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El terrorismo yihadista: un totalitarismo del siglo XXI

La Razón
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La explosión fortuita de un transformador eléctrico la madrugada del pasado domingo, en el campus de Kikiyu, de la Universidad de Nairobi (Kenia), afectó –como es natural en un accidente de este tipo– al sistema de suministro energético del lugar y ocasionó algunos segundos de estruendo; sin embargo, esos segundos fueron suficientes para desencadenar el pánico entre los estudiantes del campus y provocar una estampida de consecuencias dramáticas: un estudiante ha muerto y más de un centenar han resultado heridos –en muchos casos de extrema gravedad–, por lo que no se descarta que la cifra de muertos siga aumentando.

En realidad, lo que resonó la madrugada del pasado domingo, durante unos angustiosos instantes, en los oídos de aquellos estudiantes, no fue la explosión de un transformador eléctrico, sino los ecos del terror que diez días antes azotaba a su país y hacía estremecer al mundo entero; me refiero al atentado perpetrado por el grupo terrorista Al Shabab –filial de Al-Qaeda en Somalia y Kenia–, que costó la vida, al menos a 148 personas en la Universidad de Garissa, al este del país.

El escenario internacional nos muestra hoy a dos grandes «multinacionales del terror» disputándose el macabro liderazgo de la «yihad mundial»: Al Qaeda y el llamado Estado Islámico, mejor llamado Daesh. Los dos líderes de ambas formaciones, Ayman al-Zawahiri y Abu Baker al-Baghdadi, pretenden ser los campeones indiscutibles del yihadismo y las referencias espirituales de una pléyade de franquicias diseminadas en varios países. Esa disputa entre ambos no es solo ideológica sino que también se ha llevado al terreno de las acciones terroristas, con enfrentamientos producidos en Siria entre militantes de ambas organizaciones que, hasta el día de hoy, han producido más de 3.500 muertos, incluidos numerosos civiles.

Ambas organizaciones terroristas rivalizan a diario pero convergen en un objetivo compartido: destruir todo aquello que se aparte de su fanática y delirante interpretación de la vida. Un totalitarismo de la peor especie que amenaza con atacar cualquier modo de vida que no sea el que ellos mismos proclaman. Esta convergencia de intereses ha quedado patente en los atentados de París, del pasado 7 de enero, en los que las acciones terroristas de militantes de ambas organizaciones coincidían en el tiempo y provocaban el júbilo de sus seguidores en las redes sociales. Una segmentalidad electiva que les hizo cómplices en un ataque devastador a nuestro sistema de valores.

Desde entonces, el nivel de alerta terrorista en España se sitúa, por elemental coherencia con el escenario internacional, un grado por encima del vigente antes de aquella fatídica fecha.

El Gobierno de España tiene plena conciencia de la dimensión que alcanza la amenaza del terrorismo yihadista. Desde el inicio de la Legislatura, la lucha contra esta amenaza ha sido una prioridad del Ministerio del Interior. Hemos puesto el acento en aquellos aspectos de la política antiterrorista que, después de décadas luchando contra una organización fanática y sanguinaria como ETA, han demostrado ser la clave de la eficacia. El terrorismo yihadista, como todos los terrorismos, se combate promoviendo, al menos, cinco vectores:

–En el terreno político, la unidad frente a los terroristas.

–En el terreno policial, la correcta dirección y coordinación, así como el constante respaldo y apoyo a la labor impagable de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, artífices diarios de la lucha antiterrorista.

–En el plano normativo, la adopción de un marco legislativo que permita a jueces y fiscales actuar eficazmente contra organizaciones e individuos terroristas.

–En el ámbito de las relaciones internacionales, la más estrecha cooperación con otros Estados y el fortalecimiento de las herramientas de lucha antiterrorista en el seno de las organizaciones internacionales y, singularmente, en la Unión Europea.

–En el terreno social, mediante el impulso –en necesaria cooperación con otras Administraciones Públicas y con organizaciones sociales– de políticas públicas adecuadas para prevenir la radicalización.

