Cataluña

Equilibrio de poder entre «Sorayos» y «Cosperos»

El morbo de la relación entre la vicepresidenta y la ministra de Defensa es ya un clásico. Ninguna se ha saltado el guión, aunque sus fieles muevan filtraciones. Santamaría mantiene su estrategia en Cataluña y Cospedal busca retener la Secretaría General.

Equilibrio de poder entre «Sorayos» y «Cosperos»
Equilibrio de poder entre «Sorayos» y «Cosperos»larazon

El morbo de la relación entre la vicepresidenta y la ministra de Defensa es ya un clásico. Ninguna se ha saltado el guión, aunque sus fieles muevan filtraciones. Santamaría mantiene su estrategia en Cataluña y Cospedal busca retener la Secretaría General.

Con los clanes simulados públicamente y sin ningún «verso suelto». Cuando se cumplen cien días de su mandato, el Gobierno de Mariano Rajoy camina en una única dirección con la vista puesta en los pactos exigidos por su «inmensa minoría» parlamentaria, en palabras del presidente. Los ministros recuerdan la frase que les lanzó al nombrarles: «Hablad más con los otros y menos entre vosotros». Bajo la receta de servidores públicos antes que amigos, Rajoy confeccionó su equipo con un juego de equilibrios que funciona y dónde brillan con luz propia sus dos mujeres de confianza: Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal. «Son las reinas del Gobierno», dicen en Moncloa y en el PP sobre el poder que acumulan. Eternas rivales condenadas a entenderse, con mando en plaza en sus respectivas parcelas y grupo de leales incondicionales. Desaparecido por completo el antiguo G-8, liderado por José Manuel Soria y el locuaz García Margallo, el actual Ejecutivo se reparte entre «sorayos», «cosperos» y los llamados «híbridos» de marcado perfil técnico no adscritos a ningún sector concreto.

El morbo de la relación entre Sáenz de Santamaría y Cospedal es ya un clásico y aviva batallitas mucho más entre sus fieles que entre ellas mismas. Con un estilo diferente, las dos son astutas, inteligentes y saben que Rajoy huye de las intrigas como el agua del aceite. «Miden muy bien sus pasos y conocen el fuego amigo», afirman en Moncloa y en Génova. Esas llamas internas que critican la operación diálogo en Cataluña liderada por Soraya, en el caso de los «cosperos, mientras los «sorayos» arremeten contra la acumulación de cargos de la ministra de Defensa, Secretaria General y presidenta del PP en Castilla La-Mancha. A final, todos admiten que son dardos estériles puesto que la última palabra la tiene Rajoy. Siempre ha hecho oídos sordos a esta rivalidad y lo demostró en el encaje de bolillos de su nuevo Gobierno dónde, a pesar de las críticas, mantiene a un ministro con enorme poder: el titular de Hacienda, Cristóbal Montoro.

En Moncloa definen al gobierno como «Un marianismo puro, sin fisuras». Ello demuestra la ausencia de quienes fueron sus estrechos amigos durante muchos años, Ana Pastor, Jorge Fernández o Margallo, la presencia de unas cabezas bien preparadas, y el mantenimiento de una única vicepresidencia. Se acabaron los grupitos tipo G-8, mermados luego al G-4, y extinguidos ya de la faz gubernamental. Al presidente le molestaban estas intrigas encabezadas por el defenestrado Soria y después por el saliente Margallo que cayó bajo el popular refrán «por la boca muere el pez». Adversario declarado de la vicepresidenta, Margallo perdió la batalla. Algo que no hará nunca Cospedal, mucho más sutil. Por encima de todo, las dos «reinas» gubernamentales saben que Rajoy exige a sus equipos solución de problemas en vez de crearlos.

Rajoy retiene el poder económico que ha sido crucial en su mandato y exhibe sus reformas. Reforzó a Soraya con un perfil aún más político en la delicada relación con las autonomías, y realizó una obra de arte con la entrada de Cospedal. Dos flamantes escuderas de Rajoy destinadas a convivir, aunque los suyos agiten de vez en cuando las aguas. Las dos son «de armas tomar», según sus colaboradores. Eficaces y trabajadoras, siguen siendo la mano derecha del presidente. Hace ahora cien días, Rajoy habló largamente con ellas, sopesó y acordó muy bien sus destinos. Ninguna se ha saltado el guión, aunque sus leales muevan filtraciones interesadas. Soraya mantiene su estrategia en Cataluña y María Dolores apuesta por retener la Secretaría General del partido. Rajoy confiesa en privado que ha sido un estupenda secretaria y se ha tragado fuertes «marrones» como el caso Bárcenas.

Cien días después, el análisis del gobierno es claro, marianismo al 100%, fuerte dosis de diálogo con los adversarios, colectivos sociales y menos cotilleos entre los de casa. «Mano tendida a la oposición y fuera camarillas internas», aseguran varios ministros. En este diseño pragmático y profesional, Rajoy ha mantenido a su «núcleo duro» con algunas claves. Potenció a Soraya en la vicepresidencia, con el control del CNI y las autonomías, algo muy importante en la relación con Cataluña. Ella ha sido la ministra que más ha viajado a tierras catalanas, y mantenido fluido contacto con el número dos de la Generalitat, Oriol Junqueras. En medio de una escalada separatista, su figura es muy bien valorada en sectores políticos y empresariales de Cataluña. Esta labor delicada exigía ahora más discreción, por lo que acordó con el presidente dejar la portavocía del gobierno. A pesar del desafío secesionista, nunca desfallece y mantiene la política de «mano tendida» dentro de la ley.

