España

La campaña electoral arranca con estabilidad económica e incertidumbre política

Hace cuatro años la cifra de desempleo marcó el inicio de la batalla electoral. Hoy, hay 271.164 parados menos que en 2011 y la prima de riesgo ha caído más de 300 puntos.

La Razón
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Hace cuatro años la cifra de desempleo marcó el inicio de la batalla electoral. Hoy, con el Partido Popular en el Gobierno y Mariano Rajoy al frente del Ejecutivo, hay 271.164 parados menos que en 2011 y la prima de riesgo ha caído más de 300 puntos.

La fotografía económica y política que acompañó el arranque de la campaña electoral de 2011 no tiene nada que ver con la que mañana sostendrá la pegada de carteles del 20-D.

Ayer la prima de riesgo consiguió perder la cota psicológica de los 100 puntos básicos gracias a una nueva caída del interés exigido al bono español a diez años en el mercado secundario. Los inversores se adelantaban así al nuevo «manguerazo» de liquidez que debería anunciar hoy el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, si es fiel a su propia palabra.

Asimismo, también ayer se confirmó que el PP dejará un total de 271.164 parados menos registrados en los servicios públicos de empleo que los que se encontró cuando ganó las elecciones en noviembre de 2011. Noviembre es un mes tradicionalmente malo para el empleo, pero este año el número de desempleados bajó en 27.071 personas, la mayor caída registrada en este mes, hasta situar el número total de parados en 4.149.298 personas. Hace cuatro años, los datos de Empleo sentenciaban la cifra de 4.420.462 parados inscritos. En noviembre de 2011 el desempleo subía en 59.536 personas. La afiliación, no obstante, queda en 17.223.086 millones, 25.000 menos que en noviembre de 2011.

En el terreno económico, hace cuatro años el PSOE arrancaba sin duda en negro la campaña. La peor cota de paro registrado marcaba el final de la Legislatura y un aluvión de malas noticias económicas se acumulaban en el debate público. Los terribles datos de paro, los peores de los últimos 15 años y con un octubre pésimo, sólo comparable al de 2008, en pleno hundimiento tras la caída de Lehman Brothers. La amenaza de recesión, la crisis griega y una prima de riesgo que en el último año de Legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero llegó a subir más de un 32 por ciento. Por citar sólo algunos ejemplos.

Hace cuatro años en las filas socialistas admitían explícitamente que era muy complicado ir a unas elecciones cargando con esa herencia económica porque el PP no necesitaba más discurso de campaña «que decir cinco millones de parados».

Ayer, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, caldeaba el arranque de la campaña felicitándose por la bajada del paro durante un acto con el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, en La Moncloa. En su discurso, Rajoy puso precisamente en valor que se trata del mejor dato de bajada del desempleo en noviembre. «Eso es un acicate y nos anima para seguir trabajando con intensidad en el futuro». Para redondear la imagen, Santos aprovechaba para felicitar a Rajoy y a España por esos datos económicos.

Ahora bien, en el plano político la realidad también es muy distinta. En 2011, la tormenta perfecta que cubría las expectativas del PSOE despejaba el camino a la victoria del PP, que se confirmaba con una mayoría absoluta histórica en las urnas. El bipartidismo no tenía alternativa. La campaña que mañana se estrena está presidida, sin embargo, por una incertidumbre también histórica. Las encuestas lo dejan todo en el aire, incluso las consecuencias de la victoria.

El PP sale como la fuerza más votada en todas las encuestas, pero tanto en Génova como en los demás «cuarteles generales» saben que esta vez la victoria no garantiza el gobierno. Y todos se preparan para un escenario postelectoral marcado por la discusión sobre las alianzas, salvo una sorpresa que pulverice todos los sondeos publicados hasta ahora. Los pasos electorales que ha ido dando Rajoy confirman que el presidente del Gobierno sigue convencido de que su fortaleza es la economía, las cifras de la recuperación y sus guiños fiscales al ideario más tradicional de su partido para hacer olvidar la política impositiva que acompañó a su gestión de la recesión.

Rajoy, fiel a su estilo, ha decidido no arriesgar en esta campaña y va a por su votante más tradicional, con prioritaria atención al voto de los mayores. Los partidos emergentes han entrado con más fuerza en el voto urbano, y, en consecuencia, en el votante más joven y en teoría más informado.

Lo que el Gobierno ha intentado combatir en la recta final de Legislatura con guiños a los funcionarios, a las mujeres y a los parados para recuperar votos perdidos, que en su mayoría se han ido a la abstención.

Rajoy también va a hacer una campaña moderada, en la que evitará el tono bronco con sus adversarios políticos. El PP quiere movilizar a los suyos con un perfil institucional, con la oferta de experiencia y solvencia, y sin ayudar a la izquierda a agitar a sus votantes. Por el lado del PP, se impone, por tanto, una estrategia de perfil bajo, con un reparto de papeles en el que otros portavoces asumirán el trabajo de combatir con más fiereza al PSOE y, sobre todo, a Ciudadanos para intentar limitar el riesgo de que Albert Rivera sea el más votado en plazas tan significativas como Madrid.

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