir más libre, aunque tenga más riesgo. Persisten los insultos y las amenazas, lo que me ha llevado a presentar denuncias hace pocas semanas, porque a las puertas de mi casa me llamaron «fascista», «te vamos a cortar el cuello»...

–¿Cree que todo lo pasado se puede volver a repetir?

–En Cataluña ya ha habido terrorismo y terroristas catalanes como Terra Liure, y catalanes integrados en ETA. No es descartable que, entre los radicales más radicales surjan movimientos terroristas algunos de los cuales de facto ya actúan cuando provocan incidentes violentos y sabotajes. Batasuna-Bildu y la CUP fueron y son la capucha política de ETA que blanquea, junto a Torra, a Otegi en Cataluña.

–¿Cree que los radicales en Cataluña también van a ganar espacio como Bildu en las elecciones vascas?

–Las próximas elecciones catalanas pueden suponer una escalada de radicalidad independentista aún mayor, porque Torra, Puigdemont y ERC competirán en irracionalidad y la CUP podría verse beneficiada en este discurso, como Bildu en el País Vasco. Si no acertamos, el independentismo, que en las pasadas elecciones catalanas obtuvo el 53% en escaños y el 47% de votos, ahora puede obtener no solo más de la mitad de los escaños en juego sino también de los votos emitidos. Eso abriría un desafío aún mayor y más radical del independentismo, sabedor de la debilidad de un Gobierno no por ser de España sino por ser del PSOE y Podemos.

–¿Funcionaría en Cataluña la coalición de PP+Cs?

–En política dos más dos no siempre son cuatro, sino que a veces son tres. Las sumas siempre son efectivas en circunscripciones electorales pequeñas, pero en Cataluña no lo son. Los diputados se escogen en las cuatro provincias y en cada una de ellas eligen muchos escaños por lo que un porcentaje discreto de votos garantiza el escaño con el mismo resultado o mejor que si fuera sumado al de otro partido.

–¿Por qué cree que nada le pasa factura a Torra?

–El independentismo está hipermovilizado, pero lo estará más en las urnas que en la calle. Podría aumentar su mayoría catalana como ha sucedido en el País Vasco. El motivo no es otro que, entre los que nos sentimos también españoles, hay una cierta desmotivación que podría conllevar a una mayor abstención, que nos perjudique, como también sucedió en las vascas; por lo que es imprescindible concienciarnos de que hay que ir a votar. Hay que poner en evidencia que el independentismo no solo es separarse de España, sino también una pésima gestión de la crisis de la Covid, subir impuestos como IRPF y sucesiones, cuestionar la propiedad privada dando derechos a los okupas, trabando la libertad educativa y los conciertos, o cuestionar el principio de autoridad y los Mossos en la lucha firme contra la delincuencia.

–¿Qué está en juego?

–Un proyecto compartido con España y un modelo de convivencia y de sociedad en Cataluña.

–¿Cataluña podría emular al escenario vasco?

–En Cataluña se tiende más a hacer seguidismo de Bildu y Otegi, que no del pragmatismo del PNV, aunque todos persigan lo mismo. Debemos poner el independentismo frente al espejo de su mala gestión de gobierno y su renuncia a defender principios ideológicos sólidos. Creo que Cataluña premiará a los partidos que sean vistos como soluciones y no como problema y el PP debe ofertar un proyecto de futuro, ilusión e inclusivo, frente a la exclusión de la secesión.