La otra gran dama del gobierno no se queda atrás. En estos cien días la ministra de Defensa ha brillado con fulgor. Deslumbró en su primera Pascua Militar, ha visitado todos los contingentes de tropas en el exterior, se ha ganado el respeto de las Fuerzas Armadas y se ha blindado con un golpe de efecto: El Yak-42. A Cospedal no le tembló el pulso para fulminar la labor de Federico Trillo, compareció en el Congreso, pidió perdón a las víctimas y las recibió junto a Rajoy. «Lo está bordando», dicen en el entorno de quien muchos consideran una ministra «estrella» del gabinete. En Moncloa y el PP asumen que mantendrá la secretaría general, aunque el ruido de algunos «barones» y adversarios seguirá sonando.

El presidente ha sido hábil con el poder económico zanjando la tradicional rivalidad entre Guindos y Montoro con la entrada de un tercero, Álvaro Nadal. Una decisión lógica ya que Nadal ha sido el «guardián en la sombra» de este área como director de la Oficina Económica de Moncloa. El reparto de competencias salvó la cara a Luis de Guindos, un independiente con excelente cartel en Bruselas, y Cristóbal Montoro, cercano a la vicepresidenta. Considerado la «bestia negra» de muchos, goza del afecto del presidente después de tanto tiempo en el partido, es el único que conoce al dedillo las cuentas del Estado con más de diez años al frente de la Hacienda pública. Esto ayuda mucho ante el nuevo modelo de financiación autonómica, uno de los grandes pactos legislativos junto con el de las pensiones. Aquí es básica la figura de Fátima Báñez, la única ministra de Empleo que repite en el cargo. Incansable trabajadora, es artífice de la medida estandarte de Rajoy, la reforma laboral. Integrada en los «sorayos» es muy estimada por el presidente y avalan su gestión las históricas cifras de crecimiento del empleo y afiliaciones a la Seguridad Social.

Nadal es otro ministro «estrella» del gobierno, según admiten en Moncloa. El ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital se ha ganado al instante un perfil propio. La crisis energética, el precio de la luz y su relación con las eléctricas demuestran su carácter. Considerado «un cerebrito con mano de hierro» en el gobierno y el partido, ha sido firme en sus decisiones e implacable ante las presiones. Sus detractores le tildan de algo soberbio, pero es un brillante parlamentario. En la otra pata económica, Fomento, figura un hombre de «los de provincias», como llaman en el PP a los ministros que vienen de fuera. Ingeniero de Caminos, Íñigo de la Serna, ha sido Alcalde de Santander y presidente de la Federación Española de Municipios. Sin pertenecer a ningún clan concreto, se ha convertido en estrecho colaborador de la vicepresidenta y su plan de infraestructuras en Cataluña.

En cuanto a los ministros de Justicia, Rafael Catalá, y de Agricultura, Isabel García Tejerina, el presidente está contento con su labor y prestigio en sus respectivos sectores. Ofrecen un perfil práctico y profesional, lejos de cualquier intimidad o intriga personal, aunque se les sitúa en la órbita de Cospedal. Catalá mantiene fluidas relaciones con todos los sectores de la judicatura. García Tejerina es una buena técnica, muy preparada y conocedora de los entresijos europeos. El ministro de Exteriores, Alfonso Destis, es un eminente diplomático al que Rajoy conoció en sus Cumbres europeas en un plano puramente de trabajo. Es el más «híbrido» y desconocido de todos los ministros.

Capítulo aparte es el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido. Magistrado, ex alcalde de Sevilla y muy querido en el partido, se le considera un auténtico incondicional de Cospedal, una especie de «cuota» para controlar las Fuerzas de Seguridad frente al CNI de Soraya. Ha heredado la buena gestión de Jorge Fernández en la lucha contra el terrorismo. En este grupo se encuadra también la titular de Sanidad, Dolors Montserrat, cuota catalana del gobierno. Para cumplirla, Rajoy barajó los nombres de Jorge Moragas y José Luis Ayllón. En la terna se coló Montserrat, hija de una histórica del PP catalán. Su nombramiento fue criticado en sectores sanitarios por su desconocimiento del sector y ha sido el único «versito suelto» por sus desafortunadas declaraciones sobre el copago.

El ministro de Educación y portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, ha sido una las sorpresas. De formación anglosajona, veterano eurodiputado y con un fino humor, bandea con amabilidad a los periodistas. Es buen orador, mantiene buenas relaciones con el PSOE e incluso se lleva bien con el sector del cine a quienes ha prometido una bajada del IVA cultural.

Cien días después, el objetivo de Rajoy es una legislatura larga ante la necesidad del PSOE de impedir nuevas elecciones. Pero ahora, un sector del Gobierno admite que habrá prórroga de los Presupuestos ante la dificultad de los socialistas para abstenerse por su Congreso Federal y las primarias. El apoyo de C’s no basta y la exigencia del PNV en materia penitenciaria es inasumible. Además, en junio hay que presentar el techo de gasto para 2018. Todo depende de quién sea el líder socialista con unas primarias reñidas. En el Gobierno admiten que si Sánchez repitiera como Secretario General empecinado en el «no es no», Rajoy se vería forzado a convocar las urnas. De momento, el Gobierno sigue adelante y, como dicen en Moncloa, «sin plantearse un circo electoral».