Protagonismo
Ayuso, el reclamo de Feijóo para «matar» a Vox
Los equipos del líder nacional y de la presidenta madrileña estrechan relaciones para «rentabilizar» las diferencias
La Comunidad de Madrid prepara tal despliegue de actos con motivo de la celebración del Día de la Hispanidad que competirá con el Gobierno de coalición, incluso ha preparado una agenda de actividades en Cataluña. Y aunque no confirman oficialmente, en el equipo de Ayuso no descartan tampoco que la presidenta participe presencialmente en alguna de las actividades en Barcelona.
Este protagonismo de la presidenta, como se constatará de nuevo el próximo día 12, y que se sostiene, en parte, en sus diferencias con la posición nacional del PP, están en esta nueva etapa bajo control, o casi podría decirse que implícitamente consensuados con el líder popular. Los dos han pactado respetar su autonomía, «en una estrategia se suma también en la diferencia» frente al periodo anterior, en el que el choque entre Pablo Casado y la dirigente madrileña abrió al partido una grave vía de fuga de voto. De hecho, los equipos de los dos dirigentes han creado un canal de comunicación permanente para aclarar, incluso, las informaciones que puedan dar lugar a malentendidos.
Ayuso va a seguir marcando una posición propia, sin someterse a argumentarios oficiales del partido, pero en esta cúpula popular valoran estas diferencias como un «activo», aunque a veces resulte incómodo, «con el que hay que convivir porque suma al conjunto». De hecho, la líder del PP de Madrid está cogiendo el papel de voz que ocupa espacios a los que el presidente nacional no puede llegar por su posición institucional como líder de la oposición y su condición de aspirante al Gobierno de la Nación. El último ejemplo de ello ha sido la enmienda de la presidenta al impuesto de la Comisión Europea a las energéticas, y al que el PP nacional, sin embargo, se ha sumado en coherencia con la posición del Grupo Popular Europeo.
Desde su condición de líder autonómica, Ayuso deja caer mensajes que no chirrían en una parte del electorado popular, al contrario, y en Génova ven en ella la puerta para «sentenciar» a Vox a nivel nacional. La crisis que se ha abierto en Vox a costa de la expulsión de Macarena Olona del partido la celebran en el PP como la confirmación de que Feijóo amplía su margen para aglutinar el voto del centro derecha de cara a las elecciones generales. Es la crisis más importante a la que se ha enfrentado el partido de Santiago Abascal desde su nacimiento, y llega en un momento delicado para los verdes porque no se cumplieron sus expectativas en las elecciones andaluzas y tienen que enfrentarse a una campaña autonómica y municipal que someterá a prueba su músculo territorial. Vox, como ocurre con los demás partidos de la nueva política, tiene un problema de déficit orgánico y de capital humano, y Olona era uno de sus estandartes más importantes a nivel nacional. Ésta es la razón por la que la enviaron como candidata a la Junta de Andalucía en las últimas elecciones, a pesar de su oposición a dejar el Congreso y la política nacional.
Ayuso es el mejor reclamo que tiene Feijóo para desactivar la impronta de Vox en determinados sectores de voto más a la derecha y sin que el líder popular tenga que renunciar a su posición centrada. «Para ganar este partido hay que jugarlo con varios delanteros, no con uno solo», describe, metafóricamente, un miembro del Comité de Dirección del PP. La debilidad con la que el PP contempla hoy en día a Vox como adversario se deja ver en el diseño de la estrategia para las elecciones de mayo. En el caso de la Comunidad, la preocupación del equipo de Ayuso no está en lo que pueda quitarles Vox, aquella etapa del miedo al Gobierno de coalición PP-Vox ha pasado a la historia: los estrategas populares no temen por su mayoría en Sol, sino que lo que les ocupa es ser capaz de hacerse en esas elecciones con la mayor parte de los ayuntamientos que tiene la izquierda, con especial atención al llamado «cinturón rojo» madrileño.
A nivel nacional, Vox tampoco es ya hoy una obsesión como en la etapa de Casado. En Génova están más pendientes del Ejecutivo de coalición y de los golpes de efecto que pueda lanzar el presidente del Gobierno para movilizar a su electorado, utilizando, para ello, la recaudación extraordinaria que está consiguiendo Hacienda, gracias a la inflación, y los fondos europeos. El techo de gasto aprobado por el Congreso para el próximo ejercicio, histórico en dimensión, anticipa por dónde va a ir la política del Gobierno de coalición en la recta final de la Legislatura. El BCE y la OCDE han criticado esta semana la política de los Estados europeos de conceder ayudas indiscriminadas contra la crisis energética por miedo a que alimenten la inflación. Y ésta es la preocupación sobre la que hay bastante consenso económico en clave doméstica respecto a las consecuencias de una política que en España está condicionada por las elecciones de mayo y por las generales.
En el principal partido de la oposición hay voces que apuntan la advertencia de que el PP tiene que prepararse para una caída en las encuestas, según avance el otoño, que enmarcan en una evolución «normal» después de que el aterrizaje de Feijóo en Madrid haya disparado la intención de voto del partido hasta su nivel más alto en los últimos años. «Esto es lógico que pase y tenemos que estar preparados. Lo importante es que sepamos reaccionar con inteligencia. Las elecciones no están ganadas, y eso no hay que perderlo de vista», advierten desde uno de los Gobiernos autonómicos del PP
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