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Política

Sevilla

Griñán, un hombre de carácter que quiso controlar el partido

La Razón La Razón

José Antonio Griñán ha provocado una conmoción política en el PSOE. Los descolocados se han visto a la primera. Manuel Chaves se ha apresurado a decir que su decisión «no altera la agenda del PSOE». Alfredo Pérez Rubalcaba ha calificado su anuncio de «atinado». El chiste fácil lo puso un dirigente territorial socialista, que añadió con sorna «a ver cuándo atina él».

Griñán no es un político al uso. Es un cinéfilo irredento. Un fan del neorrealismo italiano de Pasolini o Fellini. Un intelectual reflexivo, que ha actuado siempre con rectitud y proclive al consenso. No en vano, el Pacto de Toledo, siempre difícil, fue firmado en 1995. El ministro de Trabajo era José Antonio Griñán. Sigue viviendo en su casita de siempre en las afueras de Sevilla y «su hijo está en el paro», como confiesa un dirigente socialista amigo suyo. Manuela de Madre, la histórica dirigente socialista catalana, lo recuerda como «un tipo alegre, simpático, buen conversador y sin aires de grandeza».

En su entorno más inmediato repetía siempre que «no hay que sacralizar el poder ni querer eternizarse». En el discurso parlamentario de ayer le puso letra a esta música cuando dijo «cualquier oficio envejece si no hay savia nueva». Y remató: «Mi generación es la de la Transición que es un pasado que no se volverá a repetir». Griñán repetía muchas veces que «yo no haré lo que han hecho conmigo», en una clara referencia a las tensiones en su relevo por Manuel Chaves.

Fue elegido presidente y quiso también controlar el partido. El enfrentamiento no se hizo esperar. Hoy, las relaciones con Chaves son cosas del pasado. Prácticamente ni se hablan.

Griñán es un hombre de carácter. Tuvo un duro enfrentamiento con Rubalcaba cuando el entonces candidato socialista quiso que las andaluzas coincidieran con las generales. Ganó el pulso y ganó la apuesta. En pleno declive del PSOE, Griñán aguantó el tsunami del PP con la ayuda de Diego Valderas de Izquierda Unida que, por cierto, ya no es el coordinador de la IU andaluza. Javier Arenas se quedó compuesto y sin novia y Rubalcaba tuvo que guardar la lista de la Comisión Gestora que tenía preparada si Griñán era arrasado por la gaviota.

El presidente andaluz ha tomado una decisión con una fuerte carga de profundidad en el socialismo español. Griñán da un paso atrás, sin pretender perpetuarse, y apuesta por el cambio generacional. Y por las primarias. Ni dedo para señalar al sustituto, ni aferrarse a la silla. Todo un aviso a unos navegantes cuyo capitán es Alfredo Pérez Rubalcaba. De la generación de Griñán sólo él, Barreda, Belloch y Marín apostaron por la regeneración en el congreso de Sevilla apostando por Chacón. La vieja guardia dio cobertura a Rubalcaba.

Hoy, Griñán ha dado una lección. Pone en valor a una persona sencilla para quien la política no es lo único de la vida. Su amigo el ex presidente Barreda recordaba con una cierta nostalgia las cenas que tenían lugar en un restaurante madrileño cuando eran diputados. Junto a José Antonio Labordeta y Clementina Díez, entre otros; cenaban, elegían una poesía y la recitaban. También hablaban de política, pero eso no era lo importante.

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