De palabras ajenas

El cambio de hora, lo único de lo que se habla en el Congreso

Sánchez sabe lo que los ciudadanos necesitan antes incluso que ellos mismos, y, aunque el pueblo es desagradecido, él sólo rinde cuentas con la historia

 Los diputados de Junts, Miriam Nogueras y Josep María Cruset, durante un pleno del Congreso de los Diputados.
Los diputados de Junts, Miriam Nogueras y Josep María Cruset, durante un pleno del Congreso de los Diputados. Alberto R. Roldán La Razón

El lunes, Pedro Sánchez lo volvió a hacer. El presidente puso encima de la mesa uno de esos temas que nadie esperaba y que acaban monopolizando toda la conversación política. Hablamos del cambio de hora, claro.

Sánchez ha mostrado a lo largo de los años una tremenda capacidad de adelantarse a lo que la gente más necesita. Su pueblo, eso sí, es un poco desagradecido. Pero él no se lo tiene en cuenta, ya rendirá cuentas con la historia. Sánchez, como buen líder político que es, sabe lo que la gente quiere antes de que la propia gente sepa que lo quiere. Su olfato señala la primera piedra por la que los demás han de arrancar su larga marcha. Pasó, por ejemplo, con los indultos a los condenados del procés. Cuando el presidente tuvo que defender la amnistía a Carles Puigdemont, recordó que con los indultos todos se llevaron las manos a la cabeza y, al final, la medida sirvió para «pacificar» Cataluña.

Con el cambio de hora ha sucedido algo muy parecido. Sánchez dio con la tecla, por fin, y, aunque hay algunos que le acusan de habérselo sacado de la chistera para desviar la atención, ya se lo agradecerán cuando tengan los biorritmos bien acompasados. La demostración de que su anuncio ha sido realmente importante es que se convirtió instantáneamente en el monotema de los corrillos y los pasillos del Congreso de los Diputados. De hecho, es prácticamente de lo único que se ha hablado en el Parlamento esta semana. Bueno... Es verdad que, entre los arduos debates sobre las bondades de no cambiar la hora, también se ha mencionado algo de los Presupuestos. Los socios andan un poco perdidos al intentar descifrar las verdaderas intenciones de Moncloa porque el Gobierno está negociando con algunos, como Bildu y Junts, pero todavía no se ha sentado a hablar con otros, como ERC o Podemos. Hay dudas sobre si el presidente tiene intención real de presentarlos (María Jesús Montero lleva mucho tiempo diciendo que lo hará «pronto»), o si el fondo de la cuestión es convocar elecciones cuando se los tumben y echarle la culpa a todos los demás. Pero ese debate, en realidad, ha sido nimio. La gente estaba a lo que de verdad importa, al cambio de hora. Es curioso, porque incluso ha llegado a sustituir al drama de la vivienda.

Prácticamente nadie se sobresaltó el martes, cuando la portavoz de Sumar, Verónica Martínez, pidió la dimisión de la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, compañera suya del Gobierno. En Moncloa sí que reconocen que andan un poco preocupados porque estos meses se va a producir la renovación de 300.000 contratos de alquiler en España, aquellos que se pudieron aprovechar de la reactivación del mercado tras la pandemia, y 300.000 familias se van a encontrar con un drama que, temen en el Gobierno, podrá tener consecuencias electorales. Porque la ideología está muy bien, pero las cosas del comer ganan siempre la partida, según demuestran casi todos los estudios de comportamiento electoral. Los socios también están notando un poco esa presión social y, aunque no comparten la decisión de que Isabel Rodríguez tenga que dimitir per se, sí creen que el Gobierno necesita «un cambio de rumbo en las políticas de vivienda». Porque Sánchez llegó a la Moncloa hace más de siete años y la situación sólo empeora y ya no hay volcanes, pandemias y filomenas a las que culpar.

Por suerte para Sánchez, la urgencia del debate del cambio de hora ha neutralizado el asunto de la vivienda y no se le ha prestado excesiva atención. Cada cosa a su tiempo. Las Horas, por cierto, se llama un after de Madrid y, de nuevo, apenas se habló del bailoteo que se pegaron Gabriel Rufián y Ester Expósito, ni se le preguntó al portavoz de ERC por su entrevista en La Resistencia, La Revuelta o como se llame ahora.

Sí que se habló de la comisión de investigación de la DANA, a la que tendrá que acudir Carlos Mazón. Pero sólo porque salieron algunos diputados del PSOE a decir que habría que hacer una comisión de investigación sobre el cambio horario. Algunos, seguramente para hacerle la pelota al jefe porque las listas pintan apretadas en las próximas elecciones, incluso sugirieron aparcar lo del aborto para blindar en la Constitución el derecho a dormir ocho horas.

La única que no se ha tomado en serio este asunto ha sido Míriam Nogueras. En su pregunta parlamentaria a Sánchez, se puso a hablar de política, qué vulgar, y amenazó con dejar de apoyar al Gobierno. «Menos hablar del cambio de hora y más hablar de la hora del cambio», dijo.

Pero Sánchez, acostumbrado ya a los desagradecidos, respondió clarividente: «La política útil es escuchar a la gente», dijo, «no entiendo por qué rechazan eliminar el cambio horario cuando hay una resolución del Parlamento Europeo de 2019, cuando todas las encuestas del Eurobarómetro dicen que el 84% de la ciudadanía está a favor de que no se cambie el horario y la ciencia dice que ya no tiene ningún tipo de sentido cambiarlo». Nogueras casi le despista; pero él, a lo que de verdad importa.