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El futuro de los socialistas

La cuenta del PSOE: Puente para la oposición, Illa para gobernar

Pese a que el líder socialista volverá a ser el candidato, en el partido ya piensan en el futuro del «sanchismo»

Inauguración de la ampliación de la terminal Hutchison Ports BEST en el Puerto de Barcelona David ZorrakinoEUROPAPRESS

La cuenta del PSOE de Pedro Sánchez está en la cabeza de todos los socialistas: «Si viene una época de oposición, Óscar Puente es nuestro hombre. Y si hay opciones de estar en el Gobierno, lo es Salvador Illa».

Hasta una decena de fuentes socialistas –diputados, senadores y cargos gubernamentales– admiten que ese es el resultado de la ecuación. El partido, pese a que el líder volverá a ser candidato en las próximas elecciones generales, ya se esfuerza en despejar la X del relevo en la planta noble de Ferraz.

Y tanto el ministro de Transportes como el presidente de la Generalitat de Cataluña son dos hombres de Sánchez. La vieja guardia del PSOE asume que el «sanchismo» intentará perpetuarse sin su referente. Por eso, todos en la organización miran a Puente y a Illa.

Los dos son reverenciados cuando se juntan con la militancia. El vallisoletano, de 56 años, por su perfil combativo. Y el catalán, de 59, por su talante dialogante. Puente representa todo lo que la derecha ya tiene en Isabel Díaz Ayuso.

Por eso, sus compañeros le consideran idóneo para una etapa de confrontación con el PP en caso de que llegue al poder. «Nadie como él haría oposición», zanja una fuente que le conoce bien. Illa, por su parte, representa el diálogo y la moderación.

Ese es el motivo por el que se le ve perfecto para liderar un gobierno. Su experiencia en la Generalitat de Cataluña y antes en el Gobierno como ministro de Sanidad durante lo peor de la pandemia, le avalan, según narran los suyos. «Cuando se llega al Gobierno toca quitarse toda radicalidad. Esto va de pactar, de hablar, de entenderse», explica un socialista con peso en el Gobierno.

E Illa cumpliría con nota. Quienes apuestan por el líder de los socialista catalanes descartan que su carné del PSC –un partido distinto del PSOE, aunque hermanado– suponga un problema en el resto de España.

«Illa es un españolista», explican quienes le conocen. En cualquier caso, en el partido no descartan que quien suceda a Sánchez cuando llegue el momento sea un «total y completo desconocido». «¿Quién conocía a José Luis [Rodríguez Zapatero] o al propio presidente [Sánchez]antes de que llegaran a la secretaría general?» se preguntan.

De manera que nadie descarta un «tapado». El presidente, mientras, sigue a los mandos. Pedro Sánchez ejerce un control férreo del partido.

Sus colaboradores más cercanos directamente se mofan de los intentos de la «vieja guardia» del partido de abrir una grieta para una nueva etapa que encierre de una vez por todas los coqueteos del PSOE con el independentismo.

Pero quienes conocen por dentro el aparato advierten de que ese viejo partido que añoran no volverá. La sala de guerra de Ferraz está llena de cuentas. Saben dónde atacar para ir a por votos: a su izquierda. Y no solo la del espacio de Sumar, sino la independentista.

«Nos vamos a forrar de voto útil», advierte un socialista al tanto de los análisis demoscópicos. No obstante, que el PSOE quiera engordar su grupo parlamentario en el Congreso a costa de votantes de formaciones que tienen como fin último la transformación radical del Estado, cunado no su desmembración, llevará a los socialistas a una profunda reflexión, según admiten algunos dirigentes consultados.

Hace tiempo que en algunas federaciones, como Andalucía o Extremadura, se echa en falta autocritica sobre por qué en las elecciones autonómicas, los partidios de izquierda regionalista o independentista se imponen al puño y la rosa.

En las casas del pueblo de la España interior creen que aceptar el discurso cantonal solo perjudica al partido porque los ciudadanos preferirán el original a la copia llegado el momento. Pero el sanchismo ve una oportunidad. Y no va a dejarla escapar.