Antonio Martín Beaumont

La primogenitura por un plato de lentejas

El líder del PP no ha engañado con falsas expectativas sobre acuerdos de sus barones con Vox que puedan traspasar el ideario y los compromisos de su partido

María Guardiola reafirma que no se da "por vencida" y espera que Vox "recapacite y pueda apoyar un Gobierno de cambio"
María Guardiola reafirma que no se da "por vencida" y espera que Vox "recapacite y pueda apoyar un Gobierno de cambio"Europa Press

Alberto Núñez Feijóo se ha elevado por encima de la polvareda de los pactos autonómicos con Vox. El líder de los populares no ha engañado con falsas expectativas sobre acuerdos de sus barones con los de Santiago Abascal que puedan traspasar el ideario y los compromisos del PP, ni la representatividad de cada parte. Los populares tras el 28-M han pactado con Vox, con Coalición Canaria, con el PRC de Cantabria, incluso, con socialistas en Vitoria o Barcelona. La transversalidad les fortalece si se tienen los pies bien asentados en las bases.

Feijóo pudo ahorrarse el ruido del debate con epicentro en Extremadura, que la semana pasada le hizo perder el control sobre la precampaña. Para ello, a María Guardiola le hubiera bastado con incumplir su palabra, hincar la cerviz ante Jorge Buxadé, llegado de Madrid, y entregar a la desesperada consejerías a Vox. Pero, la candidata y el presidente nacional del PP habrían perdido la primogenitura por un plato de lentejas. Cosa distinta es que Guardiola haya entendido la necesidad de bajar el nivel de sus ataques a Vox. La coherencia y la prudencia, al final, es lo que decanta que la gente corriente confíe en las instituciones.

Alberto Núñez Feijóo ha dejado la falta de escrúpulos a Pedro Sánchez. A estas alturas, el propio PSOE está en otra fase: ha perdido la confianza en su secretario general, fuera del eje La Moncloa-Ferraz. Su futuro pasa por un liderazgo distinto al de Sánchez y por un remozado interno. «Dejémoslo solo (en referencia a Sánchez). En el centro de la plaza. Ya llegará la estocada del 23-J», pronostica en privado un barón a la espera de que se abra la sucesión.

Los gobiernos pasan. ¡Vaya si pasan! Pero los principios sostienen a los partidos en el largo plazo. El Partido Popular defiende unos valores que comparten millones de españoles. Un ideario forjado por años de experiencia, moderado, liberal-conservador, que apoya la tolerancia, la convivencia y la estabilidad y busca alejarse del sectarismo. Como ha dicho Isabel Díaz Ayuso, los populares negocian con los ciudadanos sin bizquear. Les escuchan.

Feijóo aspira a conquistar el poder este 23-J inspirando confianza y siendo parte de la solución y no del problema. Ha sido muy alto el coste en convivencia que ha pagado España con el sanchismo. Los de Génova no pueden derivar en los mismos errores que el PSOE por no saber gestionar el mandato de los votos. Y desde luego los resultados electorales han expresado que vivimos una etapa de multipartidismo, pero con sólo dos fuerzas capaces de reunir apoyos suficientes para gobernar: populares y socialistas. ¿Esto menosprecia a los demás grupos? En absoluto. La tarea de ser influyentes en un sistema parlamentario les hace vitales. Sin embargo, los partidos se alejan de sus votantes si son percibidos como «oportunistas» en busca de sillones, en lugar de negociar programas según la representación obtenida.

Sánchez deja un reguero de rupturas y fracasos por tener precisamente como proyecto su supervivencia política y pactar a cualquier precio. Las cesiones al independentismo, el blanqueamiento de Bildu o la bendición de Podemos yendo en coalición con la ultraizquierda forman parte de su mochila. Las urnas se lo han dicho cada vez que se han abierto. El «pacto del abrazo» con Pablo Iglesias fue su principio del fin. Tal error franqueó la puerta a políticas súper ideologizadas que han difuminado las señas de identidad del Partido Socialista, que con sus propuestas socialdemócratas, constitucionalistas, reunía grandes consensos.

Si el PSOE aspira a subsistir, habrá de cambiar para paliar tanto estropicio infligido por su secretario general, que sigue declarándose víctima de una «burbuja antisanchista» creada por la derecha política y mediática. Tal es su idea de la prensa. Sólo desde perspectivas muy populistas de izquierda se pueden despachar así los usos y costumbres de nuestra democracia. Un presidente del Gobierno está para rendir cuentas, no para ser halagado por la opinión pública. Pero, tras demostrar el escaso tirón electoral de su figura en mayo, la adulación parece ser en Sánchez, más que una necesidad, algo parecido a una obsesión. Entiende que los españoles yerran dándole la espalda y cae en despropósitos como el programa que se ha inventado para entrevistar a sus ministros delante de un público socialista.

A Feijóo, entretanto, no le va a sobrar ni un voto. Su capacidad para ofrecer un proyecto común le lleva a pedir sin circunloquios una mayoría rotunda. Su mensaje implícito es que en ningún caso escatimará esfuerzos para lograr un mandato claro de las urnas. Busca gobernar en solitario. Como en Galicia, Andalucía y Madrid. Este lunes da un paso más lanzando su programa económico. En las recetas viene trabajando un equipo conducido por Juan Bravo, con la implicación de Román Escolano, Fátima Báñez o Luis Garicano. Los españoles decidirán en menos de un mes si depositan su confianza en Alberto Núñez Feijóo otorgándole una mayoría amplia que devuelva a la vida pública sentido común, moderación y las dosis precisas de tranquilidad y confianza a los ciudadanos. Pedro Sánchez ya es conocido y nos abocaría a vivir peligrosamente durmiendo con el enemigo.