Opinión
No pueden mandarse flotillas por la paz y criticarla
Reconstruir Gaza, y que el odio sembrado en la sociedad acabe. No es menor el que está pagando el pueblo judío por tener un presidente genocida al frente
Cientos de miles de personas en Tel Aviv y en Gaza salieron a celebrar la esperanza del alto el fuego. No deseaban más muerte, más sangre ni más crueldad en una tierra donde la masacre se ha hecho carne.
Cánticos, gritos, llantos, lágrimas y abrazos simbolizaban la alegría de dos pueblos que deseaban el fin de la barbarie a la que les somete los intereses políticos de diversa índole.
El pueblo de Israel anhelaba la vuelta de sus rehenes víctimas de la crueldad de un grupo terrorista que nos heló el corazón hace dos años, y que no solo secuestraba a sus rehenes, sino también a su pueblo.
El grupo terrorista que reconoció alimentar Netanyahu, cuando consideró que era la mejor manera de debilitar al pueblo palestino y a sus instituciones. «Basta de muerte», era el grito en las pancartas de Tel Aviv y en el silencio de la masacre de Gaza.
Siempre la población inocente e indefensa, que acaba pagando el precio de la violencia de quienes nunca debieron representarles.
Han sido dos años de dolor, de sangre, de violencia y de muerte, y, si nada lo impide, hoy en El Cairo, y gracias a la mediación de Egipto, entre otros, y con la presión por fin de Estados Unidos, la paz verá la luz.
El silencio de las ramas puede ser la esperanza que nos conduzca a una paz verdadera. Una vez más los pueblos habrán dado una lección a quienes les gobiernan.
No solo se ha acordado el cese de las hostilidades, intercambio de rehenes y prisioneros. En el caso de Israel, incluso dar sepultura a sus rehenes, víctimas de Hamas, es un motivo de descanso y paz para sus familias.
Pero hoy no acaba nada, empieza todo. La titánica tarea de reconstrucción de Gaza marcará el rumbo de la convivencia de esos pueblos obligados a entenderse. Palestina quiere decidir sobre su soberanía, su futuro y sus instituciones. Israel quiere seguridad y necesita frenar la ola de antisemitismo que su propio gobierno y su presidente han sembrado y disparado.
Los mismos niños que removían corazones y entrañas al contemplar su hambre, sus lágrimas junto al cuerpo de muchos de sus padres asesinados cruelmente por el Gobierno israelí, en una masacre inhumana y retransmitida en directo, acabarán siendo carne de cañón de esa banda terrorista si la respuesta no es contundente y adecuada.
Y yo me pregunto dónde estuvo Europa. Una vez más llegó tarde, desunida y con una respuesta irrelevante en el contexto internacional. No la atisbábamos cuando los hospitales eran bombardeados, cuando la ayuda humanitaria era bloqueada y se mataba a niños de hambre, ni cuando se gestaba el alto el fuego.
Discutíamos en Europa si era un genocidio, si un uso desproporcionado de la fuerza en defensa, mientras no estábamos allí ayudando. Solo se nos esperaba a expensas de que Estados Unidos moviera ficha.
En nuestro país, la situación no era distinta. Intereses económicos impidieron a algunos dirigentes conservadores llamar por su nombre a la barbarie, genocidio.
Algunos acabaron atacando al Jefe del Estado por denunciar la masacre en la Asamblea de la ONU y otros, todavía intentan impedir que celebremos el alto el fuego de la esperanza que hoy será sellado en la ciudad balneario de Sharm el Sheij.
No caben imposturas, ni declaraciones grandilocuentes. Que llega tarde, como dicen algunos líderes de la izquierda, es más que evidente. Que el reconocimiento del pueblo palestino es de justicia, y también la denuncia de agresiones en las últimas horas en las zonas ocupadas de Cisjordania por los colonos israelíes, nadie lo duda.
Como tampoco puede dudarse en la proclamación de la victoria de la paz que supone este acuerdo. Pero no pueden mandarse flotillas por la paz y criticar que esa paz se alcance.
El camino que tenemos por delante solo será posible con el reconocimiento de dos Estados y dos pueblos con derecho a existir.
Reconstruir Gaza, que todos y cada uno de los criminales responsables de esta barbarie lo paguen y que el odio sembrado en la sociedad acabe, y no es menor el que está pagando el pueblo judío por tener un presidente genocida al frente.
Ya no es momento de impostura, ni campañas personales ni colectivas, es momento de paz, humildad y ejemplo de un mundo que no ha estado a la altura de lo que hemos vivido y contemplado en estos años. Quedan otros conflictos, pero, desgraciadamente, menos mediáticos y más silenciados: ojalá la paz y la esperanza se abran paso.
Solo si la vida vale más que las fronteras, Gaza ganará en derechos e Israel en seguridad y reconocimiento. En ese caso, la democracia y la comunidad internacional estarán a la altura de los pueblos.
Esperemos que Europa haya tomado nota y sepa escribir en el futuro el papel que le corresponde en un nuevo orden mundial. De momento, no lo ha hecho.