Negociaciones

La investidura pone a todos los partidos en campaña

La partida se abre este lunes en un marco en el que ninguno descarta la repetición electoral

El Congreso de los Diputados durante la votación de la Presidencia de la Cámara
El Congreso de los Diputados durante la votación de la Presidencia de la CámaraJesús G. FeriaLa Razón

La partida de la investidura empieza de verdad este lunes en un escenario abierto y que puede terminar en una repetición electoral, una hipótesis que está encima de la mesa de trabajo de todos los partidos. Moncloa ha intentado estas semanas dar forma al relato de que Pedro Sánchez tiene asegurada su continuidad como presidente del Gobierno, pero, aunque digan que «hay un principio de acuerdo para llegar a un acuerdo», en el mes que queda hasta la sesión programada de investidura de Alberto Núñez Feijóó la negociación de los «fontaneros» de Moncloa con sus socios tendrá que batirse con la estrategia del PP de «encarecer» los apoyos a Sánchez, con el objetivo último de hacerlos inviables o provocar una abstención que permita un Gobierno de Feijóo.

Todos los actos y decisiones que se adopten a partir de este lunes, tanto en el caso del PP como de las demás fuerzas políticas, tendrán, por si acaso, un claro componente electoral, es decir, se sostendrán en el análisis de si pueden beneficiar a los intereses propios en caso de que sea necesario volver de nuevo a las urnas.

Feijóó no negociará con Junts las dos condiciones que los de Carles Puigdemont han puesto sobre la mesa como líneas rojas que deben ser satisfechas por el PSOE para dar su «sí» a Sánchez, la amnistía y el referéndum de autodeterminación. Pero Génova maneja sus cartas con vistas a no cerrar la puerta a una posible abstención de este partido en el supuesto de que Sánchez no pueda satisfacer las demandas del independentismo y Junts no quiera, o no pueda, asumir el riesgo de someterse a un nuevo examen electoral.

El expresidente de la Generalitat, huido de la Justicia española, tiene que gestionar el desafío de entrar en un proceso de negociación en el que no puede parecer que hace cesiones sobre sus principales demandas: esto llevaría a que en su electorado se instale la idea de que, finalmente, ERC y Junts se comportan de la misma manera en Madrid, y a los de Junqueras esa imagen no les ha favorecido en nada en las urnas. Junts sabe que Moncloa busca también usarlos a ellos para seguir haciendo crecer los apoyos a Salvador Illa y al PSC en Cataluña.

Así, en ERC admiten que la amnistía que exige Puigdemont, por mucho que la rodeen de épica para «venderla» a la parroquia soberanista, es «muy complicada jurídicamente, no es una vía rápida, y a lo más a lo que puede confiarse Puigdemont es a que Sánchez le firme un papel que sirva de salvoconducto para su investidura, y luego habrá que ver en qué se queda lo prometido en el camino».

La decisión de Génova de dejar el mensaje de que están abiertos al diálogo con Junts forma parte de esa estrategia de «encarecer los apoyos a Sánchez»: es puramente táctica, en un tablero en el que, hasta ahora, a los dirigentes de esta fuerza soberanista no se les ha escuchado nunca decir que se opondrán a la investidura de Feijóo de manera expresa. Esto es lo que hace que en Génova quieran creer en la posibilidad de la carambola de una abstención y por eso lanzan guiños al diálogo y distinguen a Bildu de Junts: «no tienen el mismo pasado vinculado al terrorismo», puntualizan en el comité de dirección del PP.

En estas próximas semanas el PP se implicará también a fondo «en explorar el terreno del PNV», a pesar de que Andoni Ortuzar haya dado un portazo a la posibilidad de facilitar, de la manera que sea, un Gobierno del PP en tanto Vox entre en la ecuación parlamentaria. A los nacionalistas vascos no les basta con que Génova haya dicho que ningún representante del partido de Santiago Abascal entrará, en ningún caso, en ese futuro gobierno porque sienten la presión de Bildu y porque los resultados de las pasadas municipales en Euskadi lo interpretan como la prueba de que sus votantes se inclinaron por el PSE en respuesta a una posible alianza del PP y Vox.

Sin embargo, en la dirección popular dicen que el PNV también tiene «sus divisiones internas y sus diferencias de criterio respecto a cómo afrontar esa competencia con Bildu, que es lo que realmente condiciona el posicionamiento de este partido en Madrid».

Feijóo siempre ha mantenido una buena relación con el lendakari, Íñigo Urkullu, pero parece muy difícil que esto sea suficiente para cambiar la posición del PNV, a pesar de que en cierta forma están ofreciendo la imagen de que dan gratis sus diputados al actual presidente en funciones, en la confianza de que a futuro, en caso de un empate con los de Arnaldo Otegi en las elecciones autonómicas, el PSE les garantice siempre el apoyo necesario para continuar en la Lendakaritza.

Nadie niega que en este marco político Puigdemont es el que se encuentra en una posición más cómoda y que la investidura de Sánchez sólo puede salir adelante con cesiones claras con la amnistía y la consulta, después de los guiños hechos en el reparto del poder en el nuevo Congreso que salió del 23J y del compromiso socialista de permitir el uso de todas las lenguas cooficiales en los debates parlamentarios.

A falta de esos cuatro escaños que necesita Feijóo para sacar adelante la votación de su investidura el PP echa mano de su poder territorial y regresa hoy al emblemático Castelo de Soutomaior para arrancar el nuevo curso político nacional, tras siete años de veto de la Diputación de Pontevedra, propietaria del lugar. El 23J les permitió recuperar también el control de esta institución y es aquí donde Feijóo ha decidido rodearse de su poder autonómico para lanzar un doble mensaje, en clave nacional y doméstica, de partido.

Por un lado, el de que esta legislatura empieza con un reparto de cartas «muy distinto» al de la pasada, con independencia del interrogante de la investidura, por el nuevo mapa territorial que salió del 28M y que dejó en las raspas al PSOE y un Senado con mayoría absoluta de los populares, lo que les facilita retrasar, y hasta bloquear, en algún caso, la actividad legislativa de una coalición más en minoría que cuando se estrenó con Pablo Iglesias como vicepresidente. Y en la dinámica interna, de Soutomaior saldrá también el mensaje de que Feijóo peleará por su investidura, pero no se irá si, finalmente, se abre el tiempo de un nuevo Ejecutivo de Sánchez. El reparto de los escaños dejó un endiablado escenario de pactos en el que el PP necesitaría a Vox en cada votación del Congreso, de la misma manera que Sánchez no podría aprobar nada sin contar con Puigdemont.