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Choque diplomático

Moncloa se burla del aviso de Trump por la OTAN: «Otra ocurrencia»

La diplomacia, sin embargo, alerta del coste de la gestión ideológica de las relaciones exteriores: «Vamos mal por el mundo»

GRAF8210. BRUSELAS, 11/07/2018.- El jefe del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se saludaron hoy por vez primera al coincidir ambos al inicio de la primera sesión de la cumbre de la OTAN. Sánchez y Trump habían participado en la foto de familia de los líderes asistentes a la cumbre en Bruselas pero no tuvieron ocasión de saludarse en ese momento. EFE

De un tiempo a esta parte, Pedro Sánchez y Donald Trump se han convertido en los líderes de sus respectivas oposiciones. Por eso, según ha sabido LA RAZÓN, en el Palacio de la Moncloa se recibió ayer como un regalo la última «ocurrencia» del presidente de Estados Unidos.

Sánchez está empeñado en confrontar con el magnate estadounidense y en redoblar la disputa con Estados Unidos para no perder voz en el mundo –aunque sea a la contra del pez grande– y para agitar el tablero doméstico en su cruzada contra la ultraderecha, la coordenada en la que alinea al magnate estadounidense junto al PP y a Vox.

Trump dijo en la Casa Blanca que estaría bien expulsar a España de la OTAN por racanear con el presupuesto militar y por no desembolsar para Defensa el 5% del PIB, como acordaron la mayoría de aliados este verano, excepto Madrid, que aceptó llegar al 2% este año para cumplir con el objetivo que pactó en su día el Gobierno de Mariano Rajoy. Fuentes diplomáticas de alto nivel consultadas por este diario advierten, no obstante, de que tras las palabras de Trump se esconde una «llamada de atención». «Vamos mal por el mundo», lamentan.

Fuentes gubernamentales recuerdan que la organización, según el Tratado que la sostiene, no puede expulsar a ninguna capital. Y, en efecto, si un país decide abandonar el club militar más grande del planeta es por decisión propia. Pero bastó que Trump abriera la boca para que en Madrid subiera el pan. Varios ministros no se pudieron morder la lengua y respondieron en nombre del Gobierno a la administración estadounidense.

Probablemente, la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, fue la más fiel al estilo de Sánchez, ya que achacó el arrebato de Trump a su disgusto por no haber recibido el premio Nobel de la paz, que finalmente recayó en la opositora venezolana María Corina Machado.

El resto adoptó un tono más institucional, pero igualmente confrontativo. La titular de Defensa, Margarita Robles, dijo que España es un aliado «fiable, responsable y comprometido», y que Estados Unidos lo sabe. Mientras, el ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, fue quien entró al trapo para atizar al PP, que prometió elevar el gasto en defensa al 5% si llega a Moncloa. Por eso, Bolaños apremió a Génova a explicar qué partidas sociales recortarán para dejar satisfecho a Washington.

La política española lleva varios meses mirando más hacia al extranjero que hacia dentro. El presidente encargó el pasado verano al titular de Exteriores, José Manuel Albares, que aumentara el peso de la agenda exterior del presidente, precisamente, para diluir los escándalos internos. Albares ha sido quien ha urdido la estrategia de confrontación con Israel. Y quien ha asumido el coste político de enemistarse con Estados Unidos, precisamente por la beligerancia hacia Tel Aviv y por el desplante presupuestario a la OTAN que afeó Trump.

Otras fuentes explican que Trump, con su comentario, ha sabido ahondar el agujero que separa al PSOE y sus socios de izquierda, que están ansiosos por sacar a España de la OTAN. Sin ir más lejos, Izquierda Unida urgió ayer a Washington, en un alarde electoralista, a acelerar los trámites para expulsar a España de la Alianza y a que, de paso, se lleve las bases militares.

La OTAN sigue siendo un quebradero de cabeza para la izquierda en el poder en España. El PSOE y sus aliados discrepan sobre cómo encajar a una organización que, tras años de letargo, ha encontrado un nuevo impulso con la invasión rusa de Ucrania, un conflicto que la ha devuelto al centro de la política internacional después de la caída de la URSS y la desaparición del Pacto de Varsovia.

El arranque del siglo XXI ha mostrado un horizonte más oscuro e incierto de lo que se imaginaba. «Peligroso» es, de hecho, el adjetivo que más repiten los dirigentes de la Alianza Atlántica. Y, aunque en Moncloa coinciden en el diagnóstico, las dos almas que cohabitan en el Gobierno difieren en lo esencial: el papel central de Estados Unidos, dueño del mayor poder militar de todo el planeta.

Para la tradición socialdemócrata, la OTAN garantiza que la democracia prevalezca gracias a la disuasión, aunque eso suponga reforzar al gran mercado norteamericano. En cambio, la izquierda a la izquierda del PSOE prefiere marcar distancia con Washington, aunque ello implique reconocer que todas las viejas coordenadas ideológicas del siglo XX resultan hoy inservibles en el nuevo tablero bélico europeo.

El rechazo expresado por Sánchez en la última cumbre de la OTAN debilitó la proyección internacional de España y ha dejado al país fuera de los principales foros occidentales que buscan una salida a la guerra de Ucrania La desconfianza de Estados Unidos hacia Madrid se explica, en parte, por la posición de los socios del presidente, abiertamente críticos con Washington. Sumar, socio de coalición en el Ejecutivo, también defiende que España abandone la Alianza Atlántica, convencido de que existe un entendimiento entre Donald Trump y Vladímir Putin que vacía de sentido la estrategia occidental para resolver la guerra.