Elecciones 4-M

Mantener la crispación como estrategia

«El cuerpo a cuerpo entre Monasterio e Iglesias da oxígeno a sus partidos»

Acto feminista de campa–a de Unidas-Podemos. Pablo Iglesias, Irene Montero, Yolanda D’az, Isa Serra.@Cipriano Pastrano
Acto feminista de campa–a de Unidas-Podemos. Pablo Iglesias, Irene Montero, Yolanda D’az, Isa Serra.@Cipriano PastranoCipriano Pastrano DelgadoLa Raz—n

A poco más de una semana de las elecciones del 4-M observamos tres comportamientos muy definidos, por un lado la campaña «tranquila» de Isabel Díaz Ayudo y Edmundo Bal. Por otro la ferocidad que muestran Podemos y Vox, y por último la falta de iniciativa de PSOE y Más Madrid que esperaban merendarse a los morados, y ahora ven con preocupación la última carta jugada por Unidas Podemos.

Desde que comenzó la campaña electoral, los datos daban por extraparlamentario a Ciudadanos, pero no alejaban demasiado del 5% a Vox y a Unidas Podemos. El voto útil hacia el Partido Popular estaba debilitando a los de Abascal, así como el crecimiento de Más Madrid a costa del PSOE y sobre todo de UP, comprometía la existencia de los de Iglesias por encima del 5%. El cuerpo a cuerpo entre Rocío Monasterio y Pablo Iglesias da oxígeno a dos partidos que todas las encuestas los situaban cuartos o quintos, cercanos a la línea roja del 5% y muy alejados de los tres primeros; PP, PSOE y Más Madrid.

Gracias a la estrategia de la tensión elegida por Vox y Unidas Podemos superan cada uno en estos momentos el 8% de los votos, lo que les permite subsistir en la Asamblea de Madrid con 12 y 11 escaños, respectivamente. Pero para ello no deberán levantar el pie del acelerador de la crispación hasta el mismo 4-M.

Continúa el trasvase de votantes de Ciudadanos al PP. Esta semana se alcanza el mayor volumen; 408.000 electores naranjas ya han dado el paso y votarán a Ayuso. Este ejército de votantes supone el 64,8% del los que en 2019 votaron a Aguado y ahora no votarán a Bal.

Vox apuesta por la estrategia de visibilidad que le da la confrontación con la extrema izquierda y que justifica el voto hacia la formación de Monasterio, diferenciándose del PP. Al mismo tiempo los de Abascal preparan la negociación con el PP para después del 4-M , por lo que tiene la pretensión de al menos repetir con 12 escaños para no mostrarse débil ante un PP que está unificando a la carrera la mayor parte del voto de las derechas. De momento Vox ha conseguido contener la fuga de votantes hacia los populares, pero aun así representan el 30,2% del voto de Vox de 2019.

En las izquierdas también existe intercambio de voto, especialmente entre Más Madrid y Unidas Podemos. La principal fuga de votantes de Más Madrid lo constituye el 13,7% de sus electores que marchan al partido morado. Mientras que el principal trasvase de los podemitas es el 14,9% que elige ahora a Más Madrid. Mientras que el PSOE no es destino importante de votantes de Más Madrid o de Unidas Podemos. Pero sí es exportador de votos al PP; el 10,5% del electorado socialista opta ahora por los de la calle Génova, mientras que tan solo el 6,9% tiene proyectado votar a las formaciones a la izquierda del PSOE. En concreto, un 4,4% a Más Madrid y un 2,5% a Unidas Podemos.

El PP no tiene rival entre los votantes de 30 y más años. Es el partido más elegido con diferencia, mientras que en el segmento de 18 a 29 años sufre la competencia de Más Madrid, PSOE y Unidas Podemos, que relegan la candidatura popular a la cuarta posición. Se da la circunstancia de que este segmento, el de 18 a 29 años de edad, es el que menor participación tendrá en las elecciones del 4-M, estimándose entre estos votantes una abstención del 48,9% sobre el total del censo, tanto entre residentes en la comunidad autónoma como en el extranjero. Cuando la media de todos los segmentos de edad es del 35,2%.

La participación que se prevé es similar a la de las elecciones de mayo de 2015 y 2019, entre el 68% y 69% de los 4.783.528 madrileños censados residentes en la comunidad. O entre el 64% y 65% del total del censo si añadimos los 329.130 madrileños residentes en el extranjero.

En estas dos ocasiones anteriores las derechas se impusieron a las izquierdas. Pero en una situación con menor participación las derechas dominan de modo más contundente. El ejemplo lo tenemos en las elecciones de 2011, con la menor de las participaciones del siglo, con un 65,9%. La desmovilización de la izquierda llevó a las derechas a alcanzar un récord electoral; el 58,0% de los votos, frente a tan solo el 35,9% de las izquierdas. Las izquierdas solo pueden derrotar a las derechas con participaciones cercanas o superiores al 70%, como sucedió en mayo de 2003.

El PSOE es el principal causante de mantener unos niveles de participación que favorecen la victoria de las derechas en las urnas, pues hasta el 11,1% de sus votantes se abstendrían ahora, frente a tan solo el 6,7% de Más Madrid o el 6,6% de Unidas Podemos.

Otro elemento que contribuye a crear inestabilidad es el porcentaje tan elevado de votantes de Ciudadanos que a una semana de las elecciones afirman que se abstendrán, el 14,8%. Mientras que son las otras dos formaciones de las derechas, PP y Vox, las que menor porcentaje de abstención presentan; únicamente el 2,4% y el 5,5%, respectivamente, afirman que no votarán el día 4 de mayo.