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Res non verba

El presidente errante

Sánchez va al turrón, a sus actos marcados en la agenda, sin que le distraiga la canallesca

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ayer con María Jesús Montero y Patxi López en el Congreso Alberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS

Tiene el Gobierno tanta necesidad de que llegue el verano y afloje un poco el pistón informativo, que Pedro Sánchez se presentó en la única sesión de control al Gobierno de este mes de junio con una tez morena francamente envidiable. O se ha traído el moreno de Niza o en el búnker donde lleva ya 44 días escondido de la prensa tienen rayos uva. No hubo ocasión de preguntarle porque en la M-30 del Congreso el presidente apretó el paso como los mejores marchadores olímpicos para gambetear las preguntas. Ni Miguel Ángel Gallardo en los Cien Metros Aforamiento hubiese podido seguirle el ritmo. Este Sánchez es un Sánchez que va al turrón, a sus actos marcados en la agenda, sin que le distraiga la canallesca. Un Pedro Errante, condenado a vagar en el búnker sin poder tocar tierra periodística.

Nada que ver con José Luis Ábalos que, desde que se cayó del caballo de la erótica del poder, hasta se baja el hombre al portal a hablar con los informadores luciendo su camiseta de los registros. Fueron uña y carne, pero las circunstancias les han llevado a tomar caminos diferentes: mientras Sánchez azuza la campaña contra la UCO y el Supremo, Ábalos nos cuenta que los agentes son muy amables. La Guardia Civil te clona el móvil, pero lo hace con tacto; te confisca libros, pero te pide disculpas. Así da gusto que te registren el piso por presunta corrupción. Sánchez todavía no ha llegado a ese nivel de deportividad y se limitó a armarse de paciencia ante las acometidas de Núñez Feijóo.

El líder del PP lanzó una primera estocada por la parte del fiscal general del Estado ya procesado por revelación de secretos. Sánchez dio la cara por García Ortiz argumentando que le gustan los fiscales que persiguen delitos. Que para perseguir esos delitos haya que cometer un delito es una paradoja sin importancia para el rey del «fin justifica los medios».

Sin embargo, el mejor alumno de Maquiavelo en estos tiempos posmodernos firmó una actuación de más a menos. El presidente rápidamente se refugió en los datos económicos, uno de los santuarios a los que se acoge el sanchismo cuando no tiene muchas ganas de entrar en el cuerpo a cuerpo. La segunda bala de Feijóo llevaba el nombre de Santos Cerdán y ahí saltó la sorpresa relativa: el presidente evitó respaldar a su actual secretario de organización del PSOE como sí había hecho, segundos antes, con «su» fiscal general del Estado. En Moncloa se preguntan si Ábalos no tenía nada mejor que ponerse que su camiseta de Orlando, pero lo que más les ha inquietado es que el teniente coronel Antonio Balas liderase el registro de la UCO a la constructora navarra que tanto interés despertó en Santos Cerdán. Tan pocas ganas tenía Sánchez de fajarse que se sacó del baúl del argumentario monclovita un diván de la marca Acme para hacerle a Feijóo el truco del psicólogo. Acusó al líder de la oposición de practicar la Acción en Espejo: consiste en acusar al otro de lo que tú haces.

Sánchez puso cara de «esto me lo ha contado un amigo, pero yo nunca lo hago» y ahí casi dieron ganas de tenerle cariño. Fue como cuando, en la última sesión, Bolaños dio una clase magistral del Ciclo del Bulo. Hace tiempo que se pasaron el juego del cinismo y ya les da igual que los rivales entiendan cuáles son sus mejores trucos. De hecho, fue una sesión de control que rezumó una pizca de apatía, un cierto agotamiento de materiales. Sobrevoló el hastío de fin de curso, la falta de imaginación.

Sánchez, Montero, Díaz y Bolaños repitieron las mismas muletillas del repertorio del «y tu más» con una frialdad mecánica. La falta de novedades en el gran bazar del Zascódromo hizo a Grande-Marlaska bostezar mientras Bolaños defendía su ley judicial que esa misma mañana iba a provocar un paro de jueces y fiscales.

Nos quieren colocar jueces afines sin pasar oposición y que sean los fiscales los que instruyan las causas, en lugar de los jueces. En una España normal lo segundo podría ser factible; en la España de la Fiscalía Particular de Sánchez es un chiste que se cuenta solo.

Sánchez piensa resistir, aunque eso tenga un coste para el Estado de Derecho que todavía no sabemos vislumbrar, y hasta se le vio reírse con las intervenciones de María Jesús Montero.

El búnker debe tener forma de sidecar porque a la mejor escudera del presidente últimamente tampoco se le ve mucho el pelo. En su primera misión parlamentaria tras el registro del piso de Ábalos, ella porfiaba con la oposición y él asentía satisfecho, de forma ostentosa, como los muñecos que se colocan en los salpicaderos de los coches más kitsch.

Su vicepresidenta primera ofrece todo lo que él necesita: lealtad y frialdad para no despeinarse aunque las balas cada vez les silben más cerca. Las balas de Balas. Las balas que han condenado a Sánchez a errar en el búnker sin desembarcar en puerto periodístico.