Opinión

Hablar menos y probar más

No vence quien anuncia que va a ganar un partido por goleada, sino el que finalmente mete los goles, o para los del contrario

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su mujer, Begoña Gómez, a su llegada a la entrega del Premio Donostia a Pedro Almodóvar
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su mujer, Begoña GómezUnanueEuropa Press

Aldama corre el riesgo, no menor, de ser considerado un «bocachanclas». Se prodiga mucho con acusaciones que, de no confirmarse, acabarán volviéndose en su contra. Decir, como ha dicho, que Begoña Gómez y María Jesús Montero tienen cuentas millonarias en el exterior, es una acusación de grueso calibre que no se puede soltar sin pruebas. Y el problema en este caso es que, por lo que argumenta la Fiscalía (Anticorrupción, que no es la sospechosa) se trataría de una denuncia errada pues las cuentas a las que alude son falsas o no existen. Desconocemos los ciudadanos cuánto de verdad o mentira puede haber en las acusaciones reiteradas de quien es un delincuente confeso. Eso no quiere decir que no diga la verdad, pero sí que le obliga a probar todas sus denuncias. Y si no tiene pruebas concluyentes, hace mal en exhibirlas, porque al final le va a hacer un favor a quien quiere destruir, en este caso a Sánchez.

Millones de españoles están contra Sánchez y muchos de ellos incluso pagarían por su salida del Gobierno, al entender que hace un daño irreparable a España. Claro que, en esa pretensión legítima de anhelar un cambio en la jefatura del Ejecutivo, no cabe ni la mentira, ni la exageración, ni la difamación, ni nada que a la postre acabe beneficiando a quien pretenden relevar. De modo que cualquiera que acuse, sea a Sánchez o a quien sea, tiene que demostrar con pruebas sus acusaciones, pues de lo contrario acabará devorado por su procacidad. Por sus afirmaciones falsas o incorrectas, que es bastante parecido a lo que hoy le está pasando al inquilino de la Moncloa. ¿Por qué muchas personas tienden a creer más a Aldama que a Sánchez, siendo el primero la cabeza de una trama organizada, y el segundo el presidente del Gobierno?

Tanto ha decepcionado Pedro con sus promesas y mentiras, que miles de ciudadanos desconfían de cuanto dice no solo por ser ideológicamente contrario a él, sino porque a nadie le gusta que le tomen el pelo, y menos con dinero público.

Pero esa misma regla vale para cualquiera, y por supuesto para Aldama. Superó bien el primer momento cuando los ministros le hacían burlas tildándole de Anacleto, agente de la Tía, Pequeño Nicolás, etcétera. Demostró que sí tenía relación con los servicios secretos y también con muchos cargos del Gobierno, fotos con el presidente incluidas. Pero lleva semanas acusando sin que se vean con claridad las pruebas que confirman sus versiones. Cierto que a quien se las tiene que trasladar es al juez, y parece que lo ha hecho, si bien no más allá de lo que viene radiando. Y puede que, si solo es eso lo que tiene, sirva para incomodar al oponente, pero no para acabar por destruirlo.

Ayer comentó como novedad lo de las cuentas de Begoña y Marisú en el exterior. Si es denuncia falsa, como en principio parece, Aldama se está pegando un tiro en el pie, amén de favorecer en el fondo a quien pretende destruir. Igual que lo del sobre con información delicada sobre Sánchez. Si lo posee, muy bien, que lo presente sin dilación ante el juez, que es quien tiene que evaluarlo, pero quizás debería contener su voracidad declaratoria y esperar a que la magistratura resuelva al respecto. Porque no vence quien anuncia que va a ganar un partido por goleada, sino el que finalmente mete los goles, o para los del contrario. Y Aldama, acuciado por la trama de los hidrocarburos, está llegando al punto en el que tiene que hablar menos y demostrar más.