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El PSOE, al amparo de la gran coalición

La Razón
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El sondeo demoscópico publicado por el CIS el pasado 4 de febrero, situó a Podemos como segunda fuerza electoral; por delante del PSOE y sólo detrás del PP a no mucha distancia. La inercia de Podemos hacia arriba, desde las europeas de mayo del 2014 hasta hoy, puede estar frenándose. De lo cual podría ser un primer síntoma la concentración de Madrid en la Puerta del Sol, el 31 de enero; que si bien era cuantiosa, no superó en mucho las cien mil personas, frente a la aspiración de 300.000.

También están coadyuvando a que la inercia ascendente de Podemos no se mantenga con su fuerza inicial los confusionismos de becas y contratos, con implicaciones fiscales e incumplimientos varios de algunos de sus líderes. O las querellas en curso por presuntas relaciones internacionales con Irán y Venezuela que podrían ser contrarias a la legalidad vigente en términos de seguridad nacional.

Por otra parte, los programas electorales de Podemos han experimentado fuertes transformaciones entre las europeas y este momento, de modo que donde se decía «digo», ahora se dice «diego». Con un notable aguachinado del radicalismo iniciático, que se aprecia en el tedioso programa de 66 páginas de letra pequeña, lleno de redundancias, faltas de coherencia, y decenas de planes para regular cualquier cosa, con un intervencionismo tan absoluto como potencialmente perverso para el dinamismo de la economía.

En cualquier caso, 2015 va a ser un año interesante desde el punto de vista electoral para las fuerzas en presencia. Todo un combate con cuatro asaltos sucesivos: elecciones andaluzas, autonómicas y municipales, catalanas a la Generalidad, y finalmente generales para diputados y senadores a Cortes.

Las elecciones autonómicas andaluzas ya están fijadas para el próximo 22 de marzo, cuando medirán sus fuerzas un PP debilitado sin Javier Arenas, y todavía con un Juanma Bonilla poco conocido; frente a Susana Díaz en el momento más pletórico de sus potencialidades; presidiendo la Junta, y con sus predecesores Griñán y Chávez ya definitivamente arrinconados por sus concomitancias con las anomalías en los EREs detectadas por la juez Alaya.

Susana Díaz aún goza de un cierto «estado de gracia», mucho después de sus primeros cien días de gobierno, y va a seguir disfrutando de buena imagen política, a pesar de no haber sido hasta ahora más que un «aparatchic» del PSA. Si bien es cierto que además de su buen carácter y la ternura de su maternidad recién declarada, incorpora certeras puntualizaciones sobre la unidad de España, así como su manifiesta adhesión a la Corona y a la «santísima transición»; tan denostadas por algunas fuerzas emergentes y una Izquierda Unida que ha perdido el norte, olvidando el pacto de 1977.

Lo más seguro es que en las lides electorales béticas y penibéticas triunfe la candidata del PSOE, pero sin llegar a la mayoría absoluta. Por su buena imagen ya comentada, y sobre todo, por la fuerza sociológica que combinan el PER y el clientelismo de todas clases; y quizá también por una perceptible ilusión de muchos andaluces de que van a elegir no sólo confirmatoriamente a la presidenta de la Junta, sino también a la próxima aspirante del PSOE para el Gobierno de la nación, por mucho que la interesada manifieste su andalucismo sin fecha de caducidad.

A la postre, en los resultados andaluces se mantendrá lo esencial del bipartidismo PSOE/PP. Y echados los antiguos compañeros de viaje de IU a los leones, por la triunfante candidata en ciernes, lo más seguro es que ésta tendrá que pactar con el PP; no tanto con una «gran coalición» premonitoria de otras de mayor envergadura, sino simplemente, al menos por el momento, con un acuerdo parlamentario de apoyo pepero a su gobierno.

El segundo asalto del combate electoral de 2015 serán las municipales y autonómicas. Y en el amplio escenario de nuestros más de 8.000 ayuntamientos y 14+2 autonomías (Andalucía, Cataluña, y País Vasco van por separado), diputaciones, cabildos, y consejos insulares, lo principal va a ser la «batalla de Madrid». En la cual, si el PP aspira a la victoria, tendrá que situar a Esperanza Aguirre al frente de sus mesnadas; en contra de un brillante y mediático Antonio Miguel Carmona, disminuido por el peso decreciente de su partido, el PSOE; amén del posible aspirante Monedero, de Podemos, que llega a las municipales con un bagaje electorero que no parece combinarse mucho con las lides municipales.

