Giro social
Feijóo se viste de candidato
Génova coloca su agenda en modo electoral y empieza a movilizar al partido. Las encuestas les dirigen a los temas sociales y a dar por amortizada la amnistía
La dirección del PP continúa avanzando en su giro a su agenda política y, desde que arrancó el nuevo curso parlamentario, parece que lo que más le importa es la política social. La alternativa a Pedro Sánchez ya no pivota sobre la amnistía o la conflictividad territorial, aunque sean temas recurrentes porque condicionan la acción del Gobierno y la evolución de la legislatura. Pero Feijóo de lo que ahora quiere hablar es de vivienda, de conciliación, de juventud… Y en Génova incluso molesta que se les intente sacar de ese nuevo marco político de referencia porque la otra opción, volver a anclarse en la agenda anterior, ya no les da votos, al menos según los estudios de opinión pública que manejan. A ellos no les suma, mientras que sí tiene capacidad de ser más rentable para Vox, y neutro para Pedro Sánchez: en esas mismas encuestas cualitativas de las corrientes que dirigen la opinión pública se dice que, mientras no haya novedades sustanciales, la amnistía y la tensión independentista tampoco hacen ya mella en la base electoral que mantiene al presidente del Gobierno. Con una excepción, el cupo o la financiación autonómica.
Centrar el foco en la agenda social era una demanda que venía haciendo el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, desde hace tiempo, en la misma línea que otros dirigentes autonómicos que, observadores desde la periferia de los debates de la política madrileña, entienden que Feijóo se equivoca cuando se deja arrastrar por las corrientes que se mueven en ella. El presidente andaluz no es el único, por tanto, que recela de la agenda de Madrid y que no comparte una estrategia que lleva a dejar toda la política de oposición reducida a ir dando la réplica a cada uno de los movimientos que hace el presidente del Gobierno con sus socios. Desde alguna de estas baronías periféricas han llegado a trasladar a Feijóo que las posiciones que defiende Ayuso «pueden funcionar en Madrid en la competición con Vox», pero no son tan útiles fuera del marco madrileño porque «alejan al partido del centro», que es desde donde solo se pueden ganar elecciones.
Tan perjudicados se han llegado a sentir algunos barones por el «lodazal» madrileño que han optado por el recurso de pisar lo menos posible la capital y limitar también su agenda mediática en ella. Pero hay un matiz que hacer sobre los argumentos con los que marcan las diferencias con Ayuso: las rebajas fiscales, por ejemplo, son un tema prioritario en su agenda, donde también hace hincapié en la alternativa social y económica a la política de Sánchez, y son las formas, y decisiones como la de salirse del consenso general de aceptar sin condiciones previas las reuniones propuestas por Moncloa con el presidente del Gobierno, lo que descoloca a otros dirigentes territoriales. Ayuso dice y hace cosas que otros compañeros de partido no se atreven a hacer o decir, y es una forma de hacer política, discutida por algunos, pero que le está funcionando, como confirma el crecimiento electoral que le ha llevado a la mayoría absoluta.
Esta apuesta del gabinete de Feijóo por ocupar espacios sociales de centro es vista en algunos sectores del PP más como un giro a la izquierda que como un golpe estratégico para meter la cuchara en nuevos caladeros electorales. Levanta suspicacias, pero más allá de voces que ya no mandan nada, como la de Esperanza Aguirre, nadie se saldrá del carril marcado por el líder. Un reciente ejemplo es la decisión del presidente del partido de entrar en el debate de la rebaja de la jornada laboral: Ayuso se ha opuesto con rotundidad a su reducción, una medida que considera populista, y se ha colocado con claridad del lado de los empresarios. La patronal también se queja fuera de micro de la flexibilidad con la que Feijóo afronta este debate social y le aconsejan incluso que se quede quieto «porque no ayuda».
El movimiento de Feijóo tiene, sin embargo, su lógica política y demoscópica. Para ampliar la base de voto, las encuestas le dicen que tiene que atraerse a las generaciones jóvenes y que también tiene que ser capaz de ofrecer alternativas para los problemas que condicionan su día a día. Ya sea vivienda, conciliación u otros temas laborales. En materia social, estos mismos estudios demoscópicos señalan que la mejor manera de conectar con la calle es con un discurso contundente en inmigración, que aprenda de lo que está ocurriendo en otros países europeos. La realidad es que hay un recelo social generalizado, que no distingue de estatus económico, hacia el inmigrante y esto se refleja especialmente en la percepción que se tiene de los centros de acogida de menores. La mayoría de los ayuntamientos, sean del color que sean, rechazan que se ubiquen en su municipio porque saben de los problemas que trae luego gestionar un contexto en el que los jóvenes allí acogidos salen a la calle, cuando cumplen los 18 años, sin posibilidades laborales ni medios económicos, lo que hace que se conviertan «en una fuente de conflictividad».
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