Coalición

Los ministros del PSOE: “Pablo Iglesias pide lo que sabe que Europa no aceptará”

El equipo económico es consciente de que los Presupuestos que ahora se aprueban no son el final del camino

El primer aviso llegará después de Navidad, cuando haya que negociar el plan de recuperación. Y en cuanto esté avanzado el proceso de vacunación, y cortocircuitada la crisis sanitaria, Bruselas revisará también su estrategia y empezará a «apretar las tuercas». En la parte del equipo económico del Gobierno más conectada con la realidad comunitaria saben que las orejas del lobo se verán mucho antes de lo que se dice. Son conscientes también de que los Presupuestos que ahora se aprueban no son el final del camino, aunque se hayan presentado como el salvoconducto para que Pedro Sánchez estire su estancia en La Moncloa toda la Legislatura.

En verano habrá que presentar un techo de gasto y el Gobierno tendrá que elaborar otros Presupuestos, porque éstos no servirán ni para la realidad de la España post-pandemia ni para la realidad de la Europa post-pandemia. Por eso, desde esta área económica del Gabinete, la pragmática, y que simboliza la vicepresidenta Nadia Calviño, ya han empezado a dejar caer internamente las primeras advertencias y mensajes de cautela frente al «happy flower de Iglesias». El choque da mucho juego en clave doméstica desde el punto de vista político, pero de puertas afuera es una bomba de relojería porque resta credibilidad a los compromisos del Gobierno español y no facilita que lleguen las inversiones que España necesita para dar un impulso a la recuperación cuando esté controlada la crisis sanitaria. Calviño hace de Casandra y predice los problemas y ajustes que vendrán de Bruselas si no se ataja la escalada de gasto público y, con nuestras cifras de paro, deuda, déficit y cierre de empresas, se le cuenta a Europa que nuestro plan se centra en la subida de sueldos públicos, de pensiones y salarios mínimos. Que no es que no sean necesarias, como precisan desde el núcleo económico, pero sí improcedentes en este tiempo en el que la ortodoxia exige no dejar a nadie atrás, pero que, a la vez, se aprieten el cinturón colectivos con ingresos blindados, como jubilados o empleados públicos.

Los más optimistas del Gobierno creen que esto aguanta sin que se «nos apriete» desde Europa al menos hasta el año 2022. Los más realistas miran ya a los PGE para ese ejercicio y empiezan a lanzar gestos a Bruselas, como lo ha hecho el ministro José Luis Escrivá para avanzar hacia un modelo de sostenibilidad de las pensiones, que Europa nos exigirá para seguir abriendo la llave del grifo de los fondos de reconstrucción.

A Calviño le preocupan las consecuencias de que nuestra economía sea la que más está padeciendo por la pandemia, según la OCDE, y cree que el Gobierno debe atender las advertencias del Banco de España y reaccionar antes de que la negación lleve a Pedro Sánchez a enfrentarse a un escenario como el que le costó la Presidencia a José Luis Rodríguez Zapatero.

Entre las primeras condiciones europeas estará la garantía de esa sostenibilidad de las pensiones a la que ya ha apuntado el ministro Escrivá, y un modelo laboral que no tiene nada que ver con el que diseña la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y por el que hace campaña Iglesias.

Los ministros pragmáticos lo dicen con claridad de puertas adentro. Y el mensaje se puede resumir tal que así: «El programa de la coalición es insostenible en estas circunstancias. Y es mejor decirlo que sostener una ficción, aunque esto exija desautorizar al vicepresidente de la coalición».

Sánchez calla, lo que no quiere decir que otorgue porque también es consciente de que de todas las diferencias que mantiene con el socio morado, el pulso económico es el que le puede desestabilizar más a nivel europeo y doméstico. Ni siquiera descartan en Moncloa que llegue el día en el que Iglesias caliente la calle al lado de los sindicatos desde el coche oficial del Consejo de Ministros. Ese escenario no se ve a medio plazo, pero lo que está claro es que la vacunas traerán otra etapa en la posición de Bruselas ante esta crisis, que no quiere decir recuperar los hábitos del pasado, pero sí exigir contrapartidas al festín de gasto público que se ha tenido que organizar para sortear la Covid. Cuando acabe este estado de alarma, para mayo, la radiografía de paro que dejarán los ERTES será dramática. Y una parte del Gobierno hará como que no va con ellos.