Opinión

Quien controla el dinero tiene el poder

El pacto fiscal sigue siendo la misma trampa de hace años

Artur Mas y Carles Puigdemont
Artur Mas y Carles Puigdemontlarazon

Planteado por algunos como asunto menor, la realidad es que el denominado «pacto fiscal» da para más de lo que parece. Cierto ministro de Rajoy, de los que mandaba de verdad, comentaba con razón que el golpe separatista no triunfó porque Puigdemont carecía del control de los ingresos fiscales en Cataluña. Es decir, una Generalitat independiente no tenía en realidad fuelle financiero, pues en cualquier momento desde la Administración central se le podían cortar los ingresos, quedándose sin capacidad de hacer nada. Desde pagar las nóminas a atender a proveedores, el gasto corriente y lo demás. Por eso la asonada indepe no podía prosperar, como de hecho ocurrió. De ahí que el planteamiento que hacen ERC y Junts, por separado pero a la vez juntos, adquiere una relevancia suprema. Dado que la amnistía apenas sirve para liberar de sus responsabilidades penales a los golpistas, si en un futuro vuelve Puigdemont al Palau de Sant Jaume, perfectamente lo volvería a intentar, como de hecho presume, con la mayor garantía de que en esa circunstancia, ya con el control total de los ingresos vía impuestos que permitiría el acuerdo fiscal, sería más fácil que la independencia triunfara, pues como dijo el fundador de la dinastía Rothschild, quien controla el dinero tiene el poder.

Eso lo sabe, por lo demás, cualquiera con cierta experiencia en la política. Lo que no está claro es si lo tienen en la cabeza Montero, Cuerpo, Bolaños o el propio Sánchez. Rubalcaba sí que era consciente y por eso apoyó desde el minuto-uno la decisión de Rajoy de decir «no» al pacto fiscal que le planteó Artur Más. Rubalcaba y Rajoy funcionaron siempre como una piña en los temas de Estado. Primero porque el gallego le informaba de inmediato de cualquier decisión en esos ámbitos, y después por la especial sensibilidad a tales asuntos por parte del malogrado dirigente socialista. Todo lo contrario a lo que sucede hoy. Sánchez no comparte nada con Feijóo, cuyo apoyo no solicita para ninguna cuestión, sea de relieve o no, y el actual dirigente del PP tampoco debe así respaldar iniciativa alguna del Gobierno, primero porque no se le pide el apoyo, y en segundo lugar por tratarse de planteamientos provenientes de partidos que a lo único que aspiran es a romper España.

Se ha escrito mucho sobre la propuesta de acuerdo fiscal de Mas a Rajoy, pero generalmente con un enfoque errado. Quienes asistimos al discurso que el entonces presidente catalán dio en Madrid con motivo de su primera Diada, sabemos bien que el manido Pacto no era sino una trampa, una excusa, para justificar su huida hacia la independencia. En aquel discurso el molt honorable lo dijo bien claro: «Ha llegado el momento de nuestra transición, ejerciendo el derecho a decidir, aunque eso sí, lo vamos a hacer de manera pacífica, sin violencia». Un reputado comentarista catalán, afincado en la capital, saltó de inmediato con gritos de «bravo, bravo, bravo», aplaudiendo cual iluminado, ante el silencio sepulcral de la inmensa mayoría de los que allí permanecimos, si bien por poco tiempo, pues dejamos de inmediato los Jardines de la casa de El Viso donde tuvo lugar el infausto acontecimiento.

En efecto, poco después Más puso en circulación la monserga del Pacto Fiscal sabiendo como sabía que Rajoy, con la aquiescencia de Rubalcaba, le iba a decir «no». Pero eso le daba pie, como le dio, a justificar su viaje hacia el referéndum de autodeterminación. Allí empezó todo. Y ahora vuelta la burra al trigo. Sólo que Sánchez no es Rubalcaba. Aunque el pacto fiscal sigue siendo la misma trampa de entonces.