Análisis
Fascistas todos
Lo propio del fanático es intentar reducir la información a un simplón eslogán y a eso se lanzó Podemos el Día de la Mujer
Entre los excesos retóricos más clásicos de la peleona dialéctica social bienintencionada figura la frase, lamentablemente inolvidable, sobre que es preferible morir de pie que vivir de rodillas. No son necesarios grandes estudios de Historia o Teoría para refutar con facilidad esta declaración. Cualquier observador directo de los procesos de conducta habituales que experimentan las personas sabe perfectamente que no es cierta. En general, los seres humanos prefieren mantenerse vivos en cualquier circunstancia y posición a la espera de que las cosas mejoren y puedan cambiar cuanto antes a una postura más de su gusto. Este tipo de excesos retóricos son algo habitual cuando la gente se pone estupenda y mesiánica y, una vez más, el Día Mundial de la Mujer ha sido ocasión idónea para hacerlo.
Como la jornada venía además precedida este año por diversas divisiones, enfrentamientos y polémicas (incluso en el seno del propio gobierno), los desmanes verbales estaban prácticamente garantizados. Pudimos escuchar cosas monumentales y fabulosas. Tanto, que los zafios insultos escuchados desde las bancadas del congreso entre los supuestos coaligados casi eclipsaron los no menos delirantes que se lanzaron los portavoces de sus manifestaciones en la calle.
Lo propio del fanático es intentar siempre reducir la información a simplón eslogan. A ese objetivo se lanzaron de forma suicida los socios de Gobierno, impulsados por sus cuentas pendientes, por sus rencores acumulados, sus debilidades y el hecho determinante de unas elecciones cercanas que les obligaban a posar de héroes rudimentarios ante sus electores más primarios y fidelizados.
La resaca de estos hechos para el Gobierno de coalición era algo tan sensacional de contemplar que ha opacado otro acontecimiento primordial que, afortunadamente, se ha dado en la línea de lo que, en la calle, deseaba el ciudadano medio de mayor sensatez política. Los dos opuestos partidos mayoritarios de nuestra política se pusieron de acuerdo por un rato para, sensatamente, votar juntos a favor de arreglar una cosa que estaba claramente estropeada. Eso es lo que nos gustaría ver habitualmente a la mayoría de los españoles para resolver muchos de los problemas que nos rodean. La ley del «solo sí es sí» estaba mal hecha y era claramente incompatible en su redacción son el propósito que buscaba, con lo cual había que corregirla. Si costaba tanto dar el pistoletazo de salida a un camino tan obvio, era porque unos querían quitarse de encima la culpa de haberla aprobado irresponsablemente y otros negar por todos los medios dialécticos el hecho evidente de que la habían construido mal. Al final, para correr una cortina de humo sobre estas incompetencias, los propios protagonistas desviaron interesadamente el meollo de la discusión hacia la militancia feminista, perjudicando la imagen y los objetivos que persigue esa causa.
Afortunadamente, el actual feminismo español es hoy en día un pensamiento transversal y variado, de diversas propuestas y soluciones. Existe consenso en nuestra sociedad, en los últimos cincuenta años, en no poner en duda la igualdad de Derechos entre hombres y mujeres. Tampoco nadie niega ya el efecto que la ausencia de esa igualdad ha creado durante siglos en el marco estructural de las sociedades y que debemos revisar en multitud de campos, desde la brecha salarial a la hegemónica mirada masculina.
Algunos grupos feministas quieren erigirse como únicos propietarios de la verdad de ese pensamiento y dejar fuera de él al resto de las feministas. Para expulsar de su reino feminista a las demás mujeres que no lo vean como ellas, llaman fascistas a todo aquel que no piense igual. Pero, al ser el suyo un enfoque minoritario, eso supondría que toda la gran parte del resto del mundo sería fascista. Con los cual, si todos son fascistas sin distingos, al final nadie lo será verdaderamente. Nunca funcionará eso de usar métodos nazis para luchar contra el fascismo. Ya se pudo comprobar cuando llegó Pablo Iglesias con tales procedimientos dogmáticos al gobierno.
Lo que se ha visualizado claramente es que no existe una coalición gubernamental como tal, ni proyecto de dirección conjunta, sino iniciativas contradictorias, soportadas por mero interés de prolongar el poder. Si todos son fascistas menos ellos, como asegura Podemos, ¿qué hacen entonces formando en las filas de un gobierno de esa ideología
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