Éstas han sido las cinco divisas que han guiado la actuación del Ministerio del Interior y del conjunto del Gobierno en materia de lucha antiterrorista, presididas por una directriz que tiene rango de verdadero imperativo ético, como es el reconocimiento, gratitud y permanente homenaje a las víctimas del terrorismo.

Comenzando por la necesaria unidad de las fuerzas políticas frente a la amenaza terrorista, el Pacto de Estado suscrito recientemente entre el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el líder de la oposición constituye un evidente ejercicio de liderazgo constructivo para aparcar las diferencias y combatir conjuntamente contra el terrorismo internacional, actualizando un compromiso político que resulta de vital importancia para adoptar el resto de medidas con el máximo consenso, comenzando por la aprobación –con un amplísimo respaldo de las Cortes Generales– de una reforma del Código Penal que refuerza notablemente la eficacia del Estado de Derecho en esta ardua tarea.

En cuanto al trabajo policial, la perseverancia de la Policía Nacional y de la Guardia Civil durante décadas de lucha contra la banda terrorista ETA, con una estremecedora cifra de víctimas en sus filas, ha permitido a nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado atesorar un caudal de experiencia y profesionalidad en la lucha antiterrorista, que posiciona a nuestros cuerpos policiales entre los mejores del mundo en esta materia. Ahora, todo ese caudal de experiencia y profesionalidad hemos de saber aprovecharlo para combatir las amenaza del terrorismo yihadista, que presenta algunas singularidades respecto a lo que ya conocíamos. No menos encomiable es la labor de miles de funcionarios de prisiones que han sabido aplicar con eficacia la política penitenciaria como un brazo más de la lucha antiterrorista y que siguen haciéndolo en la nueva modalidad de terrorismo.

Para que la labor de los operativos se desarrolle con la máxima eficacia y sin interferencias, es necesaria una adecuada coordinación y contar con la mejor inteligencia criminal adaptada a los nuevos perfiles de la amenaza. Además de la labor que realizan los servicios de información de Policía Nacional y Guardia Civil, hay que destacar el papel relevante que cumple el Centro Nacional de Inteligencia y la decisiva aportación de un organismo del Ministerio del Interior como es el nuevo Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco), que por primera vez reúne en un mismo órgano la coordinación y la inteligencia criminal estratégica de los dos fenómenos delictivos más graves: el terrorismo y el crimen organizado, añadiendo una tercera dimensión de análisis, como es la de la eventual relación entre ambos fenómenos delictivos que, en tan sólo unos meses, ha permitido detectar más de 200 coincidencias en elementos objetivos que demuestran relaciones entre el crimen organizado, singularmente el tráfico de drogas y la actividad de individuos sospechosos de terrorismo.

En cuanto a las reformas legislativas emprendidas para dotar del vigor necesario a nuestro Estado de Derecho, la nueva redacción dada al Código Penal en este terreno sitúa nuestro ordenamiento jurídico como uno de los más avanzados de Europa en esta materia.

A diferencia del terrorismo de banda armada, el terrorismo yihadista carece de una estructura jerarquizada y no se basa en un reparto claro de roles. Los expertos como Gilles Kepel hablan de la tercera generación de yihadismo, en la que el protagonismo ha pasado de las células o grupos organizados a la figura de los «actores o lobos solitarios», es decir, individuos que llevan a cabo su propio adiestramiento y proceso de radicalización a través de los materiales difundidos –generalmente a través de Internet y las redes sociales– por Daesh, Al Qaeda, y sus grupos terroristas anejos.

También la actividad propagandística pasa a primer plano pues hoy ya nadie es ajeno a la macabra cinematografía con la que difunden sus crímenes, a fin de captar nuevos adeptos, en una clara manifestación de la rivalidad que comparten Daesh y Al Qaeda por liderar la misión de imponer la Ley Islámica en todo mundo.

Este contexto explica que se haya tipificado como delito de terrorismo el adoctrinamiento y el adiestramiento militar o de combate o en el manejo armas y explosivos, incluyendo expresamente el adoctrinamiento y adiestramiento pasivo, con especial mención al que se realiza a través de Internet, para incorporarse a una organización terrorista, colaborar con ella o perseguir sus fines.

