Cataluña

Estrategia

Sánchez se juega su blindaje en la Moncloa

El «efecto Illa» es un mantra que esconde la estrategia de avanzar hacia un tripartito nacional, catalán y vasco para que Sánchez se blinde en Moncloa. Si no sale bien, desestabilizará más el Congreso

Banderas catalanas y un lazo amarillo en unos balcones de Barcelona
Banderas catalanas y un lazo amarillo en unos balcones de BarcelonaEmilio MorenattiAP

La planificación de las elecciones catalanas por parte de Moncloa tenía, o tiene, como objetivo, en teoría, conseguir ayudar a ERC a llegar a la Generalitat. Del relato que se construye con lo que difunden intencionadamente desde las terminales al servicio de Pedro Sánchez no había otra conclusión posible. ERC ayuda en Madrid al PSOE y el PSC ayuda a ERC a conseguir el reto de gobernar la Generalitat de Cataluña.

Es evidente, y así lo asumen todas las partes, que el resultado de estas elecciones puede afectar a la estabilidad en Madrid y complicar aún más, si cabe, la gobernabilidad de España. O también puede ocurrir, si se cumplen los planes de la «fontanería» de La Moncloa, lo contrario. Ahora bien, son demasiadas piezas las que tienen que encajar bien en el puzle para que Salvador Illa no acabe siendo el líder de una oposición en Cataluña sometida a los intereses nacionales del partido.

Para que Moncloa cumpla sus objetivos sería necesario que ERC gane las elecciones con mucha ventaja sobre las siglas de Carles Puigdemont. Que el PSC se quede como segunda fuerza. Y, además, para tranquilidad de Pedro Sánchez, que no haya posibilidad de sumar una mayoría alternativa constitucionalista al independentismo. Son muchas condiciones, a las que hay que añadir otra variable que señalan en las filas socialistas: «con Sánchez, las cosas surgen». «Ahí está su transformación, de ser socio-liberal contra Madrina en 2014 a cantar La Internacional en 2017 contra Susana». La capacidad del presidente del Gobierno, reconocida por propios y ajenos, para decir y hacer lo contrario y pactar y deshacer los acuerdos, casi siempre con ventaja a su favor, es lo que lleva a que en su partido se tienten la ropa antes de hacer pronósticos: en Cataluña «está todo por ver y los análisis son precipitados».

Es evidente que la mayoría parlamentaria del PSOE en Madrid no tiene alternativa, pero para Sánchez el escenario puede ser bastante distinto si la Generalitat está en manos de un pacto independentista, sea cual sea el orden de los factores, que si llegara a constituirte ese tripartito diseñado en Moncloa y que convertiría al PSC del ex ministro de Sanidad en llave del futuro gobierno catalán.

De momento, el jefe del Ejecutivo ha conseguido el apoyo de ERC a la moción de censura, a la investidura y a los Presupuestos, y los republicanos se sienten engañados, aunque no puedan reconocerlo, de la misma manera que en la «cocina» socialista presumen también en voz baja de que han sido capaces de ir «pastoreando» a los de Oriol Junqueras sin haberles entregado, al menos todavía, nada de lo prometido.

Illa se ha convertido en un peón más al servicio de las necesidades de Pedro Sánchez en Madrid, pero el escenario catalán en el que se celebran estas elecciones también abre debate dentro de la derecha. Hasta ahora las encuestas no apuntan a que haya espacio para una mayoría constitucionalista que pusiera a Illa en la difícil tesitura de tener la oportunidad de elegir entre un tripartito con ERC o un Gobierno constitucionalista. Pero lo que se preguntan dirigentes del PP y también de Ciudadanos es si no deberían, en todo caso, apostar más fuerte por esa opción, en vez de dejar que manden las estrategias nacionales de partido por encima del interés superior de provocar de verdad un cambio en Cataluña.

Hasta ahora las zancadillas han pesado más que cualquier otra consideración, y la falta de una estrategia común no beneficia, en ningún caso, a la fortaleza del conjunto. Aunque tengan razón en el discurso oficial cuando avisan de que el PSC no busca gobernar la Generalitat ni abrir un espacio al constitucionalismo, sino moderar el Gobierno de la Generalitat y afianzar el apoyo de ERC en Madrid. Y si al mismo tiempo Cataluña fuera otro golpe a la línea de flotación territorial de Podemos, entonces la cuadratura del círculo estaría hecha para la operación monclovita.

El PP se frota las manos anticipando la debacle de Ciudadanos en Cataluña. Y Vox, por su parte, lo hace al pensar en el trozo del pastel que le va a comer al PP. «No somos capaces de intentar jugar la carta de la resurrección del constitucionalismo para animar al electorado que creyó que veía la luz después de la histórica victoria de Inés Arrimadas en las elecciones de 2017, y que ha caído en la más profunda depresión tras comprobar la inutilidad de aquella victoria», esgrime un veterano de la política catalana.

En cualquier caso, la estrategia monclovita es arriesgada desde el punto de vista sanitario y también político. Las decisiones sanitarias las ha tomado, y las seguirá tomando, Pedro Sánchez. Y la impresión que queda es que incluso la lucha por la vida se ha puesto a disposición de su interés personal. Pero en Moncloa sostienen que estas elecciones son una gran oportunidad para seguir «moderando» al independentismo. Para avanzar en la «normalización» de la política catalana. Y para abrir un espacio en el que, a diferencia de lo que ocurrió con Arrimadas, «esta vez el constitucionalismo», el PSC, «sí tenga algo que decir en la gobernabilidad de la Generalitat». Discursos oficiales aparte, el tripartito nacional, catalán y vasco, este último como objetivo a mucho más largo plazo, es lo que está en la pizarra «monclovita». No hay alternativa si el PSOE quiere mantenerse en el poder. La realidad es dura, y ayer se vio en el Congreso de los Diputados cuando Vox y Bildu fueron los partidos que salvaron al PSOE.