Frontera
Trabajadores marroquíes protestan por los nuevos visados para entrar en Ceuta y Melilla
Apenas 200 empleados transfronterizos están “legalmente reconocidos”, cuando antes cruzaban miles
En torno a 300 trabajadores transfronterizos –la mayoría empleadas domésticas– se han concentrado hoy en Fnideq (Marruecos), la antigua Castillejos, al otro lado de la frontera de Ceuta, contra el nuevo visado exigido por las autoridades españolas. Desde este 31 de mayo es posible el acceso a esta ciudad y a Melilla desde Marruecos para los trabajadores «legalmente reconocidos», según la terminología empleada por el Ministerio español del Interior.
A día de hoy poco más de 200 personas entre vecinos de las provincias de Tetuán y Nador reúnen la documentación necesaria para poder cruzar las fronteras como antes de la pandemia. Antes de marzo de 2020, más de 3.000 personas gozaban del estatus de transfronterizo en Ceuta y unos 5.000 en Melilla.
«No somos extranjeras, somos hermanos. ¡No necesitamos visado!», insistía Zohra Bokari, tetuaní de 60 años, a LA RAZÓN. Un eslogan –en español– que, a medida que subía la temperatura de la protesta y la meteorológica, el grupo coreaba con más ímpetu. La Policía, que observaba con atención la concentración, no ha permitido que el grupo se aproximara a Bab Sebta (a kilómetro y medio de la frontera ceutí del Tarajal).
Porceso complejo
Lamentan los transfronterizos la falta de información de las autoridades españolas y la complejidad del nuevo proceso de obtención de visados en los consulados de Tetuán y Nador, que comienza y termina en las respectivas Oficinas de Extranjería de las ciudades autónomas. «He cotizado 30 años en España y ahora no tengo ni médico ni manera de sacar el dinero de mi banco en Ceuta ni derecho a ninguna prestación», explica Hajiba Cherdoni, otra veterana vecina de Castillejos. Se sienten desamparados y olvidados, y acusan del limbo en que se encuentran tras dos años de espera al Gobierno español y a las administraciones de las ciudades autónomas.
El perfil de las manifestantes es mayoritariamente el de mujeres empleadas domésticas, aunque también hay un grupo heterogéneo de hombres que se desempeñó en la construcción o la hostelería. Mohamed Bin Slimani trabajó de albañil en Ceuta más de diez años. «Después de dejar la obra hice mis chapuzas, lo que he ido pudiendo. Aquí en Marruecos no hay nada que hacer», confiesa.
Con la apertura de este martes a los transfronterizos culmina, de momento, el proceso de normalización de las fronteras de Ceuta y Melilla tras 26 meses de clausura y más de un año de crisis diplomática bilateral. Desde el pasado 17 de mayo ya podían transitar los pasos del Tarajal y Beni Enzar los nacionales de la UE y ciudadanos con permiso de residencia o circulación en el espacio Schengen.
Varios son los interrogantes sin resolver en torno al futuro de las dos fronteras entre España y Marruecos: desde cuándo y cómo serán las aduanas comerciales prometidas por el Gobierno de Pedro Sánchez hasta las condiciones en que se producirá la regularización de los transfronterizos pasando por la integración definitiva –o no- de las ciudades en el espacio Schengen o el funcionamiento de la flamante “frontera inteligente”. Y a poco más de dos semanas para el inicio de la Operación Paso del Estrecho.
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