Estrategia

Campaña de Moncloa para «humanizar» a Sánchez

El objetivo del Gobierno es impulsar un lavado de imagen del presidente para acercarlo a la calle y dar sensación de proximidad. Se busca explotar su perfil internacional y gestor

El pasado miércoles Pedro Sánchez cumplía su particular legislatura en el poder. Cuatro años desde que triunfara la moción de censura que le llevó a La Moncloa. El presidente del Gobierno reunió a la Interparlamentaria del partido, los grupos del PSOE en el Congreso y el Senado, para espolearles, evocando el espíritu de la mayoría que permitió propiciar un «cambio de ciclo» en el país con la salida de Mariano Rajoy. Ahora, con las elecciones andaluzas a la vuelta de la esquina y con el fantasma de otro «cambio de ciclo», pero, esta vez, contrario a los intereses de la izquierda, en el Ejecutivo enfocan todos sus esfuerzos en rearmarse para encarar con garantías lo que resta hasta las elecciones generales. Este ejercicio de rearme no es nuevo, comenzó hace un año. La debacle del 4 de mayo, en la Comunidad de Madrid, supuso un punto de inflexión para Moncloa.

El resultado que expulsó a Pablo Iglesias de la política –por considerar que su presencia era perjudicial para la viabilidad de Podemos–, dejó también tocado a Pedro Sánchez. Ambos perfiles se demostraron un catalizador del malestar ciudadano y permitieron a Isabel Díaz Ayuso aglutinar el voto de castigo a la gestión del Gobierno durante la pandemia. El error partió de la propia Moncloa, que, durante la crisis sanitaria, concedió a la presidenta madrileña un trato de igual a igual, otorgándole, de facto, el liderazgo de la oposición al Ejecutivo. Que la figura de Sánchez genera rechazo es algo que saben en el Gobierno y que buscan desactivar. Primero, se impulsó una remodelación del Gabinete del que se expulsó a algunos de los titulares de más peso –Carmen Calvo, Iván Redondo y José Luis Ábalos, entre otros– que, hasta ese momento, ejercían como una suerte de cortafuegos para proteger al presidente. Estos perfiles encajaban los golpes de la oposición, una erosión que, de este modo, le ahorraban al presidente.

Sánchez pasaba del Gobierno de la emergencia –sanitaria– al Gobierno de la recuperación. O lo que es lo mismo, de un Gabinete que había sufrido un desgaste inédito a un Gabinete que gestionaría la reactivación económica a lomos de los fondos europeos. De dar malas noticias a repartir el maná europeo. Despojándose de su guardia de corps, Sánchez quedaba más expuesto, sí, pero con unos nuevos ministros de perfil bajo, confiaba en personificar sin competencia los éxitos de la gestión. Sin embargo, en Moncloa no contaban con que solo unos meses después se desataría una guerra a las puertas de Europa que complicaría sustancialmente sus planes. Los nuevos ministros obedecían a un mismo patrón, eran caras nuevas y del municipalismo, un intento de proyectar proximidad con la ciudadanía. En paralelo, el presidente comenzó una estrategia para «reconectar con la calle», acelerando la acción ejecutiva y programando actos para recuperar el pulso de la sociedad.

Más cercanía

Esta estrategia de cercanía se ha implementado con una nueva derivada: «Humanizar a Sánchez». El presidente recorre España protagonizando actos, fotografiándose con niños, refugiados ucranianos y mezclándose con los ciudadanos. Algo arriesgado, porque no es la primera vez que se tiene que enfrentar a los abucheos de la calle. Sánchez no es nuevo en esta estrategia. Cuando llegó a la Secretaría General del PSOE en 2014 y con el hándicap de su desconocimiento, su entonces directora de comunicación, Verónica Fumanal, emprendió una campaña en este sentido, que luego fue emulada por otros líderes. Sánchez fue el precursor político de participaciones en programas de máxima audiencia como «El Hormiguero» o «Planeta Calleja» e incluso descolgó el teléfono para hablar en directo con el presentador de Sálvame Jorge Javier Vázquez a cuenta del polémico Toro de la Vega.

Ahora, Sánchez ya no tiene un problema de conocimiento ciudadano, sino de mala percepción e incluso de falta de credibilidad por las contradicciones en las que ha incurrido durante sus cuatro años en el poder. Sánchez no genera empatía y en la línea de lavar su imagen, desde Moncloa se encargó hace meses a un equipo conjunto de Secuoya Studios y The Pool la grabación de una serie que pretende sacar a la luz la dimensión más personal y humana de la Presidencia del Gobierno. Para ello, un equipo de rodaje sigue al presidente y al personal que le rodea dentro y fuera de la Moncloa mostrado cómo es su día a día. El objetivo es construir «un relato observacional, que pondrá el foco en aspectos más personales y cotidianos, alejado de los argumentos puramente políticos o ideológico», según aseguró la productora responsable del formato en un comunicado.

En paralelo, desde el Gobierno se busca dar máxima visibilidad al perfil internacional y gestor de Sánchez. Una circunstancia que cobra, ahora, si cabe más protagonismo tras la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del PP, que presenta una fuerte competencia por este flanco. El mes de junio está orientado por Moncloa en proyectar la agenda internacional. El presidente estuvo hace escasos días en el Foro económico de Davos, participó esta semana en el Consejo Europeo que aprobó el sexto paquete de sanciones a Rusia y volverá a Bruselas las jornadas del 23 y 24. El broche de oro será la celebración de la Cumbre de la OTAN en Madrid a finales de mes, una cita a la que Moncloa dota de máxima trascendencia. Sánchez exhibirá liderazgo como anfitrión y pretende proyectar la imagen de España, por ello, generó tanto malestar los intentos de Podemos por boicotear el encuentro.

El desgaste de la imagen de Sánchez también se percibe por parte de su propio partido. Los pactos con formaciones nacionalistas e independentistas en el Congreso para mantenerse en el poder y sacar adelante la agenda legislativa son censurados por una parte del PSOE, que busca marcar perfil propio. Aunque en Moncloa no estuvo sobre la mesa la opción de un «superdomingo» –unir las generales con las municipales y autonómicas– desde los territorios se revuelven contra esta eventualidad cada vez que siquiera se menta. Lejos queda 2019, cuando Ximo Puig adelantó las elecciones valencianas para hacerlas coincidir con las generales el 28-A y beneficiarse por el impulso del «efecto Moncloa». Ahora, Sánchez no suma y varios son los líderes territoriales que intentan marcar distancias para no verse contagiados por el desgaste de la gestión del Gobierno. Nadie quiere unir su destino político a él.