Defensa

El Ejército de Tierra volverá a tener lanzacohetes, el arma con la que Ucrania arrasa las posiciones rusas

Defensa reserva una partida de 22 millones en el presupuesto de 2023 para lanzar un programa liderado por las empresas Expal y Escribano

Hace más de una década, en 2011, el Ejército de Tierra tuvo que dar de baja su lanzacohetes Teruel, obsoletos, tras más de 30 años en servicio. Y desde entonces está esperando la compra de un sustituto. Los mandos del Ejército han insistido en los últimos años una y otra vez, por activa y por pasiva, en que hay que recuperar esta capacidad. A pesar de ser una prioridad urgente, el programa se ha ido retrasando a la espera de una financiación que no terminaba de llegar. Sin embargo, todo ha cambiado casi de un día para otro con el aumento de la inversión en Defensa.

Esa larga espera parece que ya ha terminado. Uno de los nuevos programas que pondrá en marcha el Ministerio de Defensa es el desarrollo de un sistema lanzacohetes de alta movilidad (Silam). El departamento que dirige Margarita Robles reserva en el presupuesto del próximo año una partida de 22 millones de euros para su lanzamiento. Y entre 2023 y 2026 tiene previsto invertir 290 millones en este programa. De esta forma, el Ejército ve como una de sus grandes demandas es escuchada en un momento además en el que la guerra de Ucrania demuestra hasta qué punto pueden resultar decisivos los lanzacohetes. No hay nada más que ver como los ya famosos Himars, entregados por Estados Unidos a las fuerzas ucranianas, arrasan las posiciones rusas.

El programa, pendiente de cerrar los flecos de la contratación, ya está en marcha en la Dirección General de Armamento y Material (DGAM), responsable de las compras en el Ministerio de Defensa, y está previsto que el lanzamiento oficial se produzca antes de final de año. Salvo sorpresa de última hora, el nuevo lanzacohetes del Ejército de Tierra estará basado en el sistema PULS (Precise and Universal Launching System) de la empresa israelí Elbit. Si bien, podríamos decir que será ‘Made in Spain’. El proyecto está liderado por las empresas españolas Expal y Escribano y contempla la transferencia de tecnología para el desarrollo por parte de la industria de defensa nacional del lanzador y la munición, tanto cohetes como misiles. Estas compañías han propuesto un lanzacohetes capaz de destruir objetivos situados hasta 300 km con misiles y de abatir blancos un radio de entre 40 y 150 km con cohetes.

Detalle del lanzador PULS montado sobre un camión
Detalle del lanzador PULS montado sobre un camiónElbit

El lanzador será instalado sobre un vehículo Astra 6x6 de la empresa Iveco e integrado en el sistema de mando y control Talos de las unidades de artillería del Ejército de Tierra. El programa además incluye la formación al personal responsable de su operación y también el mantenimiento a lo largo de toda la vida del sistema.

Es importante señalar que, aunque el Ejército de Tierra no tiene lanzacohetes desde hace diez años, el Mando de Artillería de Campaña (MACA) cuenta con el Regimiento de Artillería Lanzacohetes de Campaña nº 63, ubicado en Astorga (León). La unidad no tiene capacidad operativa, no obstante, mantiene un grupo de artilleros que continúa al día en las tácticas y procedimientos de empleo de los sistemas lanzacohetes y de los desarrollos en servicio en otros ejércitos.

Prototipo en menos de un año y medio

De acuerdo con el calendario previsto, el prototipo del sistema sería presentado en menos de un año y medio, en un plazo de unos 18 meses, desde la puesta en marcha del programa. “Si se lanzan antes de que acabe el año podría estar para finales de 2023″, señalan fuentes próximas al programa.

El sistema PULS ha sido seleccionado por las prestaciones, capacidades del sistema, velocidad de despliegue y garantía de la soberanía nacional, después de analizar los lanzacohetes de diferentes empresas que existen en el mercado, explican las empresas que lideran el proyecto. Entre los desarrollos evaluados que finalmente han sido descartados está por ejemplo el Astros 2020 de la brasileña Avibras o el citado Himars de la estadounidense Lockheed Martin. La idea, al final, es nacionalizar prácticamente toda la producción de este desarrollo. Todavía está pendiente de definir el porcentaje de componente español, no obstante, será “muy elevado”, explican las fuentes consultadas, superando -añaden- ampliamente el 50%.

El reparto de la carga de trabajo también está prácticamente cerrado. Escribano fabricará los elementos mecánicos, la hidráulica y la electrónica, así como la integración de sistemas blindados. Expal, por su parte, producirá componentes, los pod de lanzamiento y la munición. Por debajo de estas dos empresas habrá diferentes subcontratistas como Iveco, responsable de la integración del lanzador en el vehículo Astra, o el consorcio SMS (Sistema de Misiles de España), encargado de conectar la batería con el puesto de mando.

Embarque de un lanzacohetes para Ucrania
Embarque de un lanzacohetes para UcraniaDOD

Las lecciones de Ucrania

Este tipo de sistemas habían sido relegados a un segundo plano en los últimos años en muchos países. España es quizás el mejor ejemplo. Como se ha expuesto, el programa para reemplazar el Teruel llevaba más de una década en un cajón. Sin embargo, la guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto que los lanzacohetes, lejos de estar desfasados, siguen teniendo un papel clave en los conflictos modernos. Los Himars, suministrados por Estados Unidos, están resultando claves en la contraofensiva ucraniana en el este, causando importantes daños y un desgaste decisivo a retaguardia de las líneas rusas.

Los lanzacohetes, instalados sobre vehículos de ruedas, tienen una alta movilidad y velocidad para entrada y salida de posición, características que dificultan la detección y el ataque. Ofrecen apoyo de largo alcance a operaciones expedicionarias con fuego destructivo, supresivo y de contrabatería de gran volumen. Además, cuentan con una alta precisión mediante la integración de sistema de guiado que consiguen una mayor eficacia en las operaciones, reduciendo al mismo tiempo los daños colaterales y optimizando los efectos en blancos de alto valor.