Opinión
El hombre de la sonrisa sucia
Con su foto con Mertxe Aizpurúa, portavoz de Bildu en el Congreso, Pedro Sánchez ha blanqueado definitivamente a los herederos políticos de ETA
Ya está. Lo ha conseguido, ha blanqueado definitivamente a los herederos políticos de ETA. Ya son socios oficiales («con Bildu no vamos a pactar») y bien recibidos. La foto de Pedro Sánchez, sacudiendo el brazo de Mertxe Aizpurúa, portavoz de Bildu en el Congreso, y esa bella sonrisa en ambos rostros bendice el proyecto político que sepulta los cuerpos caídos en defensa de la unidad de todos. El lento goteo que comenzó cuando, en 2019, Adriana Lastra fue la encargada de hacerse la foto de la vergüenza con Mertxe Aizpurúa, Oskar Matute y Gorka Elejabarrieta, para conseguir la investidura de Sánchez de entonces, ha culminado ayer sin rebozo. En realidad no ha pasado nada nuevo, porque Bildu ha apoyado toda la legislatura anterior de Pedro Sánchez y éste ha satisfecho cuantas reivindicaciones independentistas ha sido necesario (particularmente el acercamiento a cárceles vascas), pero ahora ya es a calzón quitado.
Si le hubiesen preguntado cuándo retratarse con Bildu, el tío hubiese elegido un puente con siete millones y medio de desplazamientos y en el que una guerra exterior terrible hubiese acaparado todos los titulares: equilicuá. Israel y el Doce de Octubre pillan a los lectores y espectadores en otra cosa. Sin embargo, hay que tener mucho, mucho cuajo y muy poca estofa para protagonizar una imagen así para la historia de la infamia. Mertxe Aizpurúa fue condenada en 1984 a prisión por apología del terrorismo en Punto y Hora, una revista adquirida por ETA. La periodista pasó después a Egin y entre los «logros» de su carrera figura el titular de portada que, por la liberación del funcionario de prisiones Ortega Lara, tras 532 días de horrible cautiverio, rezaba: «Ortega vuelve a la cárcel», como espantoso chiste. Las caras de los protagonistas de este aquelarre en el Parlamento ayer son para examinar. Sonriente y simpatiquísimo, el presidente en funciones estrecha la mano de Mertxe Aizpurúa y del portavoz abertzale en el senado, Gorka Elejabarrieta. Santos Cerdán, el que acusó de deslealtad a Felipe González, flanqueaba a Sánchez y reía también. Una hora larga han disfrutado mutuamente. Nada que ver con el rostro severo de Adriana Lastra y Rafael Simancas en su día. Ese rictus de circunstancias cuando tuvieron que cumplir el cometido de sustituir a Sánchez y lograr con ello que Bildu se abstuviese en 2019. Esta vez no sólo se necesitan los seis votos en afirmativo para la investidura, es que el presidente ha hecho un recorrido hacia la «España federal» que merece el aplauso de los independentistas y compromete gravemente el futuro de la nación.
«Le estoy diciendo que con Bildu no vamos a pactar. Si quiere, se lo digo cinco veces, o veinte durante la entrevista, con Bildu no vamos a pactar. Si quiere, se lo digo otra vez». Era abril del 2015 en Navarra Televisión. Hay que ver lo rápido que ha deshecho el dirigente cualquier dique de contención. Recordemos que, en las pasadas elecciones municipales, Bildu llevaba en sus listas 44 etarras condenados, entre ellos siete por asesinato.
«Constructivo y positivo», así ha definido Bildu el encuentro de ayer en la sala Martínez Noval del Congreso. Hoy por hoy, el partido es el único que garantiza sus síes al PSOE para la investidura. A cambio, exige avances sociales y económicos y «la apertura de un debate en torno a la plurinacionalidad del Estado y los derechos nacionalistas de nuestro pueblo vasco». Dime con quien andas y te diré quién eres. Tan pronto sea ratificado, Sánchez empezará la cuenta atrás de una legislatura de infarto en la que los nacionalistas competirán entre sí para aprovechar un tiempo precioso. Tienen cuatro años para desmontar el sistema del 78. Y ojo, que a nadie se le oculta que la Corona va en el pack y el referente es la tremenda y nefasta Segunda República del 31.
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