Y si parece claro que Esperanza Aguirre puede levantarse en la Villa del Oso y el Madroño con el santo y la limosna, en la Comunidad de Madrid las cosas están mucho menos claras: un Ignacio González distante aún de una consagración política definitiva, un Tomás Gómez delicuescente y siempre con la sombra de su conflictiva Parla, y una Tania Sánchez («traidora de IU» como ya la llaman), asociada definitivamente a Podemos. De manera que de ese batiburrillo, completado con otras candidaturas de poca monta (e IU casi desapareciendo del mapa), no se sabe qué podrá salir para ubicarse en la Real «Casa del Correo» de la Puerta del Sol. Lo más seguro es que si para entonces la gran coalición PP/PSOE funciona en la Junta de Andalucía, y se generan nuevos acuerdos a escala municipal tras el 25 de mayo, podría configurarse algo parecido a una coalición en la Comunidad de Madrid.

En el resto de las Españas, que votarán el 24 de mayo en las municipales, habrá de todo: pérdida de fuerza de CiU en los ayuntamientos catalanes, posible ascenso, «ma non troppo» de ERC, situaciones de insuficiencia del PNV y Bildu en las capitales del País Vasco por la acometida de Podemos; y seguramente el triunfo de Rita Barberá en Valencia y Juan Ignacio Zoido en Sevilla, ambos por el PP, etc. La gran incógnita es otra vez Ciudadanos, con Albert Rivera al frente, que crece mucho de cara a la Generalidad, pero sin una idea clara de lo que puede recolectar en los municipios, tan trabajados por el soberanismo.

Y así llegamos al tercer asalto del combate electoral del 2015: las antes esperadas elecciones plebiscitarias catalanas, cuando las esencias del independentismo están de capa caída; por la fatiga que produce un Gobierno catalán cada vez menos creíble, que genera mucho ruido y pocas nueces, y que se ve deslucido al superarse el 2014 sin una declaración de independencia. Contexto en el cual, Artur Mas se ve cada vez más arrinconado por los republicanos y otras fuerzas hostiles, pudiendo suponerse que al final podría optar, sabiamente, por no convocar elecciones para septiembre y terminar así su mandato cuatrienal, con más sombras que luces. Y alcanzamos ya el tiempo del cuarto y último asalto, el de las elecciones generales. Que según últimos rumores, podrían ser, no en noviembre de 2015, sino más bien el 11 de febrero de 2016; por cuanto el periodo de legislatura no se cuenta desde la fecha de las elecciones, sino desde la constitución del Congreso de Diputados. Por ello, Rajoy tendría 56 días más de mandato, para tratar de explotar a tope los éxitos económicos que ya pregona continuamente; utilizando en sus últimas intervenciones el crecimiento del 2,3 por 100 del PIB que nos asignan las previsiones de la Comisión Europea.

En las generales, sobre todo si son en enero de 2016, habrá ya un cierto cansancio electoral, y es posible que las fuerzas de Pablo Iglesias II se vean menguadas considerablemente por los esfuerzos de su organización, todavía no tan consolidada como puede parecer, por mucha mediática que tengan; y sobre todo, por la ya comentada mejora económica. Lo que significaría, al final, que muchos de sus seguidores de ahora, con la faltriquera en menor penuria, podrían mutar su intención de voto. Sin olvidar que en la encuesta del 4 de febrero, los indecisos para las generales son todavía un 30 por 100 del electorado, con idea casi unánime de que entre esos dubitativos la inmensa mayoría no tienen los fervientes impulsos que caracterizan a los seguidores de Podemos.

En cualquier caso, no parece factible, al día de hoy, que el PP pueda renovar su mayoría absoluta en el Congreso (otra cosa es el Senado). Pero eso tampoco es una tragedia, pues con el posible acuerdo parlamentario PSOE/PP en Andalucía, y los que pudieran generarse tras las municipales y las autonómicas, lo lógico sería llegar a la «Grosse Koalizion»; esto es, un gran acuerdo para el Gobierno de la nación tras las elecciones generales.

Esa opción, obviamente, no puede anunciarse ahora por ninguna de las dos partes, pero ya lo están dando a entender con un primer pacto sobre terrorismo yihadista, y un segundo acuerdo posible sobre educación. Pero lo más importante es que una mayoría absoluta no contra natura, sólo podría alcanzarse por el PP y el PSOE, que básicamente mantienen el espíritu de la Transición. Y después de un año electoral tan compleja lo más seguro es que no tendrán más remedio que ponerse de acuerdo sobre los numerosos cambios que necesita este bendito país que, a pesar de algunos, seguimos llamando España.