Toni Bolaño
El talón de Aquiles
Modelo de España, Poder Judicial y Economía serán la trilogía constante de la política española en este año super electoral. El PP se ha aferrado al poder judicial levantando la bandera de “defender la democracia”, aunque es el protagonista de impedir la democracia por bloquear los cambios en las instituciones. En el modelo de España las dos opciones se esgrimen con bravura. Una que opta por la España plurinacional y que huye del centralismo madrileño y otra que se refugia en un recuperado nacionalismo español que repudia a lo diferente sean independentistas, filoetarras -aunque ETA no existe por suerte para la democracia y la convivencia desde hace más de 10 años- nacionalistas y a comunistas, recuperando el bisoño lenguaje despectivo y a todo aquel que no le baila el agua.
Las espadas están en alto en estos dos grandes debates nacionales. El de la “España se rompe” y el de “Feijóo o democracia”. De momento, España está muy entera por mucho que se agiten fake news como cuando ERC se proclamó independentista en un documento que presentará a su congreso. Pues claro que es independentista, pero a la vista está que su actuación política no deambula por los caminos escrutados en 2017 y que fueron un fracaso. Y Feijóo es un demócrata aunque debe esmerarse más en parecerlo como la mujer del César, y saben.
Queda el tercer campo de batalla: la economía. Es desastre apocalíptico augurado por entidades económicas, desde el Banco de España al Fondo Monetario Internacional, y políticas, como el PP de punta de lanza, ha quedado en lo más parecido al agua de borrajas. El crecimiento se ha situado este año en el 5%, para el año que viene se ven números positivos y no en toda Europa pueden decir lo mismo, el paro tiene una salud más que sólida que para ponerlo en duda se ha desempolvado el fijo-discontinuo que se contabiliza así desde 1985, la inflación sigue alta pero alejada de los dos dígitos y habrá que ver cuál será el efecto de las rebajas de IVA en la alimentación y el Gobierno tiene unos presupuestos, expansivos, aprobados por una sólida mayoría.
Sin embargo, hay un talón de Aquiles: los fondos europeos. Un alto dirigente de la administración reconocía que las cosas no van bien y los ceses en Industria son el ejemplo palmario de que no están funcionando. Lo reconocía con un ejemplo muy clarificador. De Europa entra una cañería de amplio grosor con fondos europeos. El Gobierno los recibe, y los pacta con Comunidades Autónomas y sectores, pero no tiene esta cañería para repartirlos. Se tiene que conformar con una administración que tiene unos conductos similares a las conducciones de agua domésticas. No sale todo lo que entra porque la burocracia, y los necesarios controles, ha convertido en un calvario la adjudicación.
Hubiera sido mejor centralizar este reparto y haber construido un organismo, se podría discutir si independiente o dependiente del ejecutivo, pero situado al margen de una burocracia cansina. Lo es para el sufrido contribuyente en las embajadas -la de Holanda es un caso casi grotesco-, en las seguridad social, en el SEPE y un largo etcétera. Salven del caos a Hacienda y a la tramitación que realizan los cuerpos policiales, pero el resto es una selva.
La vicepresidenta Calviño se ha esmerado en evitar que Bruselas ponga el grito en el cielo y ha asumido los cambios normativos necesarios para lograr que el flujo europeo no afloje. Ahora en 2023 toca reactivar estos fondos porque de ellos depende, en buena medida, que la economía española no pierda ripio y logre mantenerse a flote. Y si la economía se mantiene por mucho que grite la oposición el PSOE podrá afrontar con esperanzas la primera cita electoral de mayo, y no les digo la de finales de año. Solo la economía será capaz de desequilibrar el duro enfrentamiento que mantienen las dos Españas porque en democracia y modelo de Estado los votantes llevan tiempo definidos.
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