Opinión

Tras la pérdida de un escaño, "en el PSOE hemos pasado de la euforia al circo de tres pistas"

La posición de «indispensable» del fugado Carles Puigdemont, ahora en el centro del tablero, ha transformado los discursos optimistas del alto mando socialista

Carles Puigdemont y Pedro Sánchez, al inicio de su primera reunión en el Palau de la Generalitat.
Carles Puigdemont y Pedro Sánchez, al inicio de su primera reunión en el Palau de la Generalitat.larazon

«Hemos pasado de la euforia al circo de tres pistas». El whatsapp es de un ex alto cargo socialista andaluz. El escaño de Madrid caído en la cesta del PP y restado al PSOE les ha fastidiado. El voto de los nacionales residentes fuera de España va a hacer más visible la caminata de Pedro Sánchez. Al presidente en funciones no le basta ya con la abstención de Junts. Necesita el apoyo explícito de sus siete diputados. Indisimulable incluso para la magia mediática sanchista.

El baile del escaño a favor de los populares, en trazos gruesos, deja al bloque de las derechas con 172 representantes en el Congreso de los Diputados frente a los 171 de las izquierdas, independentistas, filoetarras y nacionalistas. Toda una sopa de siglas en continua pelea. Tal realidad acerca a Alberto Núñez Feijóo a ser designado por el Rey Felipe VI como candidato a una investidura, aunque resulte fallida. El popular pide su derecho a intentarlo como líder de la fuerza ganadora de las elecciones generales.

Crecen las dudas por la posición clave del político fugado

La posición de «indispensable» del fugado Carles Puigdemont, ahora en el centro del tablero, ha transformado los discursos optimistas del alto mando socialista dándoles un tono más bajo. Las urnas dejaron sensaciones extrañas. Quien ganó parecía haber perdido, porque el derrotado, aparentemente, tiene más posibilidades de gobernar. Además, Sánchez está decidido hacer añicos lo que hasta ahora ha sido una costumbre en la política nacional: que gobierne la lista más votada. Cualquier cosa antes que Feijóo llegue al final a La Moncloa. De hecho, el PSOE pide ya abiertamente el respaldo de quien se escapó de la Justicia en el maletero de un coche a Waterloo. «Deberá decidir si une sus fuerzas a PP y Vox o se une al resto de grupos para evitarlo», traslada Ferraz. Un aviso que, sin embargo, no puede ocultar que la piedra de Puigdemont en el camino presidencial alimenta la incertidumbre en sus propias filas. Si echa a andar de esta manera, la legislatura caerá en una ciénaga. Conseguir mayorías será tarea endiablada para una futurible coalición de Gobierno. Son dificultades objetivas por más que Sánchez las menosprecie. La andadura debería dejar bajo mínimos la actividad legislativa. Aunque unos Presupuestos, viga maestra de cualquier Gabinete, tendrían que aprobarse cuanto antes. Esa sería la «misión imposible» del PSOE para tener al menos dos años de vida. A nadie se le escapa el peligro de acordar con el diablo. Estamos ante un supremacista quien perpetró el golpe separatista en Cataluña. Cuyo objetivo es la decadencia de España. Con todo, es eso o en diciembre o enero votaremos de nuevo. Lo que sería un nuevo descarrilamiento democrático al que nos estamos acostumbrando más de la cuenta. Al pragmatismo de «pactar lo que haga falta» va a agarrarse Sánchez. Eso sí, con quienes desean acabar con la Constitución. Decir como si nada que un «gobierno de progreso» es depender de Arnaldo Otegi, Oriol Junqueras y Carles Puigdemont es de locos. Pero en eso estamos. Desde su retiro vacacional de La Mareta, el líder socialista ha decretado la opacidad. Así que nada se sabe de cuáles serán sus nuevas concesiones. El sistema constitucional ya ha sido puesto patas arriba en los últimos años sin ningún escrúpulo. El todavía presidente del Gobierno ha elegido ahondar en la vía impuesta por los separatistas y cuyas consecuencias son imprevisibles. En manos del PSOE actual sólo queda ir hacia un Estado plurinacional que validaría Cándido Conde-Pumpido, su brazo armado al frente del Tribunal Constitucional, al objeto de satisfacer las reivindicaciones secesionistas de Junts, Bildu, PNV y ERC. Un naufragio. «Que todo caiga por su propio peso», repite el entorno presidencial encogiéndose de hombros. Vale todo con tal de seguir en el poder. Antes, sin embargo, media otra meta volante: la batalla por la presidencia del Congreso y la configuración de la Mesa el próximo 17 de agosto. Los socialistas preparan su relato para hacerse con el control del órgano de gobierno de la Cámara Baja facilitando tanto a Junts y a ERC formar grupo parlamentario propio. Pero a los populares también les conviene que lo tengan, para dejar a sus aliados de UPN y Coalición Canaria únicamente en compañía del BNG en el grupo Mixto, lo cual se traduciría en más recursos, iniciativas y visibilidad para ellos. Y Feijóo, a diferencia de Sánchez, no necesita que se involucren los de Puigdemont con un voto a favor. Ahora mismo le basta con que se voten a sí mismos. Así que el prófugo puede hacerse valer complicándole al PSOE la existencia. Difícilmente habrá nada más grato para él que frustrar las aspiraciones de Meritxell Batet y, por añadido, saldar la afrenta de haberles apartado de la alcaldía de Barcelona. Por ello, ni siquiera los más cercanos a Sánchez se atreven a vaticinar los acontecimientos.

La conformación de las Cortes será un ensayo para la posterior investidura. También se verán las costuras del PP. Sus nombramientos deben ser bien pensados. Los próximos meses son más para gente dispuesta a derrocar el sanchismo que para quienes clavan en playas sombrillas de verano azul.