Otra singularidad de este nuevo terrorismo es el desplazamiento de miles de personas, desde todos los rincones del mundo, para incorporarse a las acciones de combate y martirio que las organizaciones terroristas llevan a cabo en Siria y en otros escenarios de conflicto, como Irak. Es el fenómeno de los foreign fighters que preocupa extraordinariamente en toda la Unión Europea y que también se ha incorporado al Código Penal, tipificando el fenómeno de los combatientes terroristas extranjeros, esto es, aquellos que para integrarse o colaborar con una organización terrorista o para cometer un delito de terrorismo se desplacen al extranjero.

Asimismo, es de capital importancia combatir con eficacia la financiación del terrorismo y las diversas formas de colaboración con las organizaciones o grupos terroristas, por lo que se contemplan específicamente las acciones de captación y reclutamiento, el enaltecimiento o justificación públicos del terrorismo, los actos de descrédito, menosprecio o humillación de las víctimas, así como la difusión de mensajes o consignas para incitar a otros a la comisión de delitos de terrorismo. Se otorga especial consideración a la comisión de estas conductas utilizando medios como Internet, y se regula la posibilidad de que los jueces puedan acordar como medida cautelar la retirada de estos contenidos.

En el plano internacional, la cooperación bilateral resulta imprescindible y su efectividad queda acreditada, por ejemplo, en las diversas operaciones que se han realizado conjuntamente por los servicios españoles con las Fuerzas de Seguridad del Reino de Marruecos, un hecho sin precedentes en la lucha antiterrorista europea.

Especial relevancia tiene el ámbito europeo, en el que España ha participado desde el inicio con el máximo compromiso en todas las iniciativas adoptadas para combatir el terrorismo yihadista, tanto en el terreno de la prevención, presentando proyectos en materia de lucha contra la radicalización, como en el terreno operativo, policial y de inteligencia.

En el ámbito de los Consejos de Ministros de Interior propusimos hace meses la conveniencia de modificar la Decisión marco sobre terrorismo para incluir aquellos delitos característicos del terrorismo yihadista, en particular, el adoctrinamiento pasivo.

También hemos impulsado con decisión la necesidad de aprobar la Directiva que regula el PNR europeo (Passengers Name Record) para dotarnos de una herramienta analítica de enorme utilidad hacer frente al fenómeno de los foreign fighters y de los eventuales desplazados.

Asimismo, hemos propuesto en la Unión Europea la armonización de los sistemas de evaluación de la alerta antiterrorista, de manera que tengamos un marco común que permita comparar las decisiones adoptadas en cada Estado y estamos liderando algunas prioridades de Europol como, por ejemplo, las relativas al tráfico de armas.

En el terreno social, la lucha contra el terror exige hacer esfuerzos en el campo de la prevención y, desde esa perspectiva, es necesario subrayar que el pasado 30 de enero fue aprobado por el Consejo de Ministros el Plan Estratégico Nacional de Lucha contra la Radicalización Violenta. Se trata de una herramienta multidisciplinar para detectar los focos de radicalización violenta y actuar a tiempo sobre ellos. En este mismo ámbito de la prevención, debemos destacar también el «Programa de Intervención con Internos Islamistas en Centros Penitenciarios», cuyo objetivo es la detección de los procesos de radicalización en el interior de las prisiones.

Hoy el terrorismo yihadista, que no entiende de fronteras, que ofrece distintos rostros y aprovecha todos los resortes que están a su alcance para propagar su proyecto totalitario, constituye la mayor amenaza para nuestra libertad y seguridad. A mediados del siglo pasado, sir Winston Churchill dijo que «la democracia es el sistema político en el cual, cuando alguien toca a la puerta de tu casa a las seis de la mañana, se sabe que es el lechero»; pues bien, hoy el papel de los gobiernos democráticos, como actores protagonistas en la lucha contra el terrorismo, hasta su derrota final, pasa por hacer realidad que cuando un ciudadano escucha de madrugada el sonido de un transformador de luz que deja de funcionar, no se apaga nada más.