Cataluña

La conllevancia

Reconstruir en Catalunya el espacio catalán de centro derecha es una prioridad.

Periodistas observan los primeros sondeos de los componentes de En Comu Podem en la sede del partido
Periodistas observan los primeros sondeos de los componentes de En Comu Podem en la sede del partidoKike RincónEuropa Press

Seguiremos en la conllevancia. A pesar de la victoria de Salvador Illa, las elecciones catalanas de este domingo dejan las cosas peor de lo que estaban, con una victoria clara de los partidarios del “Procés separatista”, que han logrado articular un discurso conceptual y emocional muy eficaz, dejando sin relato constructivo a los que defienden la unidad de España. Los mal llamados “unionistas” han basado su estrategia comunicativa en una enorme pobreza emocional, incapaz de movilizar a los opuestos a la separación, centrando el debate exclusivamente en términos legalistas y judiciales, con nula eficiencia y sin empatía hacia los catalano parlantes.

El separatismo ha conseguido llegar al 50% de los votos, un logro descorazonador para todos los defensores de la unidad de España y pueden volver a formar gobierno, aunque las circunstancias internas de división entre los seguidores republicanos, los exconvergentes de Puigdemont y la extrema izquierda de la CUP, prometen largas semanas de vetos cruzados y acusaciones tramposas, que demorarán la constitución de un gobierno estable en Catalunya. La eficacia discursiva separatista es letal, con una hoja de ruta bien trazada, clara, concisa, emotiva y concreta; al amparo de instrumentos generados desde el propio estado (la Generalitat como agitador del “procès”) y han gozado de la presencia de los políticos presos, factor movilizador del elector independentista.

En diciembre de 2017, Ciudadanos ganó las elecciones autonómicas catalanas, con un mensaje de patriotismo dual alcanzando un resultado espectacular, con 36 diputados y la histórica cifra de 1.100.000 votos. Se había conseguido derrotar al separatismo, pero los líderes de Ciudadanos se instalaron cómodamente en Madrid, abandonando a los catalanes y decidiendo no presentar su candidatura a la Presidencia de la Generalitat, dilapidando absurdamente el caudal de votos obtenido y desmovilizando a la mayoría de sus votantes, lo que ha sido una de las causas principales del hundimiento de los naranjas. Y es el PSC y especialmente Pedro Sánchez, quien resulta claramente ganador en su estrategia, recogiendo la mayor parte del votante constitucionalista y fortaleciendo su posición en la Moncloa.

Pero es la debacle del PP lo que más sorprende, evidenciando la insignificancia de un proyecto español del centro derecha que, con el precedente de la debacle electoral en el País Vasco, debían resarcirse de los desastrosos resultados alcanzados en 2017 (4 diputados de un total de 135), Sin embargo, Bárcenas se les ha cruzado por el camino, y el “sorpasso” de VOX, anula las posibilidades de que Pablo Casado pueda recuperar el poder en España. Iván Redondo estará feliz.

Escribía el vasco Unamuno a Azorín en 1907, ante la agitación de un nacionalismo español de raíz anticatalana: “Merecemos perder Catalunya”. Afirmaba, Manuel Azaña, en su análisis de la situación catalana antes de la guerra civil: “La diferencia política más notable que yo encuentro entre catalanes y castellanos, está en que nosotros los castellanos lo vemos todo en el Estado y donde se nos acaba el Estado se nos acaba todo, los catalanes, que son más sentimentales, ponen entre el Estado y su persona una porción de cosas blandas, amorosas, amables y exorables que les alejan un poco la presencia severa, abstracta e impersonal del Estado”.

Ortega y Gasset creía que Castilla fue la gran fuerza integradora de España, mientras proclamaba grandes ideales en los que convergían los pueblos peninsulares, al representar una superación de todos ellos, pero con el fin de estos ideales comenzó un proceso de desintegración que impulsó la castellanización de España. Ante esta situación Ortega pregonó que el «problema catalán» había que conllevarlo sin intentar resolverlo y afirmaba que “La esencia del particularismo es que cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte, y en consecuencia deja de compartir los sentimientos de los demás”. Ortega señalaba que el alma de España no había superado su tendencia a la dispersión y se interrogaba constantemente sobre su identidad. En la obra “España invertebrada”, analizaba la crisis política y social de España, y mediante la aplicación del método de la razón histórica, estudió su integración y descomposición y los fenómenos característicos de la historia, llegando a la conclusión de que la causa de la desarticulación de España como nación, radicaba en la crisis histórica de su proyecto de vida en común y sus tensiones separatistas eran el reflejo de un proceso de desintegración desde la periferia al centro.

Los constitucionalistas catalanes debemos construir un relato común que ilusione a muchos catalanes y superemos la conllevancia. Reconstruir en Catalunya el espacio catalán de centro derecha es una prioridad.