Análisis

La lucha por acaparar el dividido voto separatista

Grupos de independentistas se manifiestan en Tarragona
Grupos de independentistas se manifiestan en TarragonaEnric FontcubertaEFE

Los tres partidos separatistas con representación parlamentaria, tienen un problema, que es la proliferación de nuevas candidaturas que compiten por el voto independentista, circunstancia que no se dio en las elecciones de 2017. De la familia CiU nos encontramos con el PDeCAT y el PNC. También es novedad partidos más radicales como el Frente Nacional de Cataluña, así como Primarias. Este enorme abanico electoral de opciones independentistas tendrá dos efectos: el primero, positivo para ellos, que no dejará al votante separatista sin una opción de voto, dada la enorme variedad ideológica, ya que será difícil que no se identifique con al menos una candidatura, lo que debería incrementar el número de votantes secesionistas. Pero la consecuencia negativa de la fragmentación del voto es la penalización por el sistema D’Hondt de asignación de escaños, por lo que es altamente probable que las nuevas formaciones políticas queden sin representación y sus votos, restados de JxCat, ERC y CUP, hagan también que estas tres formaciones reduzcan sus expectativas de diputados.

Desde la celebración de las primeras elecciones autonómicas en Cataluña en 1980, CiU (ahora Junts per Catalunya de Puigdemont y PDeCAT de Ángels Chacón) y ERC se han disputado la hegemonía del voto soberanista catalán. En las elecciones autonómicas de 1932 en la era de la II República Española, ERC, con Francesc Macià, obtuvo el 52,6% del voto en Cataluña. Con la llegada de la Democracia, pronto articuló Jordi Pujol al centro derecha para imponerse a Esquerra.

Fueron décadas de dominio de CiU sobre ERC, desde 1980 a 2017 en todas las elecciones se impuso CiU o sus herederos, a los republicanos. Si bien en las de 2003 y 2006 estos últimos dieron un importante salto, consiguiendo romper por primera vez la barrera del 10%, con el 16,5% y 14%, respectivamente. Anteriormente, entre 1980 y 1999, su promedio fue del 7,3%. Eran los tiempos del tripartito.

Los peores resultados de CiU

Coincidente con el repunte de ERC se registraron los dos peores resultados de CiU desde 1984, con el 30,9% y el 31,5%, respectivamente. Vendrían las elecciones de 2010, que barrerían el tripartito, con un 38,5% de voto para CiU y tan solo el 7% para ERC. Pero sería una excepcionalidad.

Con el proceso independentista en marcha, CiU empieza a descender, contrariamente a lo previsto por Mas, y en 2012 vuelve a su suelo electoral del 30,7%, mientras que ERC crece hasta el 13,7%. Cinco años después, en 2017, los resultados dan un empate técnico entre ambas formaciones: 21,7% para los de Puigdemont y el 21,4% para los de Junqueras. Artur Mas quiso rentabilizar el proceso, pero lo que consiguió fue hacer crecer a su adversario más directo, ERC.

Voto separatista catalán
Voto separatista catalánTeresa Gallardo

Hasta tal punto salió mal la estrategia de Mas que en las elecciones de 2015, ya disuelta CiU, se aceptó concurrir conjuntamente a las elecciones autonómicas de ese año con ERC, bajo la marca «Junts pel Sí». Las encuestas que manejaban les alertaban de un más que probable «sorpasso» de ERC si ambas formaciones iban por separado. Mas aceptó la coalición para esconder un fracaso en las urnas de los convergentes si hubiesen concurrido por separado.

Radicalización

Tras esas elecciones, los convergentes, sabedores de que ERC les come el terreno, se radicalizan. Comienza la era Puigdemont, que debe contener a ERC, aunque ello suponga «echarse al monte», y efectivamente la otrora CiU, partido de «Estado», se embarca en un absurdo enfrentamiento con el Estado y aboga por una declaración unilateral de independencia. Puigdemont logra contener la caída frente a ERC, per al precio de situarse más cercano de las tesis antisistema de CUP.

En 2012 se les sumó un tercer partido, CUP. Conjuntamente han logrado mejorar sus resultados, ya que en las tres elecciones del periodo 2012-2017 han recibido una media del 47,8% (un mínimo del 47,6% en 2017 y un máximo del 47,9% en 2012), frente a la media del 46,2% del periodo anterior: 1999-2010. Pero quedan lejos de los resultados de 1984-1995, con cuatro legislaturas en una media del 51,4% del voto.

La sociedad catalana da muestras de cansancio con el proceso, sus prioridades son políticas económicas que creen empleo y vacunar a la población frente a la Covid-19 lo antes posible. La pugna entre JXCat y ERC por cuál de los dos es más independentista no deja de ser grotesca.