Cataluña

Estrategia naranja: equidistancia con guiño al PSOE

El «Plan Arrimadas» ha sido la nueva victoria de Ciudadanos. Avanzan elección tras elección. Llegan en plena forma a las generales con el liderazgo indiscutible de Albert Rivera.

Las caras visibles de Ciudadanos en Cataluña: Fernando de Páramo, José María Espejo, Inés Arrimadas y Carlos Carrizosa
Las caras visibles de Ciudadanos en Cataluña: Fernando de Páramo, José María Espejo, Inés Arrimadas y Carlos Carrizosalarazon

El «Plan Arrimadas» ha sido la nueva victoria de Ciudadanos. Avanzan elección tras elección. Llegan en plena forma a las generales con el liderazgo indiscutible de Albert Rivera.

En el verano de 2006, Albert Rivera lo dejó todo. Se había licenciado en Derecho, aprobado unas oposiciones para el Departamento Jurídico de La Caixa mientras hacía un curso de doctorado que acabó con toda una premonición sobre su futuro. El trabajo final versó sobre la teoría de los partidos políticos. El joven Rivera empezó una nueva vida que dilapidó sus aficiones. Viajar y su pasión por las motos pasaron a mejor vida y sus viajes por los circuitos de toda España son sólo un recuerdo. Reconoce que «no tiene tiempo ni para verlas por la tele». También aparcó el waterpolo y sólo no perdona sus escapadas –cada vez más espaciadas– a nadar al club de su vida, el Barceloneta, y sus «donetes» y el zumo de naranja en el desayuno. Nueve años después, su vida ha cambiado como un calcetín. Se lo pronosticó su madre, malagueña, «desde pequeño ya le entusiasmaba la política». No se equivocó.

Sus orígenes fueron vertiginosos. En julio de 2006 pidió la excedencia de su trabajo para dedicarse a la política, ante la mirada de estupor de su jefe, Sebastián Sastre, después magistrado del Tribunal Supremo. Tenía 27 años y asumía la presidencia de Ciudadanos, un nuevo partido surgido al albur de un manifiesto firmado por intelectuales que defendía una nueva forma de hacer política en una Cataluña dominada por un asfixiante catalanismo político que impregnaba a izquierda y derecha. En seis meses, un partido por el que el «stablishment» catalán no daba ni un duro, entró en el Parlament con tres diputados. Su primera victoria.

El Catedrático de Derecho Constitucional, Francesc de Carreras, era uno de los firmantes del manifiesto. Más bien, uno de sus impulsores más activos. Fue profesor de Rivera en su máster en la Universidad Autónoma de Barcelona en los años 2002 y 2003. Hoy es su amigo y uno de sus asesores más cercanos. Hace escasos días, De Carreras, abogaba, en un artículo publicado por «El País», por un nuevo catalanismo que volviera al punto de partida de la Transición «aprovechando el bilingüismo cultural que se respira en la sociedad, intervenir en la política española para aumentar la prosperidad general y defender una Cataluña solidaria». Con este criterio, Ciudadanos rompió moldes en las elecciones catalanas y consiguió nada más y nada menos que 750.000 votos. Sólo han pasado nueve años y Rivera lo tiene claro: «Sin proyecto para Cataluña no se puede gobernar España».

Les acusan de ser un partido sin ideología. Unos les acusan de ser «la marca blanca del PP», desde la izquierda, y otros de ser «la muleta del PSOE», desde la derecha. Los nacionalistas catalanes, simplemente, les descalifican como «fascistas», en un alarde intelectual. Rivera acusa de «trasnochados» a quienes tildan a su Partido de la Ciudadanía de ser de derechas o de izquierdas. Está acostumbrado a esta crítica que le persigue desde la fundación del partido. De hecho, Francesc de Carreras fue el que impuso en el primer, y convulso, congreso una definición política. Ciudadanos se calificó como socialdemócrata con una fuerte oposición interna. «Soy un liberal progresista que define un espacio ideológico con matices», apuntó el líder de Ciudadanos en una conversación con LA RAZÓN cuando no era un valor en alza en la política española. Hoy, Ciudadanos exhibe con orgullo su ideología liberal progresista con referentes en la esfera europea. Se agrupan en el Parlamento Europeo en ALDE y gobiernan en siete países de la UE. Rivera ha dicho en reiteradas ocasiones que la centralidad política representada por los liberal-demócratas en Europa tiene un referente en España: Ciudadanos, un partido que ejerce alejado de «las viejas cuitas izquierda-derecha». Un analista político destaca que «Ciudadanos no ha inventado nada. Su proyecto es lo que en su día Aznar llamó centro reformista y que abandonó nada más inventarlo».

Otra de las acusaciones recurrentes de sus adversarios es su falta de experiencia de gestión. Los de Rivera eran conscientes de que las «cornadas» querían hacer mella en su «proyecto de ilusión y de nueva política». Por eso, el líder de la formación naranja no sólo está rodeado por una guardia pretoriana que diseña la estrategia política sino que se rodea de expertos en diferentes materias para elaborar un programa electoral solvente y realizable. El más destacado de estos fichajes es, sin duda, el catedrático de Economía Luis Garicano.

Rivera ahora se prepara para su principal reto, las generales. No en vano, Ciudadanos ha estrenado una nueva sede en Barcelona que está presidida por una frase de Victor Hugo: «No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo». Rivera está convencido de que ahora es el momento de Ciudadanos, y es su momento. Es el presidente de un partido de ámbito nacional que cosechó buenos resultados en europeas, andaluzas, autonómicas, locales y catalanas, y candidato a la Presidencia del Gobierno. Aún no tiene 36 años. Todo un escorpión que no se arredra ni en entrevistas ni en debates y que aspira a poner fin al «bipartidismo decadente» proponiendo un «cambio tranquilo y sensato». A diferencia de Podemos, Rivera quiere reformar el sistema, no romperlo. Quizás por eso admira a Adolfo Suárez, porque «supo poner por encima de intereses personales y de partido los intereses de España».