Cataluña
ERC y Junts: en busca del peón en la casilla ocho
Los independentistas juegan su particular partida de ajedrez para imponer su estrategia
En ajedrez, un peón en casilla ocho es todo un triunfo. La pieza más pequeña rescata a la reina y le pone en ventaja frente a su rival. El jaque mate puede ser cuestión de un par de movimientos. Pero, para llegar a esta situación óptima hay que mover bien las piezas, aprovechar los errores del contrario y activar las jugadas, lo que es tanto como elegir las batallas a dar. Con esta tesis ajedrecista hay que entender la política catalana y su interrelación constante con los escenarios de la política española. En esta tesitura, el independentismo esta resituándose, porque el objetivo de ERC y Junts es conseguir que ese deseado peón llegue a la casilla ocho y dirima qué formación impone su estrategia en el mundo independentista y cómo debe actuar este mundo en la política española.
La ampliación del aeropuerto de El Prat propuesta por AENA -propuesta ya contemplada en los planes de la compañía cotizada en tiempos de Mariano Rajoy- ha desatado las hostilidades. Hasta ese momento, ERC representaba la mesura frente a los aspavientos de los de Puigdemont. Es decir, ERC trataba de ocupar el espacio que siempre había ocupado Convergència i Unió. Un espacio transversal en lo ideológico y mayoritario en la sociedad catalana. Lo trataba de ocupar con pragmatismo, poniendo en marcha la Comisión Bilateral para recuperar competencias, inversiones o pagos atrasados, gobernando la autonomía mientras no se alcanza el objetivo final: la independencia.
Así, los republicanos levantaban la bandera del «peix al cove», expresión catalana que hizo famosa Pujol que representa la estrategia de llenar de «contenido» el autogobierno catalán, pero sin renunciar a la amnistía y la autodeterminación que presentarán en la Mesa de Diálogo. Conjugar pragmatismo y mantener la pugna por el liderazgo independentista parecía que se imponía de la mano de Pere Aragonés y de Oriol Junqueras, que guarda un ensordecedor silencio desde su salida de prisión con apenas presencia pública.
Junts había abandonado el pragmatismo hacía tiempo. Su opción era la radicalidad. Puigdemont abjuraba de la esencia del «pujolismo» y con el apoyo de Laura Borrás, presidenta del Parlament tensaba la cuerda al máximo con el Gobierno de Sánchez y con ERC. El primer pulso fue la negociación del Govern. Frente a la radicalidad se impuso el pragmatismo de Sánchez. Como respuesta, el sector duro dio la espalda al nuevo Gobierno de coalición. Elsa Artadi y Josep Rius se negaron a ser consejeros.
La vista puesta en 2023
En Junts, muchos consideran que mantenerse alejados del pragmatismo, de lo que fuera aquella Convergència i Unió, les perjudica, como se demostró en las últimas elecciones que perdieron por un puñado de votos. Romper con el PDeCAT impidió la victoria y la obtención de la Presidencia. Sánchez representa este pragmatismo en el partido, pero en el Govern nadie era el referente. Pactó el Govern y ha abierto de las puertas de la negociación con el PDeCAT pensando en el 2023. El pulso interno está abierto. Para ganar esta pugna, se necesitaba visualizar el nuevo pragmatismo de Junts en el Govern. No se conseguía.
La ampliación del aeropuerto se convirtió en la jugada que había que aprovechar para reposicionarse en el ajedrez aleatorio de la política catalana. Jordi Puignerò, vicepresidente, se afanó a ello y Junts dijo desde el primer momento sí a la ampliación con un gesto decidido a la sociedad civil catalana, y más importante, la empresarial, que había apostado por un Prat más internacional, frente a la posición dubitativa deAragonés y ERC. Puigneró se movió bien y dejó a ERC noqueada cuando Aragonés, en el último minuto, se enteró de que su vicepresidente había llegado a un acuerdo sobre la ampliación. Aragonés se lo tragó porque no estaba dispuesto a dejar la bandera del pragmatismo a Junts. El «trágala» es la primera crisis seria con sus socios –Comunes y CUP– y con las bases republicanas. ERC del Baix Llobregat se opone. No es baladí que Oriol Junqueras sea del Baix Llobregat. También en esto sigue en silencio.
Puigneró ha salido favorecido de la polémica por los desatados ataques del PP y de Vox con el discurso de «las cesiones de Sánchez», porque permite abanderar la postura reivindicativa y victimista en la que vive constantemente el independentismo. Por eso, no sorprende que desde ERC se haga bandera de la recuperación de 200 millones por incumplimiento de la Disposición Adicional Tercera que se pagarán este trimestre, de los compromisos de la Bilateral en materia de inversiones que se cumplimentarán en las próximas reuniones, y de que Cataluña ha obtenido casi un tercio del dinero inyectado por el Estado en las arcas autonómicas. Lo curioso es que es el dinero recibido desde 2012, cuando gobernaba Rajoy.
Protagonismo
Ciertamente, Puigneró ha conseguido el protagonismo deseado con apoyo de Jaume Giró, que desde la consejería de Economía se ha fijado como objetivo prioritario la confección de presupuestos, y parece que está obteniendo ingresos adicionales. El sector pragmático se ha impuesto en el Govern. Sánchez quiere llevar ese pragmatismo al partido y de cara a las municipales abre puertas de negociación con el PDeCAT que sigue teniendo un gran peso en el territorio y pretenden dar la batalla en Barcelona, donde la opción de Junts está en fuera de juego, y ERC se deja mimar por los Comunes. Los primeros se auguran ganadores, los segundos se preparan para afrontar la etapa post-Colau explorando alianzas con los republicanos, dejando de paso al PSC fuera de la partida. «Con la derecha no se negociará nada. Lo más seguro es que se imponga un 155 y por largo tiempo. Si cae Sánchez se añorará negociar traspasos o inversiones. Y que los independentistas no lo olviden, sus líderes podrían volver a prisión», afirma un dirigente socialista.
Un aviso a navegantes en la negociación de los Presupuestos de 2022. El independentismo no comparte este razonamiento, pero por si acaso libra su propia batalla para liderar el pragmatismo. Quien gane o quien pierda, incluso dentro de los propios partidos, influirá en el escenario político catalán y español del próximo